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PANTALLA GRANDE

Homenaje al cine y la música

"La La Land", de Damien Chazelle, es una película que combina a la perfección imagen y musicalización.

Damien Chazelle quería ser músico pero se dio cuenta de que no era lo suyo. Por eso se dedicó al cine para suerte de la cinefilia, ya que ahora es un realizador capaz de combinar a la perfección la imagen en movimiento y la música.

Ya lo había demostrado en la poderosa “Whiplash”, su segundo largomentraje, que en 2015 recibió cinco nominaciones, incluyendo mejor película, y ganó tres: mejor actor de reparto (JK Simmons), mejor sonido (Thomas Curley, Ben Wilkins y Craig Mann) y mejor edición (Tom Cross). Este último repite trabajo y nominación.

Ahora causa revuelo con “La La Land”, que ha obtenido 14 nominaciones al Oscar formando una trilogía con “All About Eve” (Joseph L. Mankiewicz, 1950) y “Titanic” (James Cameron, 1998), únicas con esta cantidad.

Y no es para menos, ya que el musical, protagonizado por Ryan Gosling y Emma Stone es un espectáculo encantador que apela a la nostalgia por el cine clásico del Hollywood de los años 50 (la proyección de “Rebelde sin causa”, de Nichlolas Ray) y al jazz (la broma cuando Sebastian está tocando pop de los ochenta).

Como en la anterior, Chazelle continúa aquí con su interés por el jazz encarnado en Sebastian (Gosling) un joven pianista al que le molesta que lo nuevo arrase con lo viejo (el tradicional bar de jazz convertido en un bar de tapas; el jazz, cada vez más cercano al pop). De hecho, hay una frase que podría resumir el filme, cuando Sebastian le dice a Mía (Stone): “Ahora todo se venera y nada se valora”.

Por el otro lado, Mía quiere arrancar su carrera de actriz, mientras atiende en una cafetería en los estudios de la Warner Brothers. Ambos llegarán a Los Ángeles buscando lograr sus sueños.

Nada más clásico que eso, dos enamorados que luchan por lo que quieren en una ciudad que es otro personaje que enmarca bellamente los diálogos y los bailes (coreografía de Mandy Moore, no la cantante y actriz), capaz de evocar a parejas como Ginger Rogers y Fred Astaire.

Una película que hace soñar gracias a la realización, ayudada por la partitura de Justin Hurwitz y la fotografía de Linus Sandgren.

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