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SOCIEDAD

Educar el cerebro para evitar el acoso escolar

Las experiencias negativas ejercen un estímulo en el cerebro infantil que lo predispone para el acoso escolar, ya sea como víctima o como victimario

Alerta. Los niños que viven continuamente experiencias negativas son candidatos para ser víctimas o victimarios del acoso escolar.

Alerta. Los niños que viven continuamente experiencias negativas son candidatos para ser víctimas o victimarios del acoso escolar.

Cuando en el aula se presenta un caso de acoso escolar, de poco sirve que los padres castiguen al hijo que causa la intimidación, o que la directiva del centro educativo expulse por tres días a los alumnos implicados.

Porque con estas medidas no se resuelve el problema y porque también los tutores, los docentes y el mismo centro tienen mucho que ver en la acción del victimario y la posible pasividad de la víctima, considera la médico psiquiatra colombiana Liliana Betancourt.

“El acoso escolar es una tríada en la que participan el niño víctima, el victimario y el público; y aquí a veces los que hacen de público son el colegio y la directiva. No puedes pensar jamás no trabajar con los tres, porque si no el acoso no desaparece”, explica la especialista en psiquiatría infantil y adolescente.

Betancourt dice que el cerebro de un niño no se educa solo en nada, pues siempre hay un adulto que está de alguna manera manejando ese cerebro para tener un resultado que se espera sea positivo más adelante.

¿Se puede, pues, educar el cerebro para evitar el acoso escolar? ¿Cómo influyen las experiencias negativas en el sistema nervioso del niño y de qué forma lo hacen un candidato para ser víctima o victimario del acoso? ¿Pueden los docentes prevenir el riesgo del suicidio en el aula?

Educar el cerebro

Betancourt participó como conferencista en el Primer Congreso Dominicano de Neurociencias Aplicadas a la Educación, organizado por el Instituto Nacional de Formación y Capacitación Magisterial (Inafocam) a finales de octubre.

En esta entrevista con LISTÍN DIARIO, la médico psiquiatra comparte muchos de los aspectos tratados en la conferencia “Educar el cerebro para evitar el bullying”.

¿De qué forma se educa el cerebro para evitar el acoso escolar?

Quienes nos educan el cerebro son los padres y la familia. Lo educamos cuando estamos chiquitos, ¿pero quién educa ese cerebro? El mismo niño no es. Son los padres y los adultos los que tenemos influencia en los niños. ¿Cómo vas a educar a un niño de tres o cuatro años sin que haya una influencia de un adulto para que no sufra de acoso escolar? Ellos no lo pueden hacer. Tiene que haber un adulto que está de alguna manera manejando -porque la palabra manipular suena fatal- ese cerebro para tener un resultado se supone que positivo más adelante, y no solamente en el acoso escolar.

Entonces, ¿cómo hago para que ese niño tenga las herramientas que eviten que más adelante no sea maltratado? Es distinto cuando me hablas de un adulto de 25 años. En el caso de los niños, tiene que haber adultos: la familia y los docentes de por medio. Y hay diferentes maneras de entender lo que pasa acorde a la edad de cada niño: uno de cinco años no te lo muestra como uno de nueve y uno de nueve no lo muestra como uno de 14.

¿Son entonces los padres, los adultos y los docentes los culpables de que exista el acoso escolar?

Quizá no es asunto de culpabilizar, sino de entender y comprender. Tienes que entender y comprender qué trae ese papá y esa mamá de experiencias pasadas. ¿Tienen ellos la culpa de ser así? No, y sí. Algo pasó en la vida de ellos que se estructuraron de tal manera que creen que están bien y eso es lo que hacen.

La parte del profesional que trabaja con la salud mental es entender y comprender pero no se trata de juzgar, sino de solucionar. Si culpabilizas a un papá no vas a tener con quién trabajar. Si te echo la culpa de alguien, piensa, ¿cómo te sientes? Tienes que entender, comprender y mirar qué hacemos. Si me preguntas si de las situaciones que viven los niños tenemos que ver los adultos, claro que sí, pero no podemos cogerlo como yo soy el culpable y te juzgo a ti. Porque seguramente un papá no quiere que su hijo sufra eso, ni como víctima ni como victimario, porque los dos actores sufren.

