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FÁBULAS EN ALTA VOZ

Y el pueblo: ¿No cuenta?

Gracias a Dios que concluyeron los conteos, reconteos y todo lo que han querido hacer con las boletas que la mayoría de los dominicanos marcó el pasado 15 de este mes. Sin embargo, no ha terminado lo que más inquieta y atormenta al pueblo dominicano: el pataleo. Al menos yo, estoy cansada de que los políticos se crean que son dueños de la población y más que todo de su paz. Andan por ahí defendiendo causas particulares alegando que lo hacen por la mejoría del pueblo. Y yo me pregunto: ¿Desde cuándo una persona está dispuesta a perder la vida por defender un puesto para desde ahí ayudar a la gente? No creo eso. Y esta es la razón que, en esta oportunidad me llevó a una ciudad fabulosa a explorar un poco sobre los derechos y deberes de los políticos. Me encuentro que tienen unas normas y un código de conducta inquebrantables. La honestidad es su carta de presentación y su trabajo de entrega y dedicación es lo que les garantiza la permanencia en un puesto político. Para candidatearse deben tener propuestas contundentes, creíbles y con la garantía de que serán desarrolladas. No cumplir sus promesas los lleva al destierro. En ese lugar fabuloso llama a suspicacia el que una persona haga tantos pataleos para ocupar una posición en el gobierno, en el Congreso o en los ayuntamientos, y los electores lo toman como alerta para darse cuenta de que no se trata de alguien confiable. La población de allí no responde a llamados para crear un clima de intranquilidad, y de esto al parecer algo hemos aprendido en República Dominicana. Pocos son los que están dispuestos a ‘tirarse’ a la calle a buscar problemas para que otros disfruten. Ojalá sigamos creciendo de esa manera y demostremos que quienes se aprestan a pedir, por ejemplo, nuevas elecciones deben tener claro que para ello se necesita la opinión de la mayoría de los electores, no el deseo de los pocos que se benefician con un puesto político. Porque por si no lo sabían, el pueblo sí cuenta.

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