Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

DESDE LA ÚLTIMA BUTACA

The Walking Death

(1)

El número 64 de la revista “Global”, órgano de la Fundación Global Democracia y Desarrollo (mayo-junio, 2015) incluye un artículo de Karim López sobre la telenovela zombie “The Walking Death”, producto que, según el editor de la publicación “(…) se ha convertido en uno de los grandes fenómenos televisivos. Basado en un exitoso cómic del mismo nombre, cuenta la llegada de un apocalipsis zombi y la manera en que se cruza la vida de algunos sobrevivientes. Al igual que en las películas de George Romero, esta historia con zombies sedientos de sangre sirve de plataforma para plasmar críticas sociales y el colapso de una sociedad que solo busca una excusa sobrenatural para terminar de demoronarse.” (p.75)

La mencionada revista llega en un momento en que la televisión por cable recién inicia el estreno de su sexta temporada, lo cual permite contribuir a la confrontación de ideas y al debate sobre los contenidos que han provocado la aclamación de los espectadores a lo largo y ancho del mundo.

En su ilustrado artículo, López resume la serie a partir de una visión muy particular que puede apreciarse a primera vista, sin necesidad de encontrar segundas o terceras lecturas al producto: “Los zombis no son la principal amenaza en este mundo posapocalíptico, sino la creciente pérdida de moralidad en un estