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Personaje

Vivencias a los 90

Con nueve décadas a cuestas, Persile Ayanes Pérez Méndez es escritor, dirigente clubístico y abogado. Con una piel tersa, la espalda erguida, la voz y las manos firmes y la memoria intacta, acaba de escribir su último libro.

El libro. Es prologado por José Rafael Vargas, y será puesto a circular el próximo viernes tres de julio, a las 7:30 de la noche, en el cine-teatro Don Bosco de Moca. También será puesto a circular en Santo Domingo.

El libro. Es prologado por José Rafael Vargas, y será puesto a circular el próximo viernes tres de julio, a las 7:30 de la noche, en el cine-teatro Don Bosco de Moca. También será puesto a circular en Santo Domingo.

A los 75 años se casó en segundas nupcias tras enviudar de la que fue su esposa por 48 años. A los 84, visitó la Acrópolis de Grecia. A los 85, subió a Machu Pichu, en Perú. “La altura no me hizo daño porque desde que llegué estuve bebiendo té de coca”, explica con una sonrisa. Ahora tiene noventa años. Nos referimos a Persile Ayanes Pérez Méndez, quien será juramentado como presidente del Club de Leones Santo Domingo- Naco y concedió esta entrevista para anunciar la puesta en circulación de su tercer libro. No es todo.

Su piel luce tersa, la espalda erguida, la voz y las manos firmes y la memoria intacta. Tanto, que le ha permitido escribir, tan solo halando de sus recuerdos, el libro “Mis vivencias en Moca”. En él describe lugares, relata anécdotas y acontecimientos ocurridos hace alrededor de 65 años.

Es un hombre excepcional. El día en que nos concedió esta entrevista tenía una agenda que no parece corresponder a un bisabuelo. En la mañana subió a estrado con su toga de abogado para defender un caso. “Me retiré, y mi hijo quedó a cargo, pero me mantengo en algunos casos de amigos que tienen muchos años”, dice para explicar su dilatado ejercicio como jurista. Al bajar de estrado, en la tarde, concedió esta entrevista para hablar sobre su libro y, mientras tenía lugar la grata conversación, miraba de reojo el reloj, es que le esperaban en dos actividades sociales a las que acudió en la noche.

¿El secreto para poder mantener ese ritmo a los 90 años? Dice que, como es un hombre de fe, decidió no preocuparse. Confía en Dios y su hijo Jesús. Por eso, nunca tomó en cuenta la precaución de andar con una medicina que contrarrestara los efectos que podrían causarle una picada de abeja, según le advirtió un médico hace muchas décadas. Ocurre que, camino al trabajo, fue picado por un insecto de estos y se hinchó de tal manera que parecía un monstruo. “Mi mamá fue a buscar un médico y le dije a unas parientes que estaban en casa que me rascaran porque me picaba todo el cuerpo. Al ver cómo me miraban, pensé que pasaba algo, así que me paré y, cuando vi el espejo, parecía un monstruo”.

Relata que le tomó unos trece días volver a su estado normal. El médico le advirtió que debía andar siempre con una inyección de adrenalina y bebérsela, de inmediato, si le picaba una abeja. Pero con una sonrisa confiada, confiesa que nunca lo hizo y tampoco ha evadido las abejas. “Soy un hombre de fe, creo en Dios y en su hijos Jesús”, insiste.

Sobre sus hábitos de vida, algunos son poco usuales. Nunca ha conducido un vehículo de motor. “He sido un gran peatón y no he tenido que enfrentarme a la angustia de tener que conducir”. La razón por la que no se interesó en aprender es que perdió la visión de un ojo a muy temprana edad, debido a una enfermedad y, por ello, no tiene visión periférica.

“No iba a arriesgar mi vida y las de otros”, explica sobre su renuencia a tomar un guía. Tampoco come cebolla ni bebe leche. Jamás ha fumado, pero baila, junto a su esposa, todos los viernes. Además, disfruta leer y escuchar música; tiene un cuarto solo para eso, aunque asegura que apenas sabe tocar la puerta. Agradece al profesor César Rojas, quien le inculcó el amor por la lectura y la buena música. Se define a sí mismo como un buen lector, pero mal estudiante. Señala que le tomó nueve años hacerse bachiller, pero en eso también su caso es particular. Hizo dos bachilleratos, uno en filosofía y letras y otro en ciencias. Este último para ingresar a estudiar la carrera de Derecho de la cual se graduó. Lo curioso es que sus primeros trabajos fueron como agrimensor. De hecho, uno de sus sueños era ser arquitecto, pero ya tenía familia. Se casó en Moca con la profesora Mercedes Núñez Santos, a quien todos llamaban Titá, y que, luego de que emigraran a Santo Domingo, se convirtió, en una prestigiosa profesora, primero en el Luis Muñoz Rivera y, luego, en el colegio Santa Teresita.

