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PANORAMA POLÍTICO

El gran flagelo

Si la falta de seguridad en las calles de las principales ciudades dominicanas continúa, el turismo será afectado directamente, como ocurre en Honduras, en gran medida, y en Jamaica, en menor, pero ambos lugares considerados peligrosos para los visitantes.

La percepción bastante generalizada entre la población es que la inseguridad ha ganado tanto terreno en la vida del país que parecería difícil revertir la tendencia, para volver a lo que era la sociedad dominicana, una muy segura para todo.

Choca con la impresión general la del jefe de la Policía, mayor general Castro Castillo, quien insiste en presentar numeritos y apreciaciones que refutan las encuestas, el sentido común y que ven últimamente la inseguridad como uno de los peores problemas.

En la última encuesta de Gallup-Hoy, la inseguridad, narcotráfico y la corrupción se llevaban la mayor parte de las opiniones que se pudieran considerar negativas sobre la situación del país, que no aparenta mejor pese a los empeños publicitarios de la Policía.

Por falta de encuentros, talleres y seminarios patrocinados por la Policía y, a veces, en coordinación con las autoridades del ministerio público no ha sido. El problema es serio a la luz de las ocurrencias y la falta de acción. El problema trasciende los discursos.

Si la falta de seguridad en las calles de las principales ciudades dominicanas continúa, el turismo será afectado directamente, como ocurre en Honduras, en gran medida, y en Jamaica, en menor, pero ambos lugares considerados peligrosos para los visitantes.

El debate teórico de si es realidad o percepción, en el caso dominicano, una razón de inquietud para el mayor general Castro Castillo, tiene también que ver con las posibilidades de que sea sustituido en pocos días, al cumplirse los dos años reglamentarios de jefatura.

Algunos vinculan los últimos hechos delictivos ocurridos en el país, dos de ellos contra igual número de bancos comerciales y otros crímenes de sangre contra oficiales policiales y militares en servicio o simplemente en sus casas, con una lucha de generales.

Hay quienes llevan anotaciones desde los lejanos días en que gobernaba el doctor Balaguer y que vinculan las escaladas de crímenes graves con el empeño de desacreditar a la incumbencia del momento para facilitar los cambios de mandos.

El asalto de bancos El asalto de las sucursales bancarias, Progreso y Popular, sobre todo en el último caso, ocurrido el jueves, causó tal conmoción entre el público que a poco tiempo de la ocurrencia casi todo el mundo lo sabía por lo que el comentario estaba en todas las bocas.

Se trata de una mala sensación de espanto por cuanto en los bancos están los recursos de la mayoría de los ciudadanos que ahorran, y peor aún, porque los asaltantes de las reconocidas instituciones entraron desafiantes bien armados y dispuestos a todo.

En el caso del Banco Popular, como se sabe, los ladrones no dieron chance al guardián de servicio, aprovecharon que el otro guardián estaba en su hora de almuerzo y lo mataron sin piedad. Cargaron con una elevada suma en pesos y en dólares.

Se diría que las empresas asaltadas tienen sus seguros para esos casos, pero el trauma que los asaltos causan en los empleados bancarios y en los clientes no es algo reparable a corto plazo, porque en lugar de disminuir los atentados se incrementan.

El crecimiento de las colas de clientes de los bancos en las oficinas de los centros comerciales pudiera estar dando una señal de que los ciudadanos prefieren ir a esos lugares porque son más seguros. Las plazas cuentan con su seguridad y los bancos con las suyas.

Hace muchos años cuando escribía en el periódico Última Hora, dije en una columna que la Policía podía diseñar una estrategia para situar destacamentos provisionales utilizando grandes furgones repartidos por toda la ciudad que funcionaran como retenes.

Esos destacamentos policiales podían muy bien persuadir a los delincuentes de envergadura como asaltantes de bancos, y a los maleantes menores, tanto por sus fechorías como por la edad, porque ahora utilizan niños para robos y atracos, amparados por la ley.

Furgones bien emplazados, pintados y con ventilación adecuada tendrían a los agentes de choque contra el crimen para salir a defender las vidas y propiedades, como ocurría en la ciudad de Newark, New Jersey, décadas pasadas. Ahora esa ciudad es más pacífica.

Que la PN no cuenta con recursos para una cobertura total de un área metropolitana que roza los 3 millones de personas es verdad, pero quizás los tantos crímenes y daños persuadan a los empresarios a poner algo de recursos en su defensa propia, de los negocios y el entorno. El problema social que genera la criminalidad es para tratarlo aparte.

(+) EXPERIENCIA EN WASHINGTON La experiencia dejada por las medidas de seguridad que se adoptaron en Washington, D. C., dos décadas atrás fue la del patrullaje intenso, la detención de los sospechosos que merodeaban por las calles, la instalación de cámaras y las cárceles.

Todo el conjunto hizo que la ciudad, donde residen el presidente de los Estados Unidos y el Congreso tuviera sus varias policías en permanente alerta, lo que le permitía a la población con una simple llamada al 9-1- 1, recibir la asistencia que salvaba vidas.

Washington, D. C., pese a todo y que a tiene una población de gente de color muy empobrecida en sus arrabales, no está ya en la lista de las ciudades más peligrosas de ese país, como la cercana Baltimore, la sureña New Orleans, Detroit y Miami, Fla.

Según Andrés Oppenheimer, un periodista muy enterado que escribió sobre el tema hace más de un año, la tasa de homicidios con armas de fuego en Washington, D. C., era casi el doble que en Ciudad de México, una capital latinoamericana muy insegura.

Las cárceles llenas de indeseables y jueces y fiscales severos, una vigilancia policial extrema con gente bien pagada y bien entrenada, ha hecho en la capital de Estados Unidos la diferencia, pese a que las armas de fuego son de fácil adquisición.

Si hubiese estado en vigencia una ley de Porte y Tenencia de Armas, que se discute en el Congreso dominicano, a lo mejor los que asaltaron en los últimos días dos sucursales bancarias, lo habrían hecho con fusiles robados a adquirientes con permisos.

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