La gente cree que el que sufre es la víctima, pero el victimario sufre una cantidad y peor, porque no habla, se muestra como el duro y la gente lo ve como el duro; pero por dentro, mental e internamente, está sufriendo muchísimo. Ningún padre va a querer que su hijo esté en ninguno de los dos papeles. Pero sí tienen que ver en la parte de educar.

Recordemos que todo el cerebro, y es lo que vimos en el congreso, que es la parte de la neurociencia, es mostrarles a las personas cómo lo emocional tiene un soporte neurobioquímico. Cómo mi comportamiento tiene un soporte bioquímico. Cómo el aprendizaje se da en este sitio del cerebro y tiene un componente neurobioquímico, o sea cómo es el funcionamiento que lo hace real.

Quienes hacen las modificaciones de esto somos los adultos. Si un profesor realiza con los niños un taller de expresión emocional, ¿qué está haciendo? Está modulando a niños de cuatro y cinco años para que cuando tengan ocho sean capaces de decirle “estoy triste, estoy aburrido, no me gustó”, y que la expresión no sea darle una patada al compañero o gritarle a otro, porque tuvo la capacidad de pararse al frente y decirle a la profesora que eso no le gustó.

¿Quién educó ese cerebro para que hiciera eso? Nosotros, un docente, a partir de los tres o cuatro años, cuando se despiertan las emociones, y eso te previene de lo que viene en el futuro. La premisa es: si nosotros tenemos niños felices y educados, de tal manera más adelante habremos generado adolescentes más sanos y adultos muchísimo más sanos.

¿Cómo se empieza a educar ese cerebro?

La primera parte es conocer. No puedes entrar a algo si no lo conoces. Tienes que conocer y saber la gravedad de lo que es esto. Porque no es decir que el acoso escolar es cuando alguien se mete con el otro y ya. Sí, pero acá hay muchas cosas que hay que conocer. A los papás hay que mostrarles, por ejemplo, la realidad de lo que ocurre, las consecuencias, porque dolorosamente las personas aprenden primero por lo más terrible y ahí pueden echar para atrás. Es como si necesitaran que los asustaran. Porque si le empiezas diciendo al papá: Bueno, vamos a hacer la terapia del amor, como si fuéramos John Lennon, el papá dirá “para qué, tengo que trabajar”. Pero si le decimos al papá: Mire, señor, estas son las estadísticas que tenemos ahora, se están suicidando niños por esta situación, ¿qué harán los papás enseguida? Se asustan.

¿Y en las escuelas y colegios?

Pueden adoptar reglas. Decir, por ejemplo, este colegio tiene la siguiente norma: acá se hacen talleres donde se promocionan las relaciones entre padres e hijos y usted tiene la obligación de venir, tal cual como la matrícula, porque también estamos educando no solo cognitivamente, sino emocionalmente. Es como si tuvieras una materia de las emociones. Póngale el nombre que quiera, pero el fondo y el sustrato tendría que ser algo así, y si el colegio le da la importancia y eres capaz de presentar la importancia al otro, tienes con qué trabajar. Hay que darle importancia para que los papás les den importancia. Y estos tienen que asumirlo. Este tipo de situaciones son las que inicialmente tienen que darse para comprometer a los papás. Es mostrarles el problema, la situación. Es decirles que el colegio tiene esto como parte de su misión, de su visión, de su objetivo y de su filosofía. Y si usted no está de acuerdo con esta filosofía, usted no puede estar aquí.

¿Y luego que se les muestra esa realidad?

Cuando hablo de la parte del conocimiento, aquí ya hay autores, y no son de ahora, que han escrito sobre la parte pediátrica elemental. Lo que los autores rescatan es cómo son de importantes y cómo se dan esas figuras de relaciones de los padres con los hijos, que es toda la parte del vínculo del apego, del lazo afectivo que tú generas con una persona y en el caso con los hijos hay mayor necesidad, mayor dependencia.

