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Cocina

La sabrosa memoria del chocolate con churros

Tradición. Era un desayuno dominical, festivo, la versión doméstica de los churros de las verbenas madrileñas.

Tradición. Era un desayuno dominical, festivo, la versión doméstica de los churros de las verbenas madrileñas.

Mucho antes de que la preocupación por una nutrición saludable alcanzase los niveles de obsesión e histeria actuales, muchos españoles se desayunaban los domingos con chocolates y churros, algo que causaba en los más pequeños un júbilo que, al fin y al cabo, sinceros como niños, no se trataba de ocultar.

A los mayores también les encantaba, pero lo disimulaban un poco. Era un desayuno dominical, festivo, la versión doméstica de los churros de las verbenas madrileñas, en las que olía a fritanga, o de los churros de las madrugadas de los juerguistas; en París se iban a Les Halles a tomar sopa de cebolla, pero en Madrid recalaban en alguna churrería para disfrutar del chocolate con churros.

Churros fritos en aceite utilizado una y otra vez; chocolate en cuya composición había tanta harina como cacao... Daba igual: al niño que yo era, el chocolate con churros dominical mesabía a gloria bendita.

Hoy las cosas han cambiado mucho. Por supuesto, en las verbenas madrileñas, como la de San Antonio (“la primera que Dios envía”) o la verbena de la Paloma, se siguen friendo churros. Algo hemos ganado, sin embargo, ya nadie fríe gallinejas ni entresijos, que son intestinos de cordero cuyo olor es de lo más disuasorio. Hoy los churros se hacen bien, incluso desde el aburrido punto de vista nutricional: son hidratos de carbono fritos, pero los hidratos de carbono son necesarios. El chocolate de hoy no tiene nada que ver con el de los años cincuenta. Y hay chocolaterías-churrerías en las que llegan a formarse colas por chocolate con churros.

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