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CINE

“Batman vs Superman: el origen de la Justicia”

Los “comics” no son un pasado histórico, no son más que eso, “comics”, o sea, tiras cómicas en las cuales se inventa de todo en relación a cada vez más seres que están por encima de lo normal

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Armando Almánzar R.Santo Domingo

Cuando lean estas palabrejas sobre la película “Batman Vs Superman: dawn of Justice”, muchos chicos dirán para sus adentros (algunos lo gritarán): este Armando Almánzar es muy viejo para que le guste una película como ésta.

Y, en efecto, somos viejos, muy viejos. Pero mucho dudamos que nos hubiera gustado en 1963, cuando empezamos a escribir sobre cine.

Porque hay mucho que no nos gusta de la “grandiosa” cinta de Zack Snider, y esos resabios se inician con el mismísimo título: “El origen de la Justicia”. ¿De qué demonios justicia hablan? ¿Que dos seres poseídos de poderes fuera de lo normal se peleen entre ellos para luego aliarse con otra similar para enfrentar a otro aún más poderoso y feo y derrotarlo es un precedente para originar Justicia?

Y luego, metidos de cabeza en la historieta (nunca mejor dicha esta palabreja), comenzar con un bicho destruyendo edificios para que luego sea a su vez destruido como quien gana un juego de fútbol luego de meter un buen suplente es un mero show intrascendente. Pero, peor, unos pocos años después, como por Arte de birlibirloque, de buenas a primeras todos o casi todos comienzan a repudiar tanto a Batman como a Súperman como si de dos ladroncetes de barrio se tratara, tanto como para ponerles de improviso a odiarse el uno con el otro, un planteamiento de un simplismo pueril y más que superficial.

Se nos antoja que un ser humano como Batman, por más habilidades y ayudas que tenga, no puede ni siquiera pensar en enfrentar nada menos que a un “hombre de acero” que vuela, juega bolos con aviones y derriba paredes con la mirada. Pero eso no les importa a los guionistas Chris Terrio y David Goyer, que nos presenta al Bat haciendo ejercicios para enfrentar al Sup, y luego al Sup dándole una pela al BatÖcomo es lógico. Ah, pero no, pues resulta que el chico humano se ha conseguido un gas al parecer extraído de un caldo de un insecto del patio llamado “hiedevivo” y con eso le funde los plomos al acérico. Y luego el acérico busca una lanza de kriptonita bajo el agua y casi se ahoga, pero luego anda con ella como con un alfiler de cabecita, y más adelante...

No más revelaciones, que eso no les gusta a los amantes del cine de rositas de maíz.

Por supuesto, la más maravillosa respuesta a todas nuestras interrogantes y críticas la tienen a mano los fanáticos de los dos súper héroes: es que Almánzar no está al tanto de los “comics”, que si los hubiera leído entonces sabría que cada uno de sus despropósitos tiene su razón de ser.

Pero resulta que el cine no es Historia, que una película funciona como un ente estético en sí mismo, y que, por supuesto, si hacemos un filme sobre Napoleón o Mozart tenemos que atenernos a la verdad y si usted no sabe nada sobre esos señores entonces a lo mejor se encuentra esos filmes disparatados, muy a pesar de que el Arte cinematográfico permite dispensas de todos los tipos y colores, pero sin alcanzar el disparate.

Pero los “comics” no son un pasado histórico, no son más que eso; “comics”, o sea, tiras cómicas en las cuales se inventa de todo en relación a cada vez más seres que están por encima de lo normal, y al ser llevados al cine tienen que regirse por las reglas del Arte cinematográfico, no por las del “comic” y, en conclusión, que para nosotros gastar nada menos que 250 millones de dólares en este, eso sí, más que estruendoso filme, es un puro y perfecto desperdicio.

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