Cuando uno revisa todo eso te das cuenta que todos esos autores muestran qué importante es estar ahí, cómo estar ahí, la calidad de tiempo que le dedico y si no tengo tiempo a quién escojo que me supla a mí para estar al lado de mi hijo que sea capaz de generar ese vínculo sano con él. Todos tenemos defectos, pero estamos buscando que el vínculo sea sano, que el niño tenga la capacidad de saber que “mi papá y mi mamá se fueron a trabajar pero vuelven por mí”. Porque a veces llegan y cuando llegan lo hacen gritándome, regañándole. O sucede que me dejan con una figura que me ejerce una autoridad a través del castigo físico y del castigo verbal. Todo esto genera un caos mental en él. Todos esos aspectos son básicos y se toman en cuenta en los primeros siete u ocho años de un niño: si es un papá o mamá que no pudo estar, la calidad del tiempo, qué se hace durante ese tiempo con ellos. Lo que se espera es darles yo como adulto seguridad, no botarles a mis hijos los problemas que yo tengo. Que mi hijo no se convierta en el que escucha los problemas que no puede resolver: que si no hay para pagar la luz, o para la comida… ¿Qué puede hacer un niño de tres o cuatro años con eso? Usted lo inunda, y él ni es terapeuta ni va a salir a conseguir la plata. A él le corresponde ser niño, no grande. Las funciones que le tocan son muy claras: estudia, come, duerme y juega. No puede más, es que no tiene con qué más. Los papás tienen que estar sintonizados. ¿Qué tiene que hacer mi hijo en este momento en la vida? No son ni los terapeutas ni los solucionadores de problemas de ellos (de los padres).

¿Cómo incide todo esto que ha explicado en el acoso escolar?

Está estudiado y visto que cuando los niños tienen experiencias e ideas negativas hay una alteración en el sistema nervioso que está en formación. ¿Qué pasa? Los niveles de serotonina disminuyen en la corteza frontal; y la parte del hipocampo, que tiene que ver con el aprendizaje y la memoria, también se altera, y se altera porque el cuerpo segrega una hormona, cortisol, que es la hormona del estrés. Si este niño de a poquito está recibiendo una dosis por así decirlo de experiencias vividas negativas, como un grito, una palmada, una mala expresión, usted está ejerciendo un estímulo en ese cerebro. Y este cerebro no va a ser el mismo que el de un niño que no ha recibido esa agresión. Esto se traduce en que usted va a tener un niño con baja autoestima, con problemas de rendimiento académico y si esto sigue creciendo va a tener un niño deprimido. Y este niño será el candidato perfecto para ser víctima de 'bullying', porque es un niño inseguro, inestable, que no tiene una figura paterna o materna interna que lo represente, este es el candidato perfecto para ser la víctima del 'bullying'. ¿No hiciste la tarea? Un correazo. ¿Te portaste mal? Un grito.

¿Podría también ser el victimario?

Sí, puede hacer cualquiera de los dos papeles. Él agrede porque eso es lo que ve; o también puede hacer el “yo agredo porque en mi casa me tienen a mí como el débil, como el que no sirve, el inútil, al que maltratan, y llego yo voy al colegio y lo que hago es estar lleno de rabia y volteo todo”. Y los volteos son mecanismos de esos que hacemos los seres humanos -y que todos los seres humanos hacemos indirectamente. ¿Entonces qué hago? Mi debilidad se la pongo a otro, y voy y lo ataco para sentirme grande, porque no tengo otro espacio donde sentirme grande. El mecanismo es ese: “yo proyecto en ti mi debilidad, y voy y te ataco. En el aula y los pasillos del colegio me voy a ver superior”.

Pero él necesita a alguien que juegue ese papel para sentirse superior, para tener reconocimiento, lo cual no es sano. Tú tienes que tener tu reconocimiento solo, no necesitas de otro para que te reconozca. Quienes tienen que reconocerte en los primeros años son tus papás, para que tú te puedas reconocer luego en la vida.

¿Cómo recomienda trabajarlo?

