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ENTRETENIMIENTO

De niños soñamos cantar como Pedro Guerra

Se sentía el aire de complicidad, cuando invitó a subir al escenario al dominicano Pavel Núñez en su concierto en HRC

Pedro Guerra es la antítesis del artista que compone, produce y canta para poder vivir. Él vive para cantar. Es el eslabón perdido de la evolución: el punto donde termina lo comercial y empieza el arte, el suyo.

No es el cantante. No es el artista. No es el cantautor. Es Pedro Guerra. Es quien puede darse el lujo de cruzar el Atlántico con tan solo una guitarra y un piano. ¿Para qué más?

Así regresó a República Dominicana, donde sus fanáticos -no es su público, los de su estirpe cultivan y alimentan almas perdidas que se pierden entre sus versos-, tuvieron un encuentro cercano de primer tipo.

Y esto es importante, quienes llegaron tarde al Hard Rock Café pensaron que entraban a una ceremonia solemne, donde el silencio (respeto, también diríamos) solo daba paso al aplauso al final de cada canción.

Pedro, el hombre, es una persona sencilla, sin poses, que viste de negro clásico y lentes que reflejan su mirada perdida, que en el escenario camina con timidez y habla con propiedad.

A la hora señalada aparece en tarima, entona la primera canción, “Canto de trabajos”, incluida en el álbum Hijas de Eva (2002), una de las viejas, seguida por “Arde Estocolmo”, obra de alfarero, que da título a su disco más reciente, tan celebrado como el resto de su discografía.

Pedro narra sus historias, vive sus relatos y cuenta sus cuentos. Buen narrador. Sus canciones tienen su pasado, son producto de sus vivencias.

Es generoso con el que asiste a sus recitales: interpretó 25 canciones. Como una novela que desde el principio toma al lector por el cuello, sus composiciones son capítulos inseparables, con “Márgenes” que mueven “La fe del carbonero”.

En la primera parte apeló a otras tres piezas, “Quisiera saber”, “Cerca del amor” y “Pasa”, esa canción tan íntima y penetrante donde hay un hueco para el alma. Un cierre que dignificó su introducción, que sembró el entusiasmo en los sentidos, y muchos sintieron que su música es en esencia alimento para los dioses.

Terminó, eso pensó él y se despidió, tras casi dos horas de show, regresó para cantar “Esperando por mí”. Llegó el final, fue cuando recordamos que de niños siempre quisimos cantar como Pedro Guerra.

El final El Hard Rock Café Live era iluminado por ´las luces del almaª y Pedro Guerra siempre se mostró a gusto con los que se comportaron y le permitieron hacer lo suyo, cantar y narrar sus cuentos.

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