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ACCIÓN DE GRACIAS

“Dominicanos pueden y van a acabar con la corrupción”

EL EMBAJADOR DE LOS ESTADOS UNIDOS EXPONE RETOS A SUPERAR EN LA RD

Hace un año, cuando tuve la oportunidad de dirigirme a ustedes la última vez, nos encontrábamos a la espera de un año de campañas electorales presidenciales tanto en los Estados Unidos como en la República Dominicana. Y ahora, en la víspera del Día de Acción de Gracias, tenemos ahora mucho que agradecer: ¡Se acabaron las campañas! Se acabaron los escándalos sobre los videos secretos, se acabaron los chismes sobre las estrategias políticas, terminaron los tapones producidos por las caravanas políticas y los analistas terminaron de sobreanalizar cada palabra pronunciada por los candidatos. Sí, concluyeron las campañas. Justo a tiempo para empezar a preparar las del año 2016. Pero, antes de reiniciar el proceso, también debemos reflexionar, y dar gracias, de que nuestras dos naciones han reafirmado, durante los últimos 12 meses, nuestras tradiciones democráticas. Ambas naciones atravesaron por campañas que incluyeron debates y discursos importantes sobre los temas del día. En ambas naciones las personas salieron a votar. Y, en ambas naciones, nuestras respectivas instituciones electorales contaron esos votos según sus leyes. Finalmente, reportaron los resultados y anunciaron al ganador. En ambas naciones los ganadores aceptaron sus victorias, y los candidatos que quedaron en segundo lugar aceptaron los resultados y prometieron participar desde las filas de una oposición leal. En realidad, con algunas excepciones, en nuestro hemisferio los procesos democráticos se han convertido en la norma. Cuando miramos hacia atrás, y vemos la historia y los eventos ocurridos alrededor del mundo, nos damos cuenta de que en realidad esto es un gran logro. Pero, también sabemos que es un logro que aún no está completo. Algunas naciones en el hemisferio mantienen políticas antidemocráticas, sujetas a caprichos de dictadores. Y, en todas partes, debemos mantenernos comprometidos de construir uniones cada vez más perfectas que puedan enfrentar los males de la desigualdad y la corrupción. En los últimos cuatro años, el presidente Obama ha identificado a América Latina como una prioridad de la política exterior. El futuro de los Estados Unidos está decididamente ligado al futuro del pueblo de las Américas. También estamos comprometidos con alianzas a lo largo del hemisferio, basados en el respeto mutuo. Buscamos fortalecer lo que la secretaria Clinton ha llamado el “poder de la proximidad” entre los Estados Unidos y sus vecinos de las Américas. Hace ya mucho tiempo, los ciudadanos de América Latina no se sentían muy confiados con los beneficios de esa cercanía. El dictador mexicano, Porfirio Díaz, dijo una vez: “¡Pobre México! ¡Tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos!” Sin embargo, muy pocos en nuestro hemisferio comparten esta creencia actualmente. Con el fortalecimiento de nuestras relaciones comerciales y culturales, nuestros lazos con el idioma y la religión nos acercamos más. Los valores que compartimos y las instituciones nos unen cada vez más. La relación entre nuestro hemisferio nunca había sido tan importante, o tan valiosa, para los Estados Unidos. Lo que ocurre en Lima, es importante en Miami. Y lo que ocurre en Los Angeles, es importante en Ciudad de México. Y, no cabe dudas, de que lo que pasa en Santo Domingo es importante en Nueva York. Entiendo que los titulares de los periódicos en Chicago, Phoenix o Buenos Aires a veces están dominados por eventos en el Medio Oriente, Europa o China. Los periodistas se enfocan en lo negativo ya que las buenas noticias no son noticia. El destino del mundo depende más y más en lo que pasa en las Américas. El Hemisferio Occidental está pasando por un período de progreso económico histórico. No sólo pudo la región evitar los peores efectos de la crisis financiera global, sino que el crecimiento económico aparentemente se ha acelerado. Estamos viendo la convergencia de tres tendencias poderosas y positivas: el éxito de la democracia, el fortalecimiento del mercado libre y la creciente integración de la región. Entendemos que tenemos desafíos importantes que enfrentar, incluyendo la desigualdad, la falta de transparencia y responsabilidad, el irrespeto hacia los derechos humanos, instituciones inefectivas, y la falta de oportunidades. América Latina dejó su huella en el mundo, sobre todo en el área diplomática y económica. Brasil se ha mostrado como un actor principal en los foros económicos globales. México se ha convertido en líder en cuanto a la diplomacia de