Cuando hablamos de acoso escolar hay tres actores: el niño víctima, el victimario y el público. Es una tríada. El victimario necesita público. No puedes pensar jamás que en una tríada no trabajes con los tres, porque si no el acoso no desaparece. Es imposible. ¿Me vas a decir que sólo vas a llevar al que ves con las lágrimas, que es la víctima? ¿Y qué vas a hacer con los otros? No estamos hablando de que el acoso sea de Carlitos, que la víctima de la situación fue Carlitos. No. Es que puede ser cualquiera. Entonces tienes que trabajar los tres actores. Una cosa es la parte preventiva, y otra parte es la de tratar cuando ya se dio, cuando hay un sufrimiento que tiene que recibir tratamiento y tiene que ver con salud mental. No vale darle una pela, sacarlo tres días del colegio. No sirve para nada. Con esto lo que se está haciendo es un reforzamiento de lo que está pasando erróneamente en la psiquis de este niño.

Los maestros y directores del centro podrían alegar que no son responsables del comportamiento del infante.

Aquí a veces los que hacen de público son el colegio y la directiva. Si me preguntas cómo, pues así como lo estás diciendo. Es tan terrible el rollo que me hago a un lado. Y también hay intereses, porque resulta que el victimario es el hijo del señor que hace más donaciones acá, o es el líder en Matemáticas, o el monitor de tal cosa. Entonces hay una tergiversación de valores. O el colegio tiene una posición de que el que sea más fuerte gana. Acá tienen que trabajar los tres y tiene que haber un tratamiento de profesionales cuando está instaurado. Pero si tienes claro que es un acoso escolar, no se puede quedar solamente tratado así, porque cuando te hablo de que hay 'bullying' instaurado es que ya la víctima tiene síntomas.

¿Cuáles síntomas presenta?

Depende de la edad. Un niño que sufre 'bullying' entre los cinco y seis años no se te comporta igual que uno de entre ocho y nueve. El niño de cinco años no te lo va a expresar porque su base estructural de pensamiento todavía se está formando. Él empieza con “tengo dolor de estómago, tengo dolor de cabeza”. Es una somatización, se inclina por pasar al cuerpo el dolor psíquico que están pasando, entonces comienza a desfilar por todos los médicos y nunca le encuentran nada.

El acoso es delicado en todas las etapas del desarrollo. Hay una línea difícil de percibir pero realmente no es opción que un padre piense que es un asunto pasajero y que el niño aprenderá a defenderse, porque es peor lo que le puede esperar adelante y los papás cuando piensan así no alcanzan a medir la dimensión.

Siempre les pongo este ejemplo para que se ubiquen. Les digo: Si usted va a su trabajo y tiene un jefe que todos los días le molesta y lo insulta, ¿qué hace usted? Todos los adultos responden: “Me voy, me largo. Boto el trabajo”. No hay uno que diga que se queda allí. ¿Qué hace un niño? No puede decir que se va del colegio, tiene que esperar a que el papá y la mamá se sintonicen con él, que le crean a él y mientras tanto cuánto tiempo pasará, cuánto tiempo aguantará ese niño sin tener las herramientas ni los mecanismos que tiene un adulto para poder tolerarlo. Porque yo como adulto digo me paro de aquí y me voy, ¿pero qué hace un niño de cinco o nueve años?

Entonces cuando habla de educar el cerebro, nos confirma, no hace referencia a un trabajo personal, sino a un trabajo en conjunto…

A una alianza. La palabra alianza puede incluir la palabra trabajo. ¿En la alianza quiénes estamos y quiénes deben estar? La familia y la directiva del colegio. En la familia están incluidos los niños. Y también pienso que el servicio médico tiene que estar ahí, porque la parte de salud mental les mostrará lo que está pasando y lo que puede pasar más adelante. Si no pueden tener un médico en el colegio, no importa, pero el acceso al profesional y al conocimiento sí hay que tenerlo; conocimiento para prevenirlo. Es una alianza entre todos los que pensamos en niños y adolescentes. Y están las situaciones que se viven en la familia y la formación en valores. Llámalo como quieras, la idea es que puedas establecer y los padres establezcan los vínculos más sanos posibles con sus hijos; las tendencias (religiosas) no importan, lo importante es que sean niños sanos.

