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El ‘Brexit’ en contexto

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Ricardo Pérez Fernández@Ricardoperezfde

Para sorpresa de los mercados, de analistas, y de los propios votantes británicos, el Brexit se ha consumado. A través de un referéndum realizado el pasado jueves, una mayoría consistente en un 52% manifestó su deseo de que el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte abandonase la estructura jurídico-institucional, de carácter supranacional, que el mundo conoce como la Unión Europea.

Las primeras consecuencias de esta decisión no se hicieron esperar: las bolsas de valores del mundo se estremecieron, y en un precipitado desplome experimentaron una virtual evaporación de dos billones de dólares (dos millones de millones) tan solo el día del viernes; la Libra Esterlina y el Euro sufrieron importantes depreciaciones frente a las demás monedas de referencia del mundo, y el primer ministro, David Cameron, ya ha anunciado que dimitirá en el mes de octubre.

¿Por qué se ha celebrado este referéndum? En lo que analistas y conocedores del tema han ponderado como un acto demagógico de dimensiones históricas, el primer ministro David Cameron, en aras de ampliar y consolidar electoralmente al Partido Conservador, y consecuentemente, de garantizar su reelección como jefe de gobierno, prometió al país que de resultar validado en las urnas en las elecciones de 2015, un referéndum sobre la permanencia o no del Reino Unido en la Unión Europea sería sometido a la consideración de los ciudadanos británicos. Y eso hizo.

¿Por qué han decidido los británicos marcharse de la Unión Europea? Múltiples razones son identificadas como las que probablemente hayan resultado determinantes en la decisión de los británicos de abandonar la Unión Europea, pero en opinión de este autor, han sido cuatro las que aparentan haber calado en los que ayer emergieron victoriosos: los males asociados a las inmigraciones, el resentimiento y la desconfianza hacia las autoridades europeas, la idea de que el andamiaje de la Unión Europea constituía una retranca al potencial económico de Reino Unido, y por último, el hecho de que este país sea uno de los acreedores netos de la superestructura europea, toda vez que aporta, aproximadamente, 5 mil millones de Libras Esterlinas más de lo que recibe de Europa y sus instituciones.

¿Cómo, en la práctica, se marcha Reino Unido de la Unión Europea? El procedimiento a agotar inicia por la invocación del artículo 50 del Tratado de Lisboa, instrumento normativo de la Unión Europea, el cuál contempla la hoja de ruta de retirada de cualquier país que decida abandonar este proyecto integracionista. Tan pronto este sea invocado, se abre un período de negociaciones de hasta dos años dentro del cual tendrán que negociarse los términos de salida de Reino Unido, y luego estos tendrían que ser ratificados por los Estados miembros, el Parlamento Europeo y por el Parlamento de Reino Unido. Naturalmente, no tenemos certeza de cómo funcionará esto, porque es la primera vez desde que en 1982 Groenlandia decidió, sin mucha trascendencia, abandonar la Unión Europea, y desde que en 2009 fuera estatuido el Tratado de Lisboa, que un país decide marcharse de la unión de países del viejo continente.

¿Cuáles serán las consecuencias para Reino Unido y para Europa? Tras esta decisión, un denso nubarrón de incertidumbre pende sobre ambos. Para Reino Unido las implicaciones de su decisión se manifiestan en distintos ámbitos.

En lo territorial, las divergencias surgidas a partir de esta votación, podrían derivar en la separación de Escocia y de Irlanda del Norte. La primera, al votar mayoritariamente a favor de permanecer en la Unión Europea, considera antidemocrático que se les imponga la decisión de abandonarla, y desde ya se plantea la posibilidad de realizar otro referéndum que les otorgue la independencia de Reino Unido, abriéndose así las puertas de adherirse al proyecto europeo de manera individual. La segunda, porque también al votar a favor de permanecer en la U.E., ahora baraja la posibilidad de unirse a Irlanda, para a través de este, continuar formando parte de la institución continental.

En lo social, se enraízan las crispaciones. Los resultados, cuando escudriñados detalladamente, nos revelan el proceso de atomización de la sociedad británica y la insalvable diferencia que existe entre jóvenes y adultos mayores en relación a la concepción que cada cual tiene del proyecto europeo, y del lugar de Reino Unido en él. También, el aparente fortalecimiento de ciertos actores políticos que vindican posiciones populistas y radicales, solo empeorará un tejido social que ya empieza a mostrarse raído.

