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ENFOQUE

Maquiavelo: El verdadero gran estratega electoral

Pensador. Nicolás Maquiavelo, diplomático, filósofo, político y escritor italiano. figura relevante del Renacimiento de ese país.

Pensador. Nicolás Maquiavelo, diplomático, filósofo, político y escritor italiano. figura relevante del Renacimiento de ese país.

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Rafael Guillermo Guzmán FermínSanto Domingo

“En política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela”. - Antonio Machado -

Tratar de comprender las complejidades de la competencia electoral recién pasada desde la perspectiva política, constituye un interesante ejercicio de conceptualización, especialmente, para un ciudadano que durante treinta años de carrera policial le fue vedado el tema político por razones constitucionales.

Para enfrentar el desafío del entendimiento sobre las contiendas políticas, alimentadas por la curiosidad típica de todo aquel que, como nosotros, ejercimos por primera vez el derecho al voto, creímos necesario tomar el pensamiento filosófico de la historiografía política como una herramienta hermenéutica, a fin de estudiar las estrategias y tácticas utilizadas por los diferentes partidos políticos que terciaron en la recién pasadas elecciones del 15 de mayo.

En donde algunos supieron poner la vela donde soplaba el viento, y otros, por el contrario, confundieron sus maniobras al pretender esperar que el viento soplara donde estaba la vela.

Empezamos la labor arqueológica bajo los substratos de la filosofía política, estudiando aquellos filósofos que han contribuido con la construcción del pensamiento político, y así poder satisfacer nuestra novata curiosidad sobre sus más diversas estrategias como medio eficaz para alcanzar el poder y que, por vía de consecuencias, pudieron haber sido empleadas en los pasados comicios.

Al iniciar la labranza exploratoria con los filósofos de la antigüedad, se destacaron: el idealista de Platón; el realista de Aristóteles, calificado como el autor enciclopédico más prodigioso de la humanidad; Thomas Hobbes, cuyas obras son consideradas fundamentales en la ruptura fronteriza del Medioevo y el inicio de la Modernidad; John Locke y Jean Rousseau, lumbreras del período de la Ilustración; y uno de los fundadores del estudio de la sociología moderna, el reputado Max Weber.

Durante el proceso de excavación cultural, todo transcurría sin mayores sorpresas hasta el hallazgo del yacimiento de la figura sobresaliente del filósofo político, Nicolás Maquiavelo, quien brilló durante la época del Renacimiento.

Todos estos pensadores tienen en común, su dedicación al estudio profundo de la “filosofía política”, cuya influencia expansiva aún perdura hasta nuestros días.

Pero ha sido el autor de “El Príncipe”, afamado precursor del “realismo político”, quien ha llamado más poderosamente la atención, cuando intentamos hacer un paralelismo comparativo entre su doctrina política con el empleo de las estrategias y tácticas utilizadas por los políticos profesionales.

En este contexto, describiremos parte de los aportes realizados por este crudo y espinoso ideólogo florentino a las ciencias políticas, recolectadas en las múltiples canteras bibliográficas de este destacado personaje, que pudieron haber sido las bases filosóficas de las estratagemas electorales empleadas en el certamen eleccionario recién celebrado en nuestro país.

Empecemos por plantear que la fisonomía del pensamiento de Maquiavelo se aleja de las concepciones idealistas, mostrando la cruda realidad tal cual es. En este sentido, señala la existencia de dos poderes como elementos constitutivos que conforman el quehacer político:

1.- Virtud: Maquiavelo rompe con la definición tradicional de la moral cristiana y desplaza la noción de “virtud” a la órbita de la “utilidad”, específicamente, de la “utilidad política”. Siendo en este caso, el conjunto de cualidades que le permiten al soberano vencer los obstáculos que se le presenten para lograr de sus objetivos, es decir, la conjunción coordinada de conocimiento y astucia; de inteligencia y voluntad; de acción y destreza.

Es la capacidad del político para sacar ventaja de las circunstancias del momento, aprendiendo de las experiencias de la historia y calculando los tiempos para utilizar en el momento oportuno todas las herramientas a su disposición en cada acción política.

En este sentido, el político “virtuoso” sería aquel que logra sus objetivos mediante el empleo de la fuerza y sagacidad, sin ser temerario; de tener arrojo y autoridad, sin ser avasallante, pues entiende, que es “virtud” el saber beneficiarse del uso de los recursos de la fuerza y violencia, así como también del engaño y la traición, cuando éstas resulten útiles a sus propósitos.

2.- “Fortuna”: Es un conjunto de eventualidades, que sin importar la voluntad o el resultado deseado, ocurren más allá del control del individuo y que resultan determinantes para el éxito de sus proyectos.

En síntesis, Maquiavelo plantea desde la óptica del realismo político, que el arte de la política depende de la operación conjunta de ambos componentes, siendo “virtuoso” todo aquel que es capaz de actuar cuando la “fortuna” esté a su favor, así como también aquellos que son capaces de crear las “condiciones” para que la “fortuna” esté de su lado.