Si los padres vienen de experiencias negativas, ¿qué sacrificio deben estar dispuestos a asumir para enfocarse en los niños y evitarles situaciones de acoso escolar?

Los humanos tendemos a repetir. Yo repito lo que de mi familia viene. Más allá del sacrificio el papá tiene que entender que esa no es su vida, y que siempre aspiramos a que nuestros hijos sean mejores que nosotros. Como papá tengo que ser consciente, no egoísta, decir yo corto esto aquí para que esta historia no se repita. Estoy convencida que si le explicas a un papá científicamente toda la parte emocional, los papás te captan y te cogen la idea.

¿Cuáles profesionales participarían en este proceso?

Ese trabajo lo puede hacer un profesor, un psicólogo, pero tiene que ser vendido así, no ser vendido como si fuera una revista de vanidades: “Aquí están los tips para tal cosa”. La salud mental, la salud emocional no es una revista de tips, es más profunda. Es importante que estos profesionales no sean superficiales, que sean conscientes y sensibles.

Y para los medios de comunicación, ¿alguna recomendación? En el caso de los medios, lo que ustedes dicen tienen una influencia grandísima. Yo entiendo que hay noticias que pueden vender, porque mueven aspectos psíquicos del ser humano como la curiosidad; pero en adolescentes y niños hacen muchísimo daño. Si coloco la noticia de que este niño se suicidó, prepárense para lo que viene después, porque va a venir una cadena de suicidios.

El medio se podría defender diciendo que al fin y al cabo se trata de una noticia.

Pero está la parte humana. Porque se trata de una población que no tiene la suficiente estructura mental para manejar eso, te estás enfrentando a ellos. Es más, hay adultos que están mal, que piensan “se suicidó aquel y le funcionó, por qué a mí no, y va y se mata”. Se llama suicidios en cadena. De eso hablábamos en el congreso. El suicido no es un salto al vacío. El que se suicida da claro aviso de que se va a suicidar y tú no se lo has leído, y nadie se lo ha leído. Hay un espectro suicida, ¿y qué significa? Es como si dieras unos pasos para suicidarte. Está primero la idea suicida, luego está la amenaza o gesto suicida (amenazo verbalmente con que me voy a hacer algo o sencillamente me hago una laceración, no una flebotomía); después hago un intento de suicido, que puede ser fallido. Mira todo lo que ha recorrido este personaje hasta llegar a un suicido consumado.

Las personas, los niños y adolescentes pasan por ahí. Cuando un medio de comunicación muestra que este se mató, se colgó, algo así, y hay un personaje que está recorriendo ese proceso y que de repente iba por la idea suicida, puede volar al suicido consumado. Porque esto no tiene días, no tiene parámetros de horas ni de tiempo. Pero sí puede pasar que, antes de que llevara la idea a la amenaza, alguien intervino, alguien apareció en su vida y lo evitó. O antes, entre la amenaza y el intento de suicido, el estudiante habló con un profesor, estuvo con un psicólogo o con un psiquiatra y lo evitó, lo sacó de allí.

¿Cuál es el riesgo de que estas ideas se gesten en el aula debido al acoso?

El riesgo del aula es que los profesores puedan ver cuándo un niño corre ese peligro. Nuestro deber es alertar a los profesores para que lo que nosotros vemos desde la parte clínica, ellos lo vean en el salón. A mí como profe me tiene que llamar la atención que Carlos cambió de comportamiento de la noche a la mañana. Que de ser un niño responsable y tranquilo, de un momento a otro se volvió hiperactivo, necio, que no hace caso. Si de pronto hace un intento de suicido en el colegio, al profesor le queda la lectura de que Carlos había cambiado. Y si llama a la casa, resulta que Carlos no estaba durmiendo ni estaba comiendo bien.

Lo primero que debe tomar en cuenta cualquier profesor sin tener mucho conocimiento de lo que hablamos es que mi alumno cambió. Lo mínimo: mi alumno cambió. Yo con eso tengo una alarma para averiguar, para sentarme, para indagar. Y te puedes encontrar con que uno de los padres viajó y no volvió, que hay antecedentes suicidas en la familia, que el niño viene sin comer sin dormir.

