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CINE

Star Wars: El despertar de la fuerza

Bien llevada por J.J. Abrams, una fotografía nítida, John Williams logra “adornar” bien todo el conjunto, y todos los intérpretes son eficientes, aunque nada brillantes.

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Armando Almánzar R.Santo Domingo

Hagamos un repaso breve: en 1977, realmente George Lucas nos despertó con “Star Wars” porque su obra, sin ser monumental, aun así resumía atributos que la hacían muy destacable: una historia agradable y lo suficientemente sencilla como para no molestar a los poco ilustrados, una muy buena fotografía, la siempre estupenda musicalización de John Williams, y un acertado grupo de intérpretes que incluía a un joven Harrison Ford y demás.

Más adelante, siguió la saga, ya esperada por muchos, con la que tal vez nos gustara más del conjunto: “El Imperio contraataca”. Pero, de ahí en adelante, todo fue cuesta abajo: “El retorno del Jedí”, por lo menos para nosotros, fue decepcionante y, sin mucho que abundar, la segunda trilogía es un robusto congreso de puros bodrios.

PeroÖ ah, los peros: mejores o peores, todas hacen dinero y, como es ya desde hace décadas tradición millonaria, desde que un filme de este tipo, cualquiera que sea, hace dinero en sus primeras semanas, ya se manda a escribir el guion de la siguiente. Por eso: “The Force awakens”, séptima parte que es, a decir verdad, la cuarta parte puesto que su historia se inicia luego de terminar la del “Retorno del Jedí”.

Y esta historia, en efecto, puede decirse que está bien hilvanada, que resulta entretenida, que ha sido bien llevada por J. J. Abrams, que cuenta una fotografía nítida y profesional de Daniel Mindel, que John Williams logra “adornar” bien todo el junto con renovadas variaciones de su viejo tema central, que los intérpretes son eficientes, aunque nada brillantes, que Harrison Ford da saltos y sube escaleras a pesar de sus 73 años y exhibe los colgajos de sus mejillas con seriedad, que Carrie Fisher dejó atrás las torrejas que lucía a los lados de la cabeza y se acurruca con su viejo amor añorando al hijo perdido y vendido a sus contrarios, que los villanos tienen un arma tan poderosa que nadie podría explicar por qué diantres no la habían usado antes si es tan efectiva y que, cuando al fin deciden usarla necesitan 10 minutos más para mandar a todos los buenos a la laguna del Erebo, 10 minutos que, bien contados en la sala de cine, se nos convirtieron en casi media hora (milagros de Abrams y su editor), que ahora ya no son racistas y tienen a un héroe negro, John Voyega (Finn), que nos resulta un tanto desabrido, y que un actor joven muy probado como Oscar Isaac puede ganarse el dinero dando unos cuantos brincos y sonriendo, amén de un Mark Hamill que mira impasible (pero sabedor de que habrá de ganar bien dinero en la próxima) para terminarlo todo y pensando que, en verdad, es una buena película la vista pero nos deja con un palmo de narices y locos por salir para ir al baño porque este asunto cuenta con dos horas y cuarto y eso no es como para jugar.

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