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DESDE LA ÚLTIMA BUTACA

Cuentos de la luna pálida

“Ugetsu monogatari” (“Cuentos de la luna pálida”) es un filme que no envejece. Kenji Mizoguchi legó una obra que todavía provoca reacciones por la manera tan personal de combinar lo sobrenatural con la realidad.

Está construida en base a referencias históricas y leyendas del Lejano Oriente. Sus personajes, de carne y hueso, transportan emociones y sobreviven a la ambición y al desencanto. Son hombres y mujeres que saben soñar, tanto despiertos como dormidos y, por encima de sus sueños, saben ser japoneses y universales.

“Ugetsu monogatari” adquiere su propia fuerza narrativa gracias a la celebridad de su guión que mezcla elementos del cine fantástico, el melodrama, el retrato social y el cine de samuráis, todos típicos en la obra de Mizoguchi.

El entramado formal del filme brilla desde la composición de los encuadres, hilvanados en perfecta geometría, desde el esplendor del ángulo, hasta el movimiento de la cámara que, para imprimir una aureola sobrenatural, juega con los claroscuros. Los actores, como es común en Mizoguchi, se esmeran en la expresividad gestual. La música alcanza la magia del contraste, mientras que la banda sonora, compuesta por música tradicional nipona y ejecutada por sus instrumentos típicos, trasciende también por voces que evocan sentimientos de melancolía y tristeza; voces que hacen posible que el espectador se mantenga al tanto de la historia a partir de sus impactos naturales y divinos.

En la obra, además, sobresale la adecuada iluminación. Su tono no esquiva el empleo de episodios naturalistas (samuráis que violan y roban) que contribuyen a enriquecer la conformación de la personalidad de los protagonistas.

Elementos como la crueldad, junto a una atmósfera alucinante, le otorgan a la historia una dimensión desgarradora.

Entre sus escenas notables se encuentra la del pretendido samurái que descubre a su mujer convertida en prostituta; o la aparición del “espíritu” en el instante en que el marido imagina a su mujer probándose la ropa, así como la imagen final de la casa cuando ha sido abandonada por los fantasmas.

Un contraste de altura ocurre con el romance entre el fantasma de la Princesa Wasaka y el ambicioso alfarero: un verde jardín donde posa un árbol seco delante de un panorama desértico, son el único paisaje.

Mizoguchi acude a la sencillez expresiva. Sabe ser sensible, sin perder delicadeza. Su fotografía en blanco y negro, sugerente y cuidada, combina escenarios rurales y vidas de la gente común, sin olvidar ciertas escenas donde predominan la irrealidad y la atmósfera envolvente.

Ficha Técnica: Título en japonés: Ugetsu monogatari. País: Japón. Año: 1953. Duración: 93 minutos. Director: Kenji Mizoguchi. Guión: Matsutaro Kawaguchi y Giren Yoda. Reparto: Machiko Kyo, Mitsuko Mito, Kinuyo Tanaka, Masayuki Mori y Sakae Ozawa. Premios: León de Plata Festival de Venecia. Nominada al Oscar por mejor vestuario. Sinopsis: Basada en una leyenda del siglo XVI, narra la historia de dos ambiciosos campesinos que abandonan a sus familias en busca poder, fama y riqueza.

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