Plazas de Madrid atraen multitudes

En la acera del hermoso y antiguo edificio que aloja la sede del Gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid, una placa recuerda el kilómetro 0 de las carreteras radiales de España. Estoy en la Puerta del Sol, donde encuentro a varios inmigrantes africanos vendiendo ilegalmente mercancía. La colocan sobre una lona con varios cordones, como paracaídas, para halar, guardar y salir corriendo si se acerca algún uniformado a llamarles la atención. A su vez, un mimo espera unas cuantas monedas entreteniendo a los viandantes, mientras hay quienes en torno a la fuente se sientan a descansar o tomar el sol.

Tres esculturas descuellan en este ambiente: El Oso y el Madroño, principales símbolos de Madrid y España; la estatua ecuestre de Carlos III y la réplica de la Mariblanca (una mujer con un amorcillo a sus pies). Cerca de la Mariblanca está La Mallorquina, pastelería fundada en 1894. Entro a tomar un chocolate espeso. El local está atestado de parroquianos: compran para llevar, o toman algo, como yo. Estamos de pie. No hay asientos. En el segundo piso (en España llaman primer piso) es donde hay mesas y sillas. Al salir, me extraña escuchar el himno de la Falange Española, un recuerdo de la época del dictador Francisco Franco: “Cara al sol con la camisa nueva, que tú bordaste en rojo ayer”Ö Dos hombres de edad madura lo oyen en un celular.

Bajo el característico cielo intensamente azul de la ciudad, sin una nube que interrumpa su serenidad, deambulo por el Madrid de los Austrias (sí, con s). Alude a los monarcas de la Casa de Austria que empezaron la expansión de la ciudad. Sigo por la calle Mayor para cruzar hasta mi plaza favorita: la porticada Plaza Mayor. Cafés y restaurantes tienen mesas colocadas al exterior. También al aire libre, hay una fila de trajes típicos y de toreros, a la espera de que alguien coloque tras alguno su cabeza para tomarse una foto. (En mi juventud me retraté de torero, pero vestí de verdad un traje de luces). Los domingos tiene lugar un mercado numismático y filatélico; en cierta ocasión había monedas dominicanas; y hay dibujantes que plasman el rostro de quien se lo solicite.

La Plaza Mayor, en cuyo centro está la estatua ecuestre de Felipe III, lleva dicho nombre desde principios del siglo XVI, pero sufrió muchos cambios. En 1790, tras un incendio, construyeron sus arcos, convirtiéndola en plaza cerrada. Tiene nueve puertas de entrada. La más conocida, el Arco de Cuchilleros, por el cual pasó para bajar los escalones hasta la calle Cuchilleros. En la esquina funciona desde 1949 el restaurante Las Cuevas de Luis Candelas, así llamado pues en estas cuevas se refugiaba el famoso bandido del siglo XIX, hoy convertido en leyenda. Conozco su interior. Tiene elementos de aquella época. Me encanta su decoración.

Entorno de las plazas En torno a la Puerta del Sol hay una representación variopinta de locales comerciales: tiendas de celulares e iPods, zapatería de calzado barato, librería, heladería, abanicos, mantones…En cambio, en la Plaza Mayor la mayoría son restaurantes, cafés, bares, tiendas de artículos típicos y un Centro de Turismo del Ayuntamiento, que ofrece excelente servicio al vacacionista.