Lo del riesgo suicida es eso: veamos dentro del aula escolar qué comportamiento me están dando, lo que nosotros llamamos equivalentes depresivos. Los síntomas de depresión en los adultos están bien estructurados, pero los síntomas de depresión en niños y adolescentes tienes que inferirlos de la observación. Un niño con dolor de cabeza te puede estar diciendo “estoy estresadísimo”. El niño lo que está pensando es que mi mamá y mi papá se están separando y yo qué voy a hacer, me van a dejar solo. Esa idea crece y el niño que ya tenga un componente de posibilidad, me gotea aquí. Y tú no leíste el dolor de cabeza. El niño faltó al colegio cinco o seis veces y lo pasaste por alto porque te dieron la certificación médica y ya. El riesgo suicida es eso, yo leo en el salón lo que me da un niño, la posibilidad de ver ese comportamiento, y me alerto, muevo a la familia para que busque el quipo de salud.

En los últimos años han aumentado las campañas contra el acoso escolar. ¿Han contribuido a disminuir los casos?

Lo que pasa es que los resultados se verán más adelante, en tres o cuatro años. La campaña trabaja la parte preventiva. La prevención la estás haciendo, los resultados los vas a ver en cuatro o cinco años. Por ahora tienes estadísticas que demuestran que está incrementándose, que el suicido se está incrementando, que es la segunda causa de muerte (entre adolescentes y jóvenes, según la Organización Mundial de la Salud). Pero si ese niño ahora está trabajando la parte de prevención, esa pregunta la podemos contestar en tres o cuatro años, porque esta población va a crecer, y se están educando esos cerebros para que no les pase eso.

En sus conferencias insiste siempre en que los centros educativos otorguen la misma importancia tanto a la parte cognitiva como a la emocional.

Hay algo importante que cada día se está estudiando y reevaluando, y es que los seres humanos no solamente somos una parte cognitiva. La única función mental que tienes en el cerebro no es la inteligencia. Tienes también otras funciones mentales: la memoria, la atención, el pensamiento, los estados de ánimo. Con todas esas funciones vitales superiores puedes salir adelante. Obviamente no estamos hablando de niños con discapacidad mental. La parte emocional que estamos trabajando en este momento es tan importante como la parte cognitiva. En los colegios nos afanamos con todo eso de que tienen que aprender a leer, a escribir, conocer matemáticas… Los niños a los tres y a los cuatro años no están en este plan, cuando mentalmente la parte del estudio la puedes empezar perfectamente a los seis años. Si te das cuenta, en los colegios europeos, los niños de tres años no están con el plan de que dibujen, el plan de ellos es que van a la escuela a pasarla bien. En ese “pasarla bien”, créeme, cada actividad está buscando objetivos. La idea es esta: niños sanos, adultos felices. Niños felices, adultos sanos. En Europa hay una filosofía de que los niños no madrugan para ir al colegio, y tienen toda la razón, porque hay que respetar el ciclo de sueño de los niños, que debe ser de nueve horas. En muchos países los niños no duermen nueve horas; duermen seis, porque el transporte pasa a recogerlos a las 5:00 de la mañana.

Perfil de Liliana Betancourt

Es especialista en psiquiatría infantil y adolescente, con un Máster sobre Intervención ABA en autismo y otros trastornos del desarrollo. Es la coordinadora de Salud Mental Infantil del Instituto Roosevelt de Colombia, psiquiatra forense del Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses y docente en el Fellowship de Psiquiatría de Niños y de Adolescentes de la Pontificia Universidad Javeriana de Colombia.

Tríada. El acoso escolar tiene tres actores: el niño víctima, el victimario y el público. Para que el acoso desaparezca, hay que trabajar con los tres, explica Betancourt.

Formación. Si tenemos niños felices y educados, de tal manera más adelante habremos generado adolescentes más sanos y adultos muchísimo más sanos, dice la médico psiquiatra Liliana Betancourt.

Perfil. Liliana Betancourt es especialista en psiquiatría infantil y adolescente y coordinadora de Salud Mental Infantil del Instituto Roosevelt de Colombia.

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