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CREATIVIDAD

Una casa museo

EN LA MANSIÓN DE TIBURCIO, LAS PUERTAS, VENTANAS, SILLAS Y CAMAS SON OBRAS DE ARTE

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Abel Guzmán ThenSanto Domingo

BONAO.- Pocas personas se habrán preguntado cómo se sentirían viviendo dentro de una escultura. Para el artista plástico Cristian Tiburcio la respuesta es como vivir en un sueño hecho realidad pieza por pieza. Aunque es un anhelo de toda la vida, desde hace siete años Cristian viene erigiendo su hogar como una imponente escultura en la que hace gala de su creatividad y talento artístico. Fue de los primeros pintores graduados en la escuela artística de la Fundación Cándido Bidó y no niega la influencia que este maestro de la plástica nacional ha marcado en su estilo pictórico. “Si vemos la puerta es como si fuéramos a entrar a la casa de Frankenstein”, expresa el maestro de la pintura dominicana Candido Bidó, quien ha hecho suya esta obra. Tiburcio cuenta que Bidó fue quien le animó a aprovechar miles de pedazos de cerámica que tenía como desperdicio en el patio de su casa, y a partir de allí se inicia la historia de la obra. Al mismo tiempo, el maestro de la pintura criolla es el principal promotor de la casa de Tiburcio, y se la muestra a cada visitante que llega a su Fundación Bonao para la Cultura. Con la ayuda de un arquitecto que le diseñó el cajón o base de la casa, ha ido diseñando sobre la marcha los murales y esculturas. En esta “casa escultura” o “casa museo de Tiburcio”, como prefiere llamarle su autor, todo es una obra de arte: la puerta, las ventanas, la cocina, el baño, las sillas y las camas. La casa todavía no ha sido inaugurada y el proyecto apenas está en una cuarta parte. Las paredes son murales diseñados con trozos de cerámica y mosaico, que puestos cuidadosamente, denotan una fina combinación de ingenio y sensibilidad artística en la que su autor no ha perdido la hilaridad de la inspiración con que las concibe. La “Casa museo de Tiburcio”, un monumento al arte en BonaoLa casa museo del artista plástico bonaense Cristian Tiburcio es un verdadero monumento a la ingeniosidad de un poeta de la pintura y escultura moderna con toques de provincia. Los colores resaltan la vivacidad del Caribe tropical, y dentro de la atractiva amalgama sobresale el azul como signo indeleble de la admiración hacia su maestro Cándido Bidó. No cobra un centavo a los visitantes de este museo, a pesar de que cada pieza la ha puesto con su esfuerzo y parte del dinero que gana por la venta de sus obras. “Aquí no bien se vende un cuadro e inmediatamente se compra en piedra, en materiales y a seguir trabajando”, dice. A él se han acercado varias personas a buscar asesoría para levantar estructuras con un estilo similar. Esto le satisface porque le demuestra que el mensaje que quiere llevar con este diseño está calando: anunciar al mundo que se pueden hacer cosas infinitas con el arte, no solo plasmarlo en la tela sino llevarlo a todo lo que usamos en nuestra cotidianidad. La acogida que ha tenido su original creación le ha dado pie a proyectar su obra con una visión más ambiciosa de la que fue concebida en sus inicios. ProyecciónAhora vislumbra su casa como una gran plaza del arte y la cultura, con un perfil parecido al del museo y escuela de arte de Cándido Bidó. Cree posible que su ciudad natal Bonao siga creciendo como una provincia ecoturística y cultural. Tiburcio tiene en carpeta la construcción de un “jardín de esculturas” con flores y árboles diseñados en hierro, bronce y acero, además de animales nativos y exóticos impregnados del más convincente realismo que dé al visitante la impresión de que disfruta de un parque natural envuelto en todas las manifestaciones que implica el arte. Este jardín cultural contaría con una fuente de agua y una escultura de 30 pies de altura, además de un pequeño anfiteatro donde se presentarán obras y conciertos. En el balcón tiene planeado colocar una escultura de un violín gigante de acero, cerámica y piedra para mostrar la armonía que busca conjugar en su obra de arte. La casa tiene capacidad para otras dos plantas, las que coronaría con siete cúpulas. Más que un simple acto mecánico de idealizar y plasmar, Cristian Tiburcio es de los artistas a los que la obra siempre tiene que decirle algo, y hablarle al espíritu. “Si me pongo a calcular cuánto he gastado en levantar esta obra me pongo loco”, exclama. El tiempo dirá el enfoque que tendrá la obra, si como escuela de cultura o simplemente un museo, quizás una mezcla de ambos. Cristian Tiburcio ha participado en cuatro bienales de artes visuales en Santo Domingo, en dos ocasiones en la bienal de E. León Jimenes, en la que ganó el premio de escultura con la obra “La silla del brujo”. SU FAMILIAPara Lisbeth, su esposa, la entrada y salida constante de personas no ha significado una tarea tediosa en la limpieza, ya que al igual que Cristian ella vive el placer de ver cristalizada una meta. “Cuando se trata de arte uno no puede trazarse obstáculos. El arte significa muchos sacrificios pero el deleite lo compensa, eso se goza”. Cristian y Lisbeth, junto a sus hijas Azul y Crisli, parecen sacados de las figuras que serpentean las paredes del hogar e invitan a los curiosos a disfrutar de la gracia acogedora de su singular morada.

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