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REALIDAD Y FANTASÍA

Las pociones de mi factotum

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María Cristina De CaríasSanto Domingo

Enfermarse no es divertido, pero Emma es una barrera formidable contra cualquier desequilibrio o desazón del cuerpo o del alma.

Desde que comencé a dar signos de estar quebrantada de salud, mi fiel cocinera se apresuró a prepararme un té. Me lo llevó a la cama advirtiéndome que era una receta de su abuela y que era capaz de curar hasta el “mal de amores”. Le agradecí el mejunje y me lo tomé sin decir ni esta boca es mía. La verdad es que estaba sabroso. Con un toque de clavo y canela, mezclado con miel, limón y jengibre, resultaba agradable y reconfortante. Como estaba muy caliente, me quemé algo la lengua, pero no rechiné. Suspiré de satisfacción, me arrebujé y me hice la dormida. Mi fiel cocinera salió con su bandeja, en puntas de pies, para no despertarme. Volvió al rato, pero yo sentí sus pasos y guardé el libro bajo las sábanas para continuar haciéndome la dormida.

A la media hora retornó, cargaba una bandeja con un gran vaso, este contenía un líquido entre verde y amarillo. La recibí con una sonrisa. Ella me tocó la frente con su mano suave y cálida. Luego me invitó a ingerir una mezcla de lulo, miel y naranja, recomendado por la trabajadora de mi vecina. Como tampoco sabía nada mal, lo bebí entero para satisfacción de mi enfermera improvisada. Después, se dispuso a contarme los chismes de la mañana, había estado en el colmado y en la farmacia en lo que yo fingía dormir. Así seguimos hasta que el doctor me dio de alta, tres días después, ella muy satisfecha por su labor cumplida y yo curada y agradecida...

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