En lo político-institucional, la inestabilidad y la ausencia de certeza que un escenario como este proyecta, donde pronto habrá que elegir un nuevo primer ministro y donde también habrá que abocarse a rediseñar un andamiaje jurídico-institucional que en todos los órdenes sustituya aquellos instrumentos normativos que antes proveía la Unión Europea, augura conflictos y dificultades.

En la escena internacional, al optar por el aislacionismo, Reino Unido ha decidido autónomamente ceder su influencia sobre los destinos y la orientación del proyecto europeo, al tiempo que aparentan haber llegado a la conclusión de que se salvaguardan los intereses nacionales, y se encara más efectivamente a los poderes emergentes como Rusia o China, asumiendo posturas en la soledad del unilateralismo, en lugar de hacerlo como los conductores, o co-conductores, de un acorazado de 28 países.

En lo económico y comercial, la cura podría resultar más cara que la enfermedad. La Unión Europea, como estructura institucional integradora de 28 países, comprende una serie de acuerdos políticos y económicos que han dado como resultado, en términos de poder adquisitivo, la creación del mercado más grande del mundo, aquel conocido como el “Mercado Único”, donde los capitales, los bienes y servicios y los ciudadanos fluyen prácticamente sin restricciones dentro del espacio europeo. En la actualidad, cerca del 50% de las exportaciones británicas son adquiridas por este mercado, entonces huelga preguntarse: ¿qué pasaría si en los términos de salida, los Estados miembros de la Unión Europea decidieran, hasta a modo de retaliación, restringir el acceso de los bienes y servicios británicos a ese mercado? Desde ya, París despliega esfuerzos por arrebatarle a Londres la sede de centro financiero de Europa, mientras que países como China, en un mediano plazo, se beneficiarán al lograr expandir más fácilmente su influencia política y comercial en una Europa dividida.

Y todas las consideraciones anteriores, sin ninguna pretender ser exhaustiva en cada ámbito, se han estipulado al margen de lo más preocupante del ‘Brexit’: la amenaza al espíritu integracionista que como esencia sustenta a la Unión Europea. Históricamente, Europa ha sido un continente incapaz de vivir en paz. Desde la formación de sus primeras civilizaciones, ha sido la violencia y la imposición de la fuerza lo que ha edificado y demolido imperios, lo que ha creado, y luego atomizado y destruido Estados, y lo que ha dibujado y desdibujado fronteras de manera permanente. Al término de la Segunda Guerra Mundial, se concibe un proyecto de integración europeo bajo el entendido de que países que estuviesen entrelazados por intereses económicos y políticos, no recurrirían nueva vez a la guerra para dirimir sus diferencias, y en ese sentido, la premisa ha resultado acertada.

Por eso lo que más preocupa a Europa, y al mundo, es un efecto contagio que ya amenaza con irrumpir de manera estruendosa. En Paises Bajos, Italia, Francia, Alemania y otros, ya se escucha el runruneo de algunos de por qué no, al menos, contemplarlo.

¿Es el ‘Brexit’ irreversible? No. La decisión final es del Parlamento británico, dado que el referéndum no es legalmente vinculante. Aparte de esto, también sería posible realizar otro referéndum, o si se quisiera, convocar a elecciones de manera anticipada donde se plantease, como ‘issue’ central de campaña, el acatamiento o no de esta decisión popular.

¿Afecta el ‘Brexit’ a la República Dominicana? Sí. Nos afecta en sentido general por las consecuencias globales que este podría acarrear, y nos afecta de manera particular en el ámbito comercial. El embajador Dominicano ante el Reino Unido, el economista Federico Cuello, lo plantea de manera elocuente al explicar que en este nuevo escenario, nos correspondería abogar por un Tratado de Libre Comercio bilateral, si es que aspiramos a preservar nuestro principal mercado en Europea, que es el de Reino Unido.

Esto apenas inicia, y aún falta mucho por desarrollarse. Pero no dudaría si me enterase que desde el jueves mismo, David Cameron, haya quedado convencido del postulado que sugiere que en democracias representativas, los asuntos estratégicos de Estado, no se someten a la voluntad popular.

El autor es economista y politólogo.

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