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TESTIMONIO

“Perdimos el control del vehículo al caer un charco en la circunvalación”, dice esposo de ginecóloga fallecida en accidente

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Santiago Benjamín de la CruzSanto domingo

Las expresiones de dolor no se podían explicar. Los gritos sin cesar de muchos de los presentes se expandían por toda la Funeraria Blandino de la Abraham Lincoln, donde le dieron el último adiós a la gineco-obstetra y especialista en fertilidad, Ruth Altagracia Infante, de 49 años, quien falleció el pasado domingo en un accidente de tránsito cuando regresaba a Santo Domingo junto a su esposo e hijo.

Su pequeño hijo de cinco años, quien resultó con heridas en sus piernas en el accidente en el que su madre perdió la vida cuando regresaban a la capital desde el kilómetro 32 de la Autopista Duarte, por recomendaciones de varios psicólogos, permaneció con los familiares más cercanos junto al cuerpo sin vida de su madre para que le explicaran la situación.

Sumergido en el dolor y con varias marcas en su cara producto del accidente, Robert de León, esposo de la doctora, explicó que su pareja, su hijo y él transitaban de regreso a Santo Domingo por el kilómetro 32 de la Autopista Duarte, después de haber compartido con otros miembros de la familia, y en vez de tomar la ruta convencional, se fueron por la circunvalación.

“Veníamos a velocidad moderada porque había lluvia, pero pese a eso, en esa vía se hacen una especie de charcos de agua. Veníamos circulando a unos 90 kilómetros por hora, nada del otro mundo, y al entrar en uno de esos charcos, perdimos el control del vehículo”, contó De León visiblemente afectado.

En unos 10 segundos el vehículo comenzó a dar vueltas, “yo no podría reconstruirte el momento, porque todo fue muy dramático. El caso es que el vehículo en que íbamos chocó contra un barandal y fue exactamente en la parte derecha de adelante, donde iba Ruth y le causó heridas que fueron mortales instantáneamente. Ella no sufrió”.

Narró que inmediatamente el vehículo se detuvo, rescató al niño, pero que todavía no sabía la situación de su pareja.

“Yo protejo al niño para que no vea la escena de su madre. Voy a una casa cercana y después me dirijo al vehículo para ver dónde está mi esposa para brindarle ayuda, pero me doy cuenta que no hay nada que hacer”, lamentó.

Precisó que llamó a su hermano que es ortopeda y que éste se comunicó con el Sistema Nacional de Emergencias 911, que asistió a los lesionados, pero no levantó el cadáver, porque tuvo que esperar “un tiempo lastimoso a la intemperie”.

Aseguró que todos tenían cinturón de seguridad, pero que al parecer el golpe fue muy fuerte que lo desprendió.

El velatorio

Entre cánticos cristianos y grandes expresiones de dolor, familiares, amigos y compañeros de trabajo fueron velados en la Funeraria Blandino de la Abraham Lincoln, los restos de Ruth Altagracia Infante.

Sumergidos en el dolor, sus familiares expresaron que era una gran mujer y que siempre daba fortaleza a sus parientes.

“Era una mujer muy querida por todos, era la que le daba apoyo a toda la familia. Siempre estaba presente cuando cualquier persona la necesitaba”, expresó su prima Julia Hernández.

Manifestó que la pérdida de su prima no se compara con nada, “porque es un gran vacío el que ha dejado en todos nosotros”.

Ruth Infante, quien trabajada en la Clínica Profamilia Evagenlina Rodríguez, cumpliría 50 años el próximo mes y deja en orfandad a un niño de cinco años.

A la Funeraria Blandino llegaron decenas de arreglos florales como forma de solidaridad con la familia de la doctora.

Carta

En su cuenta de Facebook, Robert de León escribió una carta titulada: “La conocí hace 31 años... y hoy la pierdo para siempre”, donde explica cómo se conocieron, su noviazgo y la química que hacían como pareja.

En el escrito expresa que “esto debiste leerlo el próximo 3 de septiembre, cuando estuviéramos celebrando la vida con todas las bendiciones que el Señor nos ha dado. Sin embargo, hoy tengo que despedirte para siempre, con lágrimas en mis mejillas, con el corazón roto y las dudas (por suerte momentáneas), de si podré sacar dos hombres de bien de Javier y de Lucas”.

Dice que “aún después de tu muerte me sigues enseñando... Te diré que la gente te adora y ya te extraña. Que los abrazos pueden sustituir las comidas y que el cuerpo humano tiene la capacidad de producir lágrimas infinitas”.

“Cuánto dolor Ruth. Entre tanta confusión, he sobrevivido porque he incorporado una nueva frase a mi discurso de vida: No le preguntemos a Dios ¿por qué?, preguntemos ¿para qué?”, se pregunta.

Agrega que “así las cosas, te tomaré la palabra en la última recomendación que me hiciste antes de partir: Hoy, pese a mi dolor, alabo y le doy gracias a Dios por este maravilloso viaje de 31 años que hemos compartido”.

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