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ÚLTIMO ADIÓS

Teresa, la del país de la caricia

Menuda, de voz apacible, sonrisa dulce y serena, ojos vivos e inquebrantable voluntad de acero… así recordamos a Teresa. No la de Ávila, sino la nuestra: Teresa Valentí Battle, la religiosa española de las Misioneras de Cristo Jesús que llegó a República Dominicana en 1990, se amigó, se instaló, y se enamoró de esta media isla hasta hacerla suya. El país de la caricia, le llamó.

Conoció a más dominicanos que cualquier dominicano.

Ayudó a multitudes, ya fuese compartiendo con los enfermos, excluidos y desamparados lo poco o mucho que recibía, o acompañando espiritual y psicológicamente a quienes acudían a ella en busca de orientación y consuelo.

Religiosos y laicos, ricos y pobres, criollos y extranjeros, todos eran bienvenidos y congregados en una comunidad ecuménica muy especial.

Cuando se proponía una cosa, nada la detenía. Se metía por el ojo de una aguja. Rompía cercos policiales para acercarse a quien fuese a fin de solicitar ayuda para algún necesitado. Tocaba puertas, escribía a quien tuviera que escribir. ¡Jamás la vimos darse por vencida! La Teresa nuestra evangelizó con su pluma, su ejemplo y su palabra. Así lo atestiguan sus libros, los incontables artículos publicados y las personas, ¡tantas!, que fueron tocadas por su celo apostólico. Incluso en su lecho de enferma se las ingenió para dictar y revisar los escritos que remitía religiosamente al Listín Diario y a diversas revistas y publicaciones del país. Su último artículo fue para el domingo 5 de julio, días antes de ser internada en cuidados intensivos por última vez.

Nuestra Teresa repetía una y otra vez que deseaba morir en “su” país de la caricia. No fue posible. La enfermedad se hizo larga y en España tenía acceso a todos los servicios de salud que requería. Nos cuentan que cuando el final se le hizo inminente, pidió ser llevada a casa para morir rodeada de sus hermanas de congregación. Así partió al encuentro del Padre, en paz, escuchando las canciones de adoración y alabanza que tanto le gustaban. Su legado a nuestro país y al mundo es inmenso, como inmenso fue su amor por su Señor y los pobres de la tierra. Teresa: nunca te fuiste del país de la caricia. ¡Nunca te irás! Eres parte intrínseca de esta tierra que tanto amaste y que tanto te amó. Vivirás en nuestro recuerdo, en los corazones agradecidos, en la tierra fértil, en la cálida brisa, en el anchuroso mar que tanto te gustaba… y por supuesto, en aquellos versos de tu homóloga de Ávila, que no podremos cantar ni recitar sin que te hagas presente: Nada te turbe, nada te espante/ Todo se pasa, Dios no se muda/La paciencia todo lo alcanza/Quien a Dios tiene nada le falta/Solo Dios basta. ¡Descansa en paz y gozo en los brazos de tu amado Señor, Teresa del país de la caricia!

En memoria de Teresa Valentí Batlle, misionera de Cristo Jesús (Por la Comunidad Laical de Misioneros de Cristo Jesús en República Dominicana).

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