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DÍAS DE CINE

“El abrazo de la serpiente”

El cine de Ciro Guerra nos muestras la desolación, la muerte, el exterminio físico y mental, y lo hace sin exageraciones, sin subterfugios, descarnado pero intenso y apasionante.

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Armando Almánzar R.Santo Domingo

Para iniciar un debate que no tendría fin jamás, podríamos preguntar: ¿Cuál película le parece mejor: “El abrazo de la serpiente” o “Los viajes del viento”? No tendría fin porque estas dos películas del colombiano Ciro Guerra son, para nosotros, la culminación del quehacer cinematográfico en cualquier sentido: capacidad y enorme destreza en el manejo del lenguaje cinematográfico, responsabilidad social, creatividad en la creación de historias.

Claro, ahora nos pueden decir que Ciro no inventó nada, que se basa en las páginas del etnólogo y fotógrafo alemán Theodor Koch-Grunberg y del botánico norteamericano Brionne Davis, quien cubrió la misma ruta por el Amazonas muchos años después del germano y, como aquel, tomó notas y fotografías.

Cierto, pero usted puede tener el mejor relato de cualquier tipo enfrente y, si no sabe hacer cine, el resultado deberá ser, irremediablemente, una tontería o un simple filme comercial.

Bien, el caso es que Guerra nos lleva con su equipo a seguir la ruta original del germano que luego siguiera el yanky, ambos guiados, el primero, por el joven Karamakate, shaman indígena, en busca de la Yagruna, planta medicinal presuntamente mágica, y luego Evans, guiado a su vez por el anciano Karamakate.

La diferencia entre ambos viajes es, precisamente, ese Karamakate, joven y vigoroso que incluso hace uso de la fuerza en ocasiones mientras navegan por el Amazonas entre Colombia y Perú, y el anciano shaman que dice de sí mismo que ha perdido la esencia de su ser, sus poderes mágicos como shaman.

Pero, si ahora piensan que este recorrido por una inmensidad como el Amazonas y a través de esas tupidas selvas nos llevan a un relato de aventuras, pues apéense de ese potro.

Lo que hacen los científicos es investigar las plantas medicinales y, de paso, constatar cómo el continente americano en su totalidad fue expoliado de su riqueza original, y cómo sus habitantes, indígenas de todos los tipos y colores, fueron aplastados por la bota militar en lo físico y por la religión cristiana en su mente, en sus sentimientos.

No importa dónde usted se sitúe en este gran continente: desde los pieles rojas del norte hasta los incas al sur y los aztecas de paso, y cientos de otros pueblos de tribus no tan conocidas, todos fueron hundidos en el cieno de la historia convertidos en parias.

Y eso es lo que nos dice Ciro Guerra, y lo hace con la increíble capacidad de su cámara, con una esplendorosa fotografía casi totalmente en blanco y negro, con una agilidad y una plasticidad inimitables en su edición, con una selección de intérpretes en verdad desconocidos, pero únicos en sus caracterizaciones.

El cine de Ciro Guerra nos muestra la desolación, la muerte, el exterminio físico y mental, y lo hace sin exageraciones, sin subterfugios, descarnado pero intenso y apasionante.

Si usted, amigo lector, que estas líneas está leyendo presumimos gusta del mejor cine, entonces háganos caso y dese una vuelta para sumergirse en la incomparable belleza y la sugestiva expresividad de este magistral película.

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