Llanto por el Malecón

Emma está desalentada. Leyó con cuidado la noticia de que los hoteleros no quieren construir hoteles en el Malecón por las terribles condiciones en que se encuentra nuestro balcón al mar. Esa avenida bordeando las aguas del océano es la favorita de mi factótum. Pasear por allí le brinda paz y alegría, tanto que, antes íbamos con frecuencia a ese maravilloso mirador, uno de los más bellos de América. Los niños jugaban, corrían y se divertían, mientras nosotros gozábamos de la brisa fresca y del imponente paisaje natural. Todo comenzó a dañarse por la estupidez de un síndico que, en vez de encontrarle solución al parqueo de los vehículos, resolvió el problema prohibiendo el estacionamiento. De ahí en adelante nuestro paseo frente al mar empezó su carrera hacia el deterioro y el olvido. Emma recuerda con nostalgia los eventos que tenían lugar en la emblemática vía, y cómo los hoteles empezaban a hacer suyo el Malecón más atractivo del Caribe. El sitio preferido de la generación de los 50, el hotel Jaragua, fue convertido en un hospedaje de última generación y otras firmas levantaron atractivos establecimientos que hicieron aún más agradable nuestro paseo preferido. Todo se celebraba allí y la juventud se congregaba asomándose al mar, después de cualquier festejo en otro sitio de la ciudad, para no hablar del fin de año, cuando se recibía el amanecer del año nuevo, brindando con champaña, al borde de las olas. Esa avenida, la más agradable, además de ser la vía de comunicación directa con la Ciudad Colonial, no se merece el olvido y el descuido en que la ha sumido la actual administración, hay que rescatar nuestro amado Malecón, afirma Emma, muy convencida.