cambio climático. Uruguay contribuye, más que cualquier otra nación per cápita, el mayor número de tropas a las misiones de paz de las Naciones Unidas. Colombia está compartiendo su experiencia en reforma judicial y en asuntos de seguridad. Y la República Dominicana está jugando un papel de liderazgo en los esfuerzos colectivos que se realizan para manejar los retos que presentan la seguridad ciudadana en el Caribe. Culturalmente, a través del deporte, la música, y los medios electrónicos, el alcance de este hemisferio más allá de sus fronteras es indiscutible. Ya Brasil ha iniciado la construcción de su Parque Olímpico, que será el escenario mundial de los Juegos Olímpicos de 2016 en Río de Janeiro. El Festival Internacional de Jazz de Montreal, en Canadá, es el más importante centro para la diplomacia musical y sede del festival de jazz más grande del mundo. Alrededor del mundo la gente baila al ritmo de la música del Caribe; lee autores como Junot Díaz; y disfruta la comida de México, Argentina y del hemisferio entero. Hemos avanzado mucho, y nos estamos moviendo en la dirección correcta. Pero, debemos continuar hacia adelante. El año pasado, les hablé sobre un país ubicado en el otro lado del mundo, una isla nación, que hace 50 años tenía un ingreso salarial per cápita parecido a la República Dominicana, y que enfrentaba desafíos por lo menos tan impactantes como los que tuvo que enfrentar la República Dominicana tras la caída de Trujillo. Pero, esa nación confrontó los retos que tenía por delante, y hoy la economía de Singapur es un modelo para el mundo, ofreciéndole a sus ciudadanos una calidad de vida que es la envidia de muchos a nivel internacional. Algunos de ustedes que asistieron a la reciente conferencia del periodista Andrés Oppenheimer recordarán que él dijo prácticamente lo mismo, que la educación y la erradicación de la corrupción son los centros del bienestar de una nación. El año pasado traté con ustedes el tema de la educación. Hoy, quiero hablar sobre el reto que todos debemos confrontar mientras avanzamos en esta dirección. Es el reto de establecer el estado de derecho y confrontar la corrupción. Ahora, que inicio mi tercer año en el país como embajador de los Estados Unidos en la República Dominicana, estoy convencido que la necesidad de confrontar este reto es especialmente urgente aquí. El Banco Mundial ha identificado la corrupción como el mayor obstáculo para el fortalecimiento económico y la capacidad social. Tenemos que entender que la corrupción es especialmente difícil para los pobres, ya que ellos son los más afectados por la caída económica, dependen más en los servicios públicos, y son los menos preparados para soportar el aumento de precios. Si me lo permiten, quisiera ahora contar algunas historias, historias ilustrativas, de lo que he visto durante este tiempo en el país. No voy a mencionar nombres ni direcciones. Mi punto no es enfocarme en un solo caso, sino tratar de destacar que existe un patrón. Lo que sí les puedo asegurar es que estas historias están basadas en hechos reales, y que mientras la República Dominicana, los Estados Unidos, y el hemisferio caminan hacia adelante, nosotros necesitamos entender estas historias. Aquí les cuento mi primera historia, una historia que es semejante a muchas más. Una gran empresa de los Estados Unidos se acercó a la Embajada hace un tiempo para informar que quería ampliar la multimillonaria inversión que tenía aquí a través de un acuerdo con el Gobierno dominicano. Se reunieron con los representantes de más alto nivel del Gobierno dominicano, quienes expresaron su apoyo al proyecto. Esto parecía que sería una situación ganar-ganar para todos ñhabría empleos para los dominicanos, beneficios para la empresa, e ingresos impositivos para el gobiernoñ. Sin embargo, meses pasaron sin ningún progreso, y no se lograba la firma del contrato multimillonario. No hubo explicación formal por parte del Gobierno dominicano. ¿Sería que alguien buscaba un soborno? ¿Se trataba de incompetencia? La empresa no podía entender lo que estaba ocurriendo. Sus ejecutivos se preguntaban si era que no entendían el contexto cultural. Finalmente, se acercaron a la Embajada, y nosotros los ayudamos a coordinar las reuniones de lugar. Una vez más hubo apretones de mano al más alto nivel. Sin embargo, no se firmó nada, y surgieron a la vuelta de cada esquina nuevas barreras y condiciones. Finalmente, tras meses de espera, se firmó el contrato. Pero, la incertidumbre dejó a la empresa con un mal sabor en la boca. Un funcionario de la empresa le dijo a la Embajada que no recomendaría que la empresa ampliara sus operaciones en la República Dominicana. Les