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DESDE LA ÚLTIMA BUTACA

The girl on the train

A veces una película podrá ser superior a la obra literaria que la inspira. Aunque el cine es cine y su lenguaje no es literario, el texto del que parte, con independencia de sus amplios o escasos valores formales, engendra un mecanismo visual que permite al lector imaginar contextos, paisajes, expresiones y situaciones. Esta conversión de la palabra en imágenes fotográficas provoca un vínculo casi imperceptible entre una historia impresa y su versión en la gran pantalla. Con esto se pretende demostrar que la imagen en movimiento también se origina y crece en la mente del lector-espectador cuando disfruta de una obra literaria. El director de cine es el encargado en recopilar y ordenar en una sola todas las imágenes que cada quien recrea durante la lectura. Y esa imagen, la que se proyecta en la gran pantalla, tiene suficiente esplendor para reunir en ella misma las más disímiles interpretaciones.

“La chica del tren” es un filme que permite reflexionar estos planteamientos (y tal vez otros más profundos vinculados a la relación cine-literatura), toda vez que la novela de que la parte es una obra que no solo provoca el gusto literario por la calidad de su escritura, sino que su contenido va mucho más allá de la simple hechura literaria y hace posible que el espectador guíe la trama dentro de su mente como una película. La trama de “La chica del tren”, por sus valores literarios, se ha convertido en un “best sellers” con millones de ejemplares vendidos. Como película, Tate Taylor intentó reproducir el entramado de la historia con la intención de realizar una obra que llamara la atención, y en parte lo logró. En su contra, los “pesares” impiden el disfrute de una obra cinematográfica que, al menos, iguale la impronta de la novela. En primer término, el inicio es lento y aburrido, Poco después, el discurso cinematográfico sube de nivel, pero el trabajo en la mesa de edición no fue el mejor. Taylor armó un producto donde las escenas se reiteran, se repiten y se enredan entre sí, lo que crea un sentimiento de ambigüedad que confunde, retrotrae y desactiva la memoria intuitiva. Algunos personajes secundarios están traídos por los pelos y otros no se explotan con la profundidad sicológica que deberían.

El desenlace de la obra, la profundidad ética de su metamensaje y las aceptables actuaciones hacen posible que un espectador promedio pase por alto algunos de los desniveles antes apuntados. Sin embargo, ante la mirada cinéfila, del que busca algo más que un simple entretenimiento, “La chica del tren” pudo haber sido una buena película. A secas. Y por sí misma.

Ficha técnica País: Estados Unidos. Año: 2016. Duración: 112 minutos. Dirección: Tate Taylor. Guion: Erin Cressida (Sobre una novela de la escritora inglesa Paula Hawkins). Reparto: Emily Blunt, Rebecca Ferguson, Haley Bennett, Luke Evans, Edgar Ramirez y Justin Theroux. Sinopsis: Una mujer devastada por su reciente divorcio se dedica a fantasear sobre la vida de una pareja aparentemente perfecta que vive en una casa por la que su tren pasa cada día. Pero un día descubre algo anormal desde la ventanilla de su tren y se ve involucrada en un misterio que marcará su vida.

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