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HUÉRFANOS DE LA SOCIEDAD

Sueños truncados

Melancolía. Su rostro poco expresivo y de mirada lejana es el reflejo de la angustia que enfrenta ante la desdicha de ser el mayor de seis hermanos huérfanos.

Melancolía. Su rostro poco expresivo y de mirada lejana es el reflejo de la angustia que enfrenta ante la desdicha de ser el mayor de seis hermanos huérfanos.

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Saiury Calcaño y Dalton HerreraSanto Domingo

Su mente divaga, se va lejos. Sostiene un bate y una pelota frente a unos inmensos faroles y a toda una fanaticada que espera verlo jugar. Pero el llanto ininterrumpido de su hermanita lo trae de vuelta a la realidad y lo obliga a dejar a un lado sus anhelos de llegar a ser un pelotero de Grandes Ligas.

Ya no es el mismo niño soñador de hace unos segundos. Atribulado, Luis Miguel, de 13 años, contempla a sus cinco hermanas pequeñas y a una abuela a quien los años pesan, y cae en cuenta de que muerta su madre hace apenas cuatro meses, y él con poco más de una década de vida, ahora es el hombre de la casa.

“Este es un fenómeno que existe en todas las sociedades y es un rol que le corresponde al Estado, a través de sus diversas instancias y organismos del servicio público, velar por el crecimiento de esos niños y niñas que quedaron en orfandad producto de la ausencia de padres o tutores”, dice el sociólogo Juan Miguel Pérez, para quien este cuadro no es nada nuevo en República Dominicana.

El experto enfatiza que la labor del Estado es sumamente importante por dos razones: porque el poder nacer y criarse bajo condiciones mínimamente dignas es un derecho de todo ser humano, y porque aparte del deber moral de acompañarlo, está la obligación de construir “junto a ellos, por ellos y para ellos” un elemento social que los integre y que prevenga un futuro incierto lleno de dificultades.

Luis Miguel es el mayor de cinco hermanos: Leidy, Leiny, Jonairy, Massiel y Jomary; de 8, 6, 5, 3 y 2años, que quedaron a cargo de su abuela Martina Sosa, con los que vive en una humilde vivienda de Caballona, en Hato Nuevo, ante la ausencia de los padres de las niñas, que no se han hecho responsables por ellas.

Al recordar a su madre, cuyo retrato cuelga sobre un clavo oxidado incrustado en la pared, la tristeza y la incredulidad inundan a este niño que no asimila todavía su ausencia debido a una maligna enfermedad.

Un daño que empieza en la mente El caso de Luis Miguel y de sus hermanos es uno más de los cientos que se registran en el país: niños que quedan huérfanos de padre o madre, o de ambos, que se convierten en víctimas del descuido de sus familiares y de mil riesgos, además del desconocimiento del aspecto legal que existe alrededor del tema.

Y de su estabilidad mental, que está contemplada entre los derechos destinados a la protección infantil, que con el pequeño de Caballona, cuya mirada de impotencia y coraje es evidente, empeora debido a que, al haber perdido también a su padre a temprana edad, ha tenido que dejar su infancia a un lado para sentirse responsable del cuidado de sus hermanas.

“La ausencia de los padres hace al niño entrar en un proceso de duelo por muerte, abandono o por negligencia. Provoca en él o ella sentimientos de tristeza, rabia, confusión, desamparo, desprotección y abandono”, dijo a LISTÍN DIARIO Lorraine Isa, especialista del Centro Vida y Familia.

La psicóloga añadió que si el duelo no es manejado de manera adecuada, el infante puede desarrollar un apego inseguro que podría impedirle relacionarse de manera saludable en el futuro, así como también carencias afectivas y sentimientos no canalizados de forma apropiada.

“Su buen desarrollo dependerá de cómo sea acompañado en su proceso de duelo y de quiénes serán las personas que se ocupen de sus necesidades físicas y emocionales. Un niño cuyos padres hayan fallecido, se hayan ido a otro país, lo hayan puesto en adopción, será una persona con posibles conflictos emocionales que deberán ser atendidos por profesionales de la salud mental”, destacó la experta.

Isa señaló que los tutores deberán ser personas sanas capaces de dar y recibir amor, que tengan la paciencia para corregir, aceptar errores y entender que, debido a los vacíos afectivos puede haber conductas inapropiadas.

