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POR TU SALUD RENAL

Importancia de tratar los cálculos renales

Es importante saber que los cálculos renales o nefrolitos son estructuras sólidas que en caso de nefrolitiasis se forman en los riñones y en las vías urinarias eferentes (uréter, vejiga). Con frecuencia se utiliza como sinónimo el término urolitiasis. El tamaño de los cálculos puede ser muy variable: desde pocos milímetros (aproximadamente como un grano de arroz) hasta varios centímetros (cálculos coraliformes, que en ocasiones ocupan por completo la pelvis renal). En alrededor del 80% de los casos, las piedras aparecen de forma unilateral. Las urolitiasis tienen una alta tasa de aparición en los dominicanos. Las mujeres lo sufren con mucha menor frecuencia que los hombres, y en los niños son poco habituales. Los cálculos aparecen sobre todo entre los 30 y los 60 años de edad. El 50% de los pacientes padece litiasis renal en una sola ocasión; mientras que el 50% restante puede reducir de modo considerable el riesgo de reaparición (recidiva) mediante una prevención adecuada (profilaxis de los cálculos renales). En los países caribeños, los cálculos renales son mucho más habituales, incidiendo las altas temperaturas, exceso de transpiración y la poca ingesta de agua. Su incidencia ha aumentado de forma notable durante las últimas décadas, relacionada con la ingesta de alimentos con alto contenido de sal y de bebidas carbonatadas. Los cálculos renales pueden clasificarse en varios tipos en función de su composición.

- Cálculos de oxalato cálcico (75%)

- Cálculos de magnesio, amonio y fosfato (estruvita), también llamados cálculos infecciosos, ya que aparecen en relación con una infección urinaria (10%)

- Cálculos de ácido úrico (5%)

- Cálculos de fosfato cálcico (5%)

- Cálculos de cistina (menos del 1%)

La aparición de piedras en el riñón es consecuencia de una concentración elevada de determinadas sustancias en la orina. Las posibles causas son muy variadas: una ingesta de líquido insuficiente, factores alimentarios, falta de ejercicio físico, enfermedades metabólicas o factores genéticos. En la mayoría de los casos se desconoce el desencadenante de este trastorno.

- Una alimentación desequilibrada, compuesta fundamentalmente por leche y productos lácteos, puede derivar en un exceso de calcio en la orina.

- La ingesta constante de alimentos de elevado contenido proteico (carne y embutidos) provoca un excedente de determinadas sustancias en la sangre (llamadas purinas), que el organismo metaboliza en ácido úrico y elimina con la orina. Si el nivel de ácido úrico en la orina sobrepasa un valor crítico, este se precipita, lo que provoca en los afectados la formación de cálculos de ácido úrico.

- Determinados alimentos como las espinacas, la remolacha, el té negro y el té verde presentan un contenido elevado en ácido oxálico que, en combinación con el calcio, puede formar cálculos de oxalato cálcico. Los cálculos renales pueden estar causados por determinadas enfermedades metabólicas que provocan un aumento de la concentración de ciertos componentes de la orina. Por ejemplo, las personas que padecen hiperparatiroidismo excretan una mayor cantidad de calcio por la orina. La hiperoxaluria primaria, una alteración enzimática congénita, provoca una concentración excesiva de ácido oxálico en la orina. Si el cálculo progresa desde el riñón hasta el uréter, puede ocluirlo y desencadenar un cólico ureteral. Los síntomas característicos de este tipo de cólico dependen del lugar en que se haya depositado el cálculo y se manifiestan en diversas zonas: aparecen dolores espasmódicos o intermitentes de gran intensidad, que suelen comenzar en el flanco e irradiar a la parte inferior del abdomen a lo largo del uréter. Si las piedras descienden mucho, el dolor puede incluso irradiar a los genitales (escroto o labios de la vulva). En ocasiones, los dolores provocados por los cálculos renales van acompañados de náuseas y vómitos. Si una piedra se desplaza desde el riñón hasta la vejiga urinaria, y a continuación a la uretra, la irritación de la mucosa suele provocar la aparición de tal cantidad de sangre en la orina que es detectable a simple vista. El diagnóstico definitivo de la nefrolitiasis se establece por medio de pruebas de imagen: un examen radiológico y una ecografía de los riñones permiten establecer el número de cálculos, su tamaño y localización exacta. Mediante estas también es posible detectar una uropatía obstructiva o procesos inflamatorios en el riñón. Una vez efectuado el diagnóstico, la urografía intravenosa o la tomografia axial computarizada aportan información sobre el tipo de cálculo que se trata y muestra la dimensión de la obstrucción urinaria. En la mayoría de las ocasiones no es necesario aplicar un tratamiento especial contra la nefrolitiasis: en más del 80% de los casos los afectados eliminan por sí mismos los cálculos a través de la orina. Es probable que usted pueda favorecer esta expulsión espontánea de los cálculos bebiendo líquido en abundancia, tomando medicamentos antiespasmódicos y practicando ejercicio.

Si la piedra tiene un tamaño superior a un centímetro y no cambia su ubicación durante varios días, no cabe esperar ya una expulsión espontánea. Para el tratamiento de los cálculos renales se emplean los siguientes métodos: litotricia extracorpórea por ondas de choque: desintegra el cálculo desde el exterior por medio de ondas de choque bajo control radiológico o ecográfico. Está contraindicada en caso de embarazo o la presencia de una infección de las vías urinarias no tratada.

Nefrolitotomía percutánea (NLPC): este procedimiento se emplea en caso de cálculos de mayor tamaño que provocan obstrucciones severas del flujo de orina.

Ureteroscopia. Se emplea tan solo en el caso de piedras localizadas en el tercio inferior del uréter.

Cirugía: Desde que existe la posibilidad de desintegrar los cálculos por ondas de choque, el tratamiento quirúrgico se realiza en menos de un 5% de los casos a través de cirugía abierta o laparoscopia.

Tratamiento farmacológico: en ciertas circunstancias algunos cálculos renales se pueden disolver con medicamentos.

Dr. Federico Suero, urólogo de la Fundación Baquero

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