cuento otra historia. El año pasado viajé a los Estados Unidos para apoyar la Iniciativa Global de la Diáspora de la secretaria Clinton. Los Estados Unidos siempre ha sido la tierra de los inmigrantes, y muchos de ellos han prosperado allá. En la mayoría de los casos, su prosperidad se ha convertido en una fuente de ingresos para los miembros de su familia en sus respectivos países. Muchos expertos han indicado lo importante que son estas remesas para los familiares que las reciben. A veces estas remesas superan la asistencia financiera ofrecida por los gobiernos internacionales. Sin embargo, aunque este tipo de asistencia puede cubrir las necesidades diarias, o contribuye a pagar una tarifa escolar, o hasta ayuda en la construcción de una vivienda, no puede construir una carretera, una escuela o beneficiar a la comunidad de manera más general. La iniciativa de la secretaria Clinton ha buscado crear canales para que la diáspora juegue un papel importante en el desarrollo. Con esto en mente, el año pasado viajé a los Estados Unidos donde me reuní con las comunidades dominicanas en Nueva York, Nueva Jersey y Rhode Island. En todas partes escuché lo mismo: “Sí, claro, señor Embajador”, decían los dominicanos en los Estados Unidos, “nos gustaría ayudar a nuestro país. Pero lo hemos intentado, y cuando damos, no sabemos si el dinero llegará adonde tiene que llegar. Nos preocupa que el dinero que donamos para la construcción de una escuela termine en otra parte”. Estas son personas con raíces dominicanas, quienes apoyan a su Patria, quieren ayudar, y conocen la sociedad dominicana. Y, sin embargo, ellos expresan las mismas dudas sobre la transparencia y corrupción que preocupan a las empresas extranjeras que quieren invertir en el país. En este momento, sería injusto de mi parte no mencionar la labor que realiza la Cámara de Comercio Americana a través de su política esfuerzos de responsabilidad social. Ahora, mientras me dirijo a ustedes, la Cámara está tratando de obtener el status de organización sin fines de lucro para que los residentes de los Estados Unidos puedan contribuir a sus excelentes esfuerzos, y sacar provecho de los beneficios impositivos que generan las donaciones. Esto ayudará. Pero, en realidad, todos tenemos que trabajar para crear una cultura y un ambiente donde aquellos que quieren donar, que quieren contribuir, puedan sentirse seguros cuando lo hagan. Y ahora les cuento una tercera historia. Esta tiene un final más feliz. Durante mi estancia en el país, pude ver cómo el Gobierno dominicano trabajaba con sus socios en la sociedad civil y la comunidad internacional para desarrollar, y luego implementar, reformas concretas a través de la Iniciativa Participativa Anticorrupción. Esta iniciativa ha mejorado mucho la gobernabilidad en el país. También, he visto cómo destacados periodistas investigan los casos de corrupción a los más altos niveles, revelando mucha valentía, y confrontando los más poderosos políticos. Y he visto a un nuevo Procurador General llegar al puesto dispuesto a investigar los alegatos de corrupción, no importa quién esté involucrado. Esta historia es la que promete un final feliz. Y es una historia que les demuestra al mundo, a los inversionistas internacionales, a los dominicanos en el exterior, y a los periodistas, que el problema de la corrupción sí es superable. No tenemos que aceptar la corrupción. Los dominicanos pueden y van a acabar con la corrupción. Sé que la República Dominicana confronta ahora una situación fiscal difícil. Pero, no importa lo que pase a corto plazo, estoy convencido de que la República Dominicana superará estas dificultades y seguirá en su trayectoria hacia una nación más democrática, equitativa y próspera. Cerraré ahora con palabras pronunciadas por el Padre de la Patria, Juan Pablo Duarte, que dijo: “El Gobierno debe mostrarse justoÖ o no tendremos Patria, y por consiguiente, ni libertad ni independencia nacional”. ¡Palabras muy verdaderas! Durante mucho tiempo en los Estados Unidos se usaba un lema que decía: “América, quiérela o vete”. Parecía decir que si uno estaba al tanto de los problemas de su nación, si quería mejorar la situación, no amaba a su país. No estoy de acuerdo. Es precisamente porque amo a mi país que quiero verlo como un buen lugar. Y de esa misma manera me siento en torno a la República Dominicana. Y así piensan muchos dominicanos, tanto los que están dentro como fuera de este salón. Si yo pudiese inventar un lema para reflejar este pensamiento, sería: “Amemos nuestra Patria, y la vamos a hacer mejor”. Gracias. ¡Que viva Quisqueya, la joya del Caribe!

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