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DESdE LA ULTIMA BUTACA

Drunk Angel

Kurosawa se las ingenia. Recurre a los entramados espirituales para preservar rasgos de inocencia y ternura donde los vicios y las contradicciones internas se entremezclan y conforman un todo unitario. En esta, la primera de las 18 películas de Toshiro Mifune bajo sus órdenes (cifra solo superada por las 20 protagonizadas por Takashi Shimura, otro favorito del maestro nipón), enfrenta la falta de voluntad contra el imperio de la razón. Ambos actores (Shimura y Mifune), formaron un binomio inolvidable en la historia del cine. “El ángel borracho” es otra espléndida oportunidad que Kurosawa le brinda a Shimura y Mifune para volver a compartir espacios y añoranzas de personajes singulares en medio de la decadencia de la sociedad japonesa posterior a la Segunda Guerra Mundial, a través de la difícil relación entre un médico y un gánster tuberculoso. El retrato de ambos protagonistas, a partir de la relación médico-paciente, se impone a la trama gansteril. Sin caer en bosquejos sensibleros, la historia deviene en un emotivo retrato de dos perdedores en busca de redención. Toshiro Mifune entrega una lección de presencia física y de variedad de registros. Takashi Shimura, es el centro del filme con un personaje complejo, lleno de aristas, que lo mismo estalla de indignación ante la “guapería” del mafioso que de ternura frente a sus pacientes. El guión está muy bien escrito, y los pocos personajes secundarios que deambulan por la vida de los protagonistas quedan delineados con singularidad porque son capaces de materializar frente a ellos mismos, sus dilemas internos. La puesta en escena sobrecoge por su transparencia, al igual que el ritmo narrativo y la utilización de objetos como metáforas. Un ejemplo estaría en la escena del sueño, de inusual fuerza y belleza visual. “El ángel borracho” mezcla con acierto neorrealismo, expresionismo, cine negro y drama intimista con elegante equilibrio.

Aquí sobresalen las inquietudes humanistas de Kurosawa a pesar de cierta censura que pesó en su contra, al igual que en otros de sus primeros filmes. No debe haber gustado mucho al oficialismo de entonces la ambientación de la historia en un barrio marginal infectado por un vertedero de basura y una cañada devenida en ciénaga donde la tuberculosis podía atacar a cualquiera en el momento menos pensado. “El ángel borracho” es un filme que asienta las raíces que, de un modo u otro, servirán de base para la mayor parte de un cine comprometido con el ser humano.

Es, tal vez, su primera película de madurez, la que inicia un período interesante, que seguirá con “Duelo Silencioso”, “Perro Rabioso”, “Rashomon” y que concluirá con “Ikiru”. Es, además, un filme nada complaciente con el espectador, que contiene la huella del mejor Kurosawa urbano. Ya estaba consciente de lo que la imagen podía trasmitir de manera independiente a los diálogos. Esto, junto a su predilección por la literatura y las artes visuales, le permitió ganar en animosidad reordenativa y prefijación conceptual.

Ficha técnica: Título en español: El ángel borracho. País: Japón. Director: Akira Kurosawa. Año: 1948. Duración: 102 minutos. Guión: Akira Kurosawa y Keinosuke Uegusa. Reparto: Takashi Shimura, Toshiro Mifune, Reisaburo Yamamoto, Chieko Nakakita y Michiyo Kogure. Sinopsis: Un gánster de la “yakuza” japonesa, enfermo de tuberculosis, llega a un consultorio médico herido de bala. Mientras lo atiende, el galeno se da cuenta de su verdadero mal, y a partir de ese día inicia una batalla verbal con el mafioso para obligarlo a atenderse la enfermedad que lo consume. *Su más reciente novela es “Fula Abakuá” (edit. Unicornio, 2016)

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