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DISCURSO

Calumnias y falacias para dinamitar la Sentencia 168-13

La Isla de Santo Domingo “descubierta® por España era un solo país. Desde el canal de La Mona hasta el Paso de los Vientos. Sin embargo, las guerras entre las potencias mundiales en el siglo XVII determinaron que la parte Oeste de la Isla pasara a manos de Francia, mientras que el territorio que hoy se conoce con el nombre de la República Dominicana quedó bajo el control ibérico.

Los españoles implantaron en el país un tipo de gobierno y de desarrollo social muy distinto al que Francia impuso del otro lado. La sociedad dominicana, compuesta fundamentalmente por criollos descendientes de españoles, tenía sus propias costumbres, su forma de vida y sus creencias apegadas a la tradición peninsular.

Al ser invadida por Haití, tras la revuelta de esclavos que vencieron a las tropas de Napoleón Bonaparte y lograron la Independencia, la República Dominicana permaneció veintidós años bajo el yugo y los abusos de la vecina nación que impuso aquí sus tradiciones y modelos, a la fuerza, sojuzgando al pueblo dominicano.

Fueron los patriotas trinitarios encabezados por Juan Pablo Duarte quienes iniciaron el grito de Independencia Nacional que culminó con la expulsión del país de los invasores vecinos. Sin embargo, dejaron en el país un estigma de dolor y muerte que el pueblo dominicano ha perdonado, pero no ha podido olvidar.

A partir de esa fecha, Haití siempre pensó en establecer alguna forma de unificar la isla y de volver a gobernarla. Fue entonces que acudieron a la invasión pacífica de sus nacionales a través de la frontera.

No fue sino hasta 1915, con la primera intervención norteamericana a Santo Domingo, cuando se incrementó la estampida de nacionales haitianos hacia la República Dominicana de manera masiva e incontrolada, la cual, con el paso del tiempo, se hizo persistente, tomó relieves diversos y se ha prolongado hasta nuestros días sin que los gobiernos del vecino país hayan tomado algún tipo de medida para controlarla.

Los haitianos comprobaron que en la República Dominicana se paga un mejor salario por la mano de obra barata y por tal motivo, su emigración a gran escala ha sido pacífica, trabajadora, pero desorbitante y perjudicial para la sociedad dominicana toda vez que el haitiano es un tipo de emigrante que arrastra una serie de hábitos de vida y de costumbres totalmente opuestos a las normas de vida de este lado de la isla, al igual que la religión, la idiosincrasia, la poca higiene y el hacinamiento.

Las causas del descontrol de esa emigración se debe a que algunos sectores nacionales relacionados con la construcción y la agricultura han establecido acuerdos directos con los gobiernos del vecino país para la contratación de jornaleros.

Con el paso del tiempo, esos jornaleros continuaron entrando al territorio nacional sin ningún tipo de control, burlando los puestos fronterizos. De repente comenzaron a aparecer en las grandes ciudades, o en las esquinas de las principales avenidas ejerciendo el comercio informal, y en poco tiempo ya se habían apoderado pacíficamente de una buena parte del país. Era usual que estos inmigrantes controlaran en su mayoría el sector de la construcción utilizando su gran capacidad de trabajo, en momentos en que comenzaba en la República dominicana el fenómeno de la transformación urbana de las grandes ciudades con el levantamiento de torres de apartamentos.

La migración continuaba desbordando los más recónditos pueblos de la República y la sociedad parecía no preocuparse por ello hasta que comenzaron a desvirtuarse los valores de humildad y trabajo demostrados por esos ciudadanos. Comenzaron los robos, asaltos, atropellos y crímenes ya no solo entre ellos mismos, sino afectando la vida y la seguridad de la familia dominicana y de sus derechos más legítimos. Y lógicamente, la sociedad dominicana enfrentó a sus agresores y presionó al gobierno a que tomara medidas para regular ese control. Paralelamente a ello, en Haití se formó la corriente del anti-dominicanismo, con despreciables e injustas actitudes hacia nuestro país. Los intelectuales de ese país diseñaron una estrategia cultural de odio a todo lo que significara lo dominicano y hasta en los libros de texto se distorsionaba la historia y la realidad de ambos pueblos. Desde niños los haitianos eran inculcados a propagar el odio a sus vecinos.

Fue por todo ello que el Tribunal Constitucional de la República Dominicana emitió la sentencia 168-13, en septiembre de 2013, punto de partida para el ordenamiento de lo que por decenas de años era un gran desorden jurídico sobre el tema migratorio, lo cual afectaba hasta a aquellos en cuyo nombre se criticó la disposición del Tribunal Constitucional, pero que finalmente vino a resolverles los problemas que confrontaban.

La sentencia esclareció los criterios para conceder la nacionalidad dominicana mediante el jus solis, los cuales estaban vigentes desde 1929, pero como al igual que otros temas había una dualidad de interpretación y no fue sino hasta 2013 cuando el órgano llamado para hacerlo puso la casa en orden en materia de interpretación jurídica. Esas inconsistencias anteriores a esta sentencia se observaban hasta en oficiales del Estado Civil, por lo cual unos 60,000 hijos de extranjeros residentes de manera ilegal en territorio dominicano fueron inscritos irregularmente en el Registro Civil, según se desprende de la disposición del Tribunal Constitucional y de la auditoría de la Junta Central Electoral.

La sentencia señala que la excepción del tránsito incluye a todos los nacidos aquí, hijos de extranjeros que residen de manera ilegal, pues sus padres no tienen residencia en República Dominicana conforme a las leyes nacionales.

El presente libro contiene una colección de editoriales publicados por Listín Diario sobre el tema haitiano a partir de la emisión de la referida sentencia del Tribunal Constitucional y que están dirigidos a ilustrar el verdadero objetivo de este importante cuerpo legal y a desenmascarar a los que han intentado mancillar el nombre de la República Dominicana bajo las más feroces calumnias. Sirvan pues estos textos como testimonio de dominicanidad, como la disposición de nuestro país de convivir en paz con Haití y de colaborar para el fortalecimiento del Estado y de sus instituciones del otro lado de la frontera. Pero siempre respetando nuestras leyes y nuestra manera de pensar y de vivir.

¡Muchas gracias!

Discurso de Miguel Franjul en la puesta en circulaciond del libro “Trama contra la soberania”, editado por el Tribunal Constitucional.

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