Sin arrepentimientos Le pregunté si alguna vez se arrepintió de haber tenido que estudiar Derecho, dice que no. “Nunca me he arrepentido de nada”, asegura.

Don Persiles ha dedicado gran parte de su vida a los clubes de leones, donde ha sido directivo y charlista, y tiene el aval de ser el primer dominicano que alcanzó la posición de miembro de la Junta Directiva Internacional del Club de Leones. Al leonismo le debe haber conocido 18 países, en varios continentes, y a su segunda esposa, la contadora pública Josefa Marcano Nicolás. “Nos casamos en una plenaria del Club de Leones”. Sobre el leonismo trataron, también, dos de los tres libros que ha escrito de manera individual: “Leonismo es fe en la convivencia humana” y “Conferencia de otoño”.

¿De dónde le surgió la idea de escribir un libro sobre sus vivencias de hace tanto tiempo? Según cuenta, fue por sugerencia de un sobrino. “Mi sobrino Luis Quezada insistía en que debía escribir mis memorias de cuando viví en Moca”.

Dice que decidió escribirlo y todo está hecho a base de sus recuerdos. Admite que tiene una memoria prodigiosa. A don Persiles le tomó dos años de trabajo redactar la obra que abarca 25 años, desde 1925, cuando nació en Moca, hasta enero de 1951, fecha en que, por razones de trabajo, emigró hacia la capital.

Ante la pregunta de si fue difícil reconstruir hechos ocurridos hace tantos años, responde que fue fácil. Explica que la obra está estructurada en quinquenios, períodos de cinco años. “De 1925 al 30; del 31 al 35; del 36 al 40; del 41 al 45 y del 46 al 50”.

En la obra narra su niñez y hechos trascendentes en su vida, como el nacimiento de su primera hija, la pianista Catana Pérez viuda Cuello, quien fue directora del Teatro Nacional. También, cuando se enamoró de su primera esposa y los acontecimientos que transcurrieron durante ese cuarto de siglo en el país y en el mundo, entre los cuales se en encuentran la Segunda Guerra Mundial y la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo, incluidos sus asesinatos.

Por supuesto, también su amor por la lectura, que se inicia con LISTÍN DIARIO. “Cuando tenía siete u ocho años, mi papá, que tenía un negocio donde se vendía el periódico, me mandaba a recibir el carro correo que traía el Listín, que llegaba las once de la mañana. Allí yo me ponía a leerlo. En esa época traía boletines y tiras cómicas. Esa fue mi primera lectura”.

Dice que su objetivo con “Mis vivencias de Moca” es recrear un pueblo, que ya no existe, y sus personajes: desde los más humildes hasta los más encumbrados, ya olvidados por el tiempo. También recoge apellidos de familias ilustres. Y datos curiosos como el de un árbol de anacahuita que se cayó y entonces fue cuando más floreció, convirtiéndose en un símbolo del pueblo mocano.

Un hecho singular, que también recoge la obra, es cuando el río Moca se “incendió”. “Babito Pacheco conducía un tanquero que se viró en el puente. En el río había mujeres lavando y tenían fogones prendidos, entonces, la gasolina se juntó con el agua y con el fuego y el río se incendió. Es el único río de República Dominicana que se ha incendiado. Recuerdo que muchos curiosos fuimos a ver aquello”.

Otro de los acontecimientos que mantiene vívido en su recuerdo es cuando llevaron a Moca el cadáver de Enrique Blanco. “Yo no vi el cadáver, pero sí alcancé a ver al supuesto matador, que estaba fumando en una ventana. Se decía que Enrique Blanco se suicidó, que no lo mataron, porque su supuesto matador no tenía el valor para hacerlo”. Don Persiles cree que Enrique Blanco se suicidó.

Recuerda la dictadura de Trujillo en la cual no fue perseguido pero alguna vez estuvo “bajo sospecha”. De esta rememora en su libro los crímenes contra mocanos como el primer asesinato del régimen: el de Elisio Pacheco, tiroteado por la espalda mientras estaba en un restaurante con unos amigos. Ha visto transformarse el mundo: del horror de la dictadura, la sociedad pasó a sufrir otros males. “Nosotros no conocimos la droga, de eso ni se hablaba”. Pese a todo lo que le ha tocado ver, la suma de su vida es positiva.

Familia. Tiene cuatro hijos propios: Catana, Ricardo Ayanes y Pericles Persiles Pérez Núñez. Además, su hija de crianza Luisa Quezada Pérez. A los hijos propios se sumaron dos que son de su esposa, Elianni Josefina y Karen Paola Quezada. Don Persiles tiene seis nietos y un biznieto.

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