¿Acaso no es este el prototipo de dirigente político que posee la capacidad de saber dónde y cuándo poner la vela para que le sople el aire? ¿Cree usted que descubriremos más hallazgos en la medida que sigamos cavando en el interior de las obras literarias de este escritor de doctrina política?

En efecto, mientras más hurgamos, descubrimos, con la sorpresa natural del novel explorador, las semejanzas con algunas maniobras ejecutadas con precisión de ajedrecista sobre el tablero de la campaña electoral. Cuando el autor aconseja claramente, que todo político que busque el poder debe de considerar como “válidas” todas las acciones disponibles, pues el “ser bueno moralmente” resulta ser antagónico con el “ser bueno políticamente”, ya que el primero se exime de un catálogo de maniobras que lo dejan en absoluta desventaja de condiciones frente al segundo.

En este escenario, resulta muy evidente que para Maquiavelo, la política es dominación, pues es lo único que puede traer armonía sin importar los medios que utilice para lograrlo. Por tal razón, es que excluye las valoraciones morales y las separa de cualquier otro arquetipo, especialmente del religioso.

A nuestro juicio, en la modesta exégesis que formulamos, lejos de desgreñar el panorama político con este ejercicio comparativo, entendemos más bien que aclaramos los matices enturbiados por el remolino de las pasiones políticas. Puesto que alegar que el pasado certamen comicial fue plagado de actos fraudulentos, de acuerdos soterrados y de la utilización de recursos non sanctos, podría resultar ser una conjunción de argumentos retóricos, propios del tradicional “pataleo”, que a la luz de la doctrina del mismo Maquiavelo fueron, en algunos casos, realmente excedidos.

Evidentemente, fueron sobrepasados los límites prudenciales de la sagacidad y temeridad, como también de los recursos de la simulación y la traición, pudiendo dar al traste en el futuro, con uno de los objetivos más importantes de todo soberano, según aconseja el mismo Maquiavelo: mantener la armonía del pueblo, o sea, la gobernabilidad.

No obstante, hubo un sector de los contendores que resultó claramente vencedor, pues fue el que supo diseñar con éxito un “Grand Master Plan” a largo plazo, que fueron ejecutando, audaz y oportunamente, su arsenal de estrategias y tácticas disponibles sobre el teatro de operaciones electoral.

En lo concerniente a nuestro enfoque, para aquellos que pudieran entender que damos aquiescencia a la utilización del “maquiavelismo” como método adecuado en la política, esta resultaría ser una hipótesis alejada de nuestras pretensiones, pues tanto Maquiavelo como también usted y yo, no ignoramos las diferencias entre el Bien y el Mal, como tampoco el carácter involutivo de subordinar el ámbito moral ante la “conveniencia” estratégica o la “utilidad” táctica, pues sabemos que se antepone, tal como lo harían la mayoría de los humanos en urgentes circunstancias, la “supervivencia” por encima de la ética.

Por estas razones, nos permitimos recordar que hemos hecho esta excursión literaria a causa de nuestro debut como votante e incursionamos en las canteras de la filosofía política para satisfacer nuestro antojo humano por saber de los artificios políticos, que eran temas privativos por nuestra condición policial.

Pero si deseamos tener otra perspectiva similar a la del detractado filósofo renacentista sobre estrategias y tácticas, esta vez desde la óptica militar -área profesional de la que tenemos modestos conocimientos-, les invito a leer uno de los textos más antiguos de la humanidad sobre el tema de referencia: “El Arte de la Guerra” de Sun Tzu.

Dicho manuscrito se remonta a casi 2000 años antes de que lo hiciera Maquiavelo, en cuyo contenido podrán observar que el sabio chino ya recomendaba el uso de todos estos tipos de artilugios capciosos para derrotar a sus adversarios en toda contienda.

A manera de concluir esta aventura arqueológica por el heterogéneo terreno de las ideas políticas, donde reafirmamos nuestras fibras democráticas, por ser el sistema político que pone a disposición de los ciudadanos, a través del mecanismo de la contienda electoral, la selección de sus representantes; contienda a la que se va a ganar o perder, en la que aquellos que no supieron obtener la victoria, la cruda realidad indica, que la culpa de una derrota no la tiene el contendor sino las malas estrategias de quienes estaban a cargo de hacerlas y ejecutarlas.

En fin, analizadas las maniobras políticas utilizadas en el desarrollo de la campaña electoral, y a pesar de que un sector supo poner la vela en donde estaba el aire, tanto los vencedores como los vencidos, emplearon los recursos estratégicos y tácticos del ilustrado politólogo, emergiendo indudablemente, la figura de Maquiavelo como “el verdadero gran estratega electoral”.

El autor es miembro del Círculo Delta.

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