Por lo tanto, los niños en esta situación tienen que contar con las estrategias convenientes de disciplina para evitar utilizar la violencia como método de corrección.

En su defecto, los cuidadores del menor cuyos padres ya no estén deberán tener la humildad de reconocer cuando necesitan buscar ayuda para acompañar a ese niño en la difícil tarea de criar y ayudarlos a crecer.

Repercusiones sociales El sociólogo Juan Miguel Pérez sostiene que cada adolescente aprende de los adultos, y que no están exentos a la influencia que reciben de los mayores.

“Si existe la presencia de un tutor, se reduce las posibilidades de que un niño quede en la calle donde prima la cultura de la sobrevivencia, violencia y desamparo.

De igual forma, sobre ellos se ejerce violencia por el simple hecho de que a temprana edad tienen que valerse por sí mismo cuando no están preparados ni en lo intelectual, ni en lo social y ni siquiera en lo afectivo”, señala Pérez.

La propia Constitución, en su artículo 56, declara del más alto interés nacional la erradicación del trabajo infantil y todo tipo de maltrato o violencia contra las personas menores de edad. Los niños, niñas y adolescentes serán protegidos por el Estado contra toda situación de vulnerabilidad.

En la práctica esto no sucede del todo, Pérez dice que el trabajo social es la herramienta vital para mitigar este mal de la sociedad.

“De manera provincial se deberían tener trabajadores sociales que estén al acecho del descuido y abandono de los menores de edad, personas capacitadas que puedan registrar y darle seguimiento a estos; además tener espacios o mecanismos más escolarizados en lo que puedan convivir o por lo menos reubicarlos en casas donde reproduzcan el calor humano que requiere todo niño a esa edad”, agrega el especialista.

La realidad es que mucho de lo que debería suceder no ocurre y cientos de niños huérfanos siguen expuestos al abuso, al desamparo legal y a la falta de oportunidades.

Luis Miguel, sin embargo, el niño de Caballona a cargo de sus hermanitas, conserva en el fondo la esperanza de que su camino no se trunque, y que, pese a la responsabilidad que le ha tocado vivir tan temprano, llegará a ser algún día esa estrella de béisbol con la que sueña a veces.

EL 9-1-1 DEL MALTRATO INFANTIL El Departamento de Línea Vida es un sistema nacional de emergencia infantil del ministerio público.

Desde 2006 ofrece asistencia primaria, recibe denuncias y la remite al departamento judicial correspondiente.

Línea Vida trabaja con algunas instituciones como la Policía Internacional (Interpol), Policía Turística (Politur) y el Consejo Nacional de la Niñez (Conani).

Para reportar denuncias de violencia de género, intrafamiliar, sexual o abuso infantil, puede marcar el 809-200-1202, escribir al correo Lineavida1@hotmail.com o bien acudir a la sede principal ubicada en la avenida México, #38 en Gazcue, Distrito Nacional.

Madre y hermana a la vez Heizel nunca pensó que su vida daría un giro de 180 grados.

Con timidez y tristeza cuenta cómo en un lapso de segundos pasó a ser la figura materna de su hermano Randy, de 12 años, a causa de la muerte de sus padres, Félix Peguero y Gloria Encarnación, y de su hermanita Glenys, en un accidente vial en la carretera de Samaná.

“Yo me siento como si fuera la mamá de Randy, ya que los únicos del círculo sanguíneo que quedamos somos nosotros dos.

Para mí es un hijo, es un cambio radical, de hermana pasé a ser madre”, dice la joven de 22años, que arrastra el habla conteniendo el dolor por ese fatídico 28 de junio pasado cuando perdió a sus padres. La psicóloga Roelka Ventura explica que la crianza de los niños requiere de la capacidad, madurez y expe- riencia de los padres.

“Una joven que adopta la responsabilidad de convertirse en tutor de un hermanito, puede afectar el vínculo emocional del niño que va adquiriendo hacia la hermana, y en un futuro, esto puede causarle mucha frustración y confusión”, afirma Ventura.

Sobre la hermanas que se convierten en madres, la experta señala que éstas pueden incluso llegar a sentirse fracasadas en cuanto a la maternidad.

“Muchas veces estas muchachas no quieren tener hijos, ya que han vivido una etapa de la cual emocionalmente no estaban preparadas ni les correspondía vivirla aún”.

Compromiso. Con dos décadas de vida cuida de su hermano de 12 años.

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