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MEMORIAS DE VIAJES

Cada lugar provoca muy distintos recuerdos

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Carmenchu BrusíloffSanto Domingo

La memoria es invisible y voluble, pero la fotografía que hoy día tan fácilmente puede uno tomar con un teléfono celular permite traer al presente los recuerdos del ayer, en especial aquellos que a viajes se refieren. Acostumbro, eso sí, hacer anotaciones de los sitios que visito: qué veo, qué escucho, qué almuerzo, por dónde deambuloÖ Y de algunos de esos reportajes de viajes, publicados por mí en LISTÍN DIARIO, traigo de vuelta esta noche, cuando ponga en circulación un libro de recuerdos, anécdotas, vivenciasÖ “Retazos de una vida”. Si bien los temas son muchos, ya en la segunda página traigo a colación lo que fue tema de mi primera columna de viajes en la sección La Vida: mi primer viaje; de Francia a España, siendo bebé, y mi primer viaje trasatlántico, a los dos años. Recuperar recuerdos es como vivir dos veces los mismos hechos. En este libro, que hoy presento en compañía de familiares, amistades y gente cercana, con amplios reportajes de viajes, publicados in extenso mucho antes que naciera la columna Memorias de Viajes, vuelvo a percibir las mismas sensaciones, tal como si volviese sobre mis pasos para visitar el Vaticano, donde el despliegue de arte a veces compite con la religiosidad; o realizar otra vez un viaje de 8 horas en tren desde Helsinki a Leningrado, cuando aún no había caído la URSS, y luego, volar hasta Moscú en cuyo hotel disparé por error la alarma del ascensor. Al salir, me esperaba un hombre con un truño en la cara. Encogí los hombros y me fui sin decir nada. Además, no le hubiera entendido. Fresca entre mis vivencias ha quedado la emoción de asistir a una misa ofrecida para los indígenas en la lengua quiché, en Chichicastenango, Guatemala. Éramos solo dos extranjeras (mi madre y yo) en un templo repleto de fieles nativos. En estos viajes, que en el transcurso de tantos años, me han llevado por distintos destinos, está un espacio dedicado a Nueva York. Pero no es el de la ciudad de los rascacielos, por la que tanto me gusta deambular, sino el de una cueva en el estado de Nueva York: las hermosas Cavernas de Howe. Para conocerlas descendimos 156 pies. Pasamos frío, pero valió la pena. En “Retazos de una vida” podrás, desde una mecedora, conocer sus bellezas.

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