ACONSEJABA NO SER CELAR MARIDOS

Doña Alba Eneida murió a los 102 años, pero familiares no han podido registrar defunción por coronavirus

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Wanda MéndezSanto Domingo, RD

Sin velatorio y con la presencia de pocos parientes, tuvieron que ser sepultados los restos de doña Alba Eneida Reynoso. No hubo ningún tipo de ceremonia fúnebre por el protocolo de distanciamiento social que ha dispuesto el gobierno para evitar la propagación del virus en la República Dominicana.

Doña Alba Eneida murió a los 102 años, el domingo 5 de abril, luego de una operación a la que fue sometida por una obstrucción intestinal.

Debido a que los servicios de registro civil fueron suspendidos por la Junta Central Electoral (JCE) por el estado de emergencia decretado por el gobierno en el país, su defunción tampoco ha sido asentada.

De una clínica, donde murió, en San Cristóbal, el cadáver fue llevado directamente al cementerio, adonde llegaron menos de 20 parientes. Del camposanto, cada quien se dirigió a sus respectivas casas a pasar su pena.

Doña Alba Eneida fue una de las longevas que entrevistó Listín Diario, para conocer el secreto de su larga vida, como parte de la serie de reportajes “La Vida de los Centenarios”.

Vivía con dos hijos, Gladys y Domingo, en Sainaguá, San Cristóbal, en el Sur del país. Tuvo 11 hijos (uno murió pequeño), 35 nietos, 90 biznietos y 12 tataranietos.

En la entrevista realizada en noviembre del 2019, dijo que antes se podía tener muchos hijos porque había mucha comida. Y atribuyó la clave de su longevidad a vivir feliz y llevarse bien con su pareja y con su familia. Aconsejó a las mujeres que estén bien con sus esposos, que no los celen ni anden detrás de ellos.

Entierro rápido

Su nieto Yunior explicó las dificultades que tuvieron para enterrar a su abuela.

Indicó que en el centro médico donde murió elaboraron una solicitud de acta manual, pero señaló que no pudieron conseguir el acta de defunción, debido a la suspensión del servicio del registro civil por parte de la JCE, por lo cual solo tienen un documento que le expidió la clínica.

En una funeraria, donde la quisieron velar, inicialmente le informaron que solo aceptaban en capilla a 8 personas, que no pasen de 60 años ningunos. Yunior puntualizó que solo la hija más pequeña no excede de esa edad, por lo que no iban a poder asistir los demás.

Luego, la funeraria le informó que no era posible velarla allí, y le recomendó que de la morgue de la clínica la llevaran al cementerio, como finalmente lo hicieron.

El cadáver lo trasladaron en una guagua pequeña, y al entierro, según precisó su nieto, solo iban 5 personas, en 3 vehículos, aunque luego llegaron más, y se reunieron alrededor de 20, ya que se trata de una familia bastante larga.

“Luego cada quien se dirigió a la casa y cada cual tuvo que prácticamente pasar la pena y llorar su pariente en su casa. Nos queda esa pena de que la mayoría de la familia no pudo ver a la abuela ”, lamentó Yunior, quien junto a otros nietos se ocupó de los preparativos para el entierro.

Su hija Gladys, quien vivía con Doña Eneida, comentó que no fue fácil enterrar a su madre en esta circunstancia, ya que aunque estaban conscientes de la avanzada edad, aspiraban a celebrarle en noviembre los 103 años.

“Pero gracias a Dios que no fue del coronavirus, porque somos una familia grande y tuviéramos asustados, porque se complicaban más las cosas”, manifestó.

Rosalba, nieta de la difunta, no pudo llegar a tiempo al entierro, porque vive en la capital, y en el peaje la detuvieron por la prohibición de los viajes interurbanos.

“Fue bien difícil, en mi caso, que vivo en la capital, pude pasar el peaje rogándole a esa gente, porque no me querían dejar pasar, pero no pude llegar al entierro, solo pude ver el video que se hizo interno para su familia”, expresó. Solo dos de sus hijos estaban en el cementerio. La mayoría, eran nietos.