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Personas mordidas por perros cuentan sus experiencias

Personas mordidas por perros han quedado frustradas luego de enfrentar esos sucesos y en algunos casos pese al descuido con las vacunas no contrajeron la enfermedad porque al parecer fueron atacados por canes que no tenían la rabia.

Por lo menos en dos casos, de personas que ofrecieron sus testimonios a LISTÍN DIARIO, no se observó el protocolo de aplicarles las vacunas cuando el animal no puede ser localizado después de una mordedura, antes 13 y ahora cinco en total.

Vivo para contarlo José Ramírez, empleado privado, recuerda que ha sido mordido en dos ocasiones por perros, cuando tenía 9 años y luego siendo adulto.

Ahora con 54 años, refiere que en la primera ocasión su padre lo llevó al Antirrábico y como el perro pertenecía a un vecino fue posible darle el debido seguimiento al can. Sin embargo, afirmó que esa mordedura provocó que desarrollara un gran temor hacia esos animales, a los que suele esquivar cuando camina por las calles.

La segunda ocasión en que fue mordido -refiere- trató precisamente de esquivar un perro acostado en la acera, al salir de la casa de un amigo, adonde acudió a realizar una tarea conjunta de la universidad. “Cuando vi el perro dejé la acera y me tiré a la orilla de la calle, pero aun así me fue encima y me mordió en la pierna izquierda”, dijo.

Recuerda que acudió al Antirrábico, ubicado en ese entonces en la avenida Duarte de la capital, donde le inyectaron una antitetánica, curaron la herida y lo despacharon pese a tomarle los datos de las circunstancias y lugar en que sufrió la mordida.

Consciente del riesgo que corría, el mismo volvió al lugar para ver sin encontraba al perro que lo mordió en compañía de su compañero de universidad, pero no fue posible. “Estoy vivo para contarlo, debieron aplicarme todas las vacunas porque ese perro nunca apareció”, dijo tras referir incluso que la herida tardó mucho para cicatrizar, y que llegó a ponerse hasta sábila en la mordedura porque alguien le dijo que era efectivo para curar.

Despreocupada La joven Angie Hernández, de 27 años, recuerda que trotaba en el parque Mirador Sur hace dos años cuando en un área donde colocan los perros observó a un chihuahua que cayó de un muro y se estaba ahorcando con la correa.

“El dueño no se estaba dando cuenta y cuando yo lo fui a levantar me mordió en un dedo. Seguí trotando aunque estaba botando sangre”, recuerda sobre el episodio al que no le dio tanta importancia, hasta que al llegar a la casa una hermana le advirtió que debía ir al Antirrábico.

“En verdad yo seguí corriendo porque estaba caliente. A mí no me atemorizó nada, pero se lo dije a mi hermana y ella se encargó de asustarme”, precisó sobre por qué razón decidió acudir al centro especializado en el seguimiento y tratamiento de esos casos.

Recordó que allá le aplicaron las cinco vacunas reglamentarias y le llenaron una ficha para llevar el control cada vez que le inyectaban una.

Traumatizada Carmen Liriano, de 60 años, narra que ha quedado traumatizada con los perros por una mordedura que sufrió cuando tenía 13 años en Verón, Higüey, en la casa de una amiguita que le azuzó el animal.

Recuerda que como en los campos suelen descuidarse con esas cosas, no fue llevada al médico y una vecina les recomendó a sus padres aplicarle en la herida tabaco con gas, el único “tratamiento” que recibió. Ella dice que por suerte la mordida no tuvo ninguna consecuencia que lamentar, pero sí quedó traumatizada y ahora no puede tener cerca ni siquiera un pequeño chihuahua.

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