“Train to Busan”

Este tren no está lleno de vampiros, sino de símbolos. El odio, la maldad, la falta de escrúpulos, la corrupción, el carácter oportuno de la política, el miedo a la muerte y la ausencia de solidaridad humana se entrecruzan con el amor filial, la ternura y el instinto de supervivencia, dentro de un filme muy aclamado.

“Train to Busan” no solo fue exhibido oficialmente en la versión 2016 del Festival de Cannes fuera de concurso, sino que muchos lo consideran como la respuesta coreana a la celebrada serie norteamericana “The walking death”, donde el tema del vampirismo se presentó como contexto de la lucha de clases entre una mayoría “sedienta de sangre” y una minoría ¿destructora?, devenida en policía justiciera. Actualmente, Hollywood prepara su “versión norteamericana”.

Se supone que ese “remake” será un nuevo bodrio, muy distinto a la versión original coreana. Con independencia de sus innegables valores formales “ Train to Busan” no parece otra de las tantas películas del género zombie. Triste a veces, divertida en otras, su intenso ritmo narrativo deja en la memoria colectiva un aliento, una voluntad de estilo y una cinematografía casi dibujadas.

El esmerado trabajo de la cámara sale a flote gracias a cortas y precisas secuencias. No hay aquí sobremaquillaje ni actuaciones despreciables. Evidentemente, estamos frente a un guion no descabellado y a unas actuaciones equilibradas.

El crítico español Pablo González Taboada, ha escrito en la revista “Cinemanía” que “Train to Busan”, es una película que ya hemos visto, pero nunca tantas veces y tan bien. Es decir, que juega con los clichés para darles la vuelta, incluir otro nuevo y retorcerlo, y hacer eso durante 118 minutos.

Ficha técnica Título: “Train to Busan”. País: Corea del Sur. Año: 2016. Duración: 118 minutos. Dirección y guion: Yeon Sangho. Reparto: Gong Yoo, Ma Dong-seok, Ahn So-hee, Kim Soo-an, Jung Yu-mi, Kim Eui-sung,Choi Woo-sik, Jung Kyung-mi y Shim Eun-kyung.

Sinopsis: La irresponsabilidad de una empresa de productos químicos contaminantes permite el escape de uno de sus más peligrosos experimentos, el cual se expande en poco tiempo por el país y afecta a todos los habitantes, excepto a un pequeño grupo de viajeros que se desplazan en un tren de alta velocidad rumbo a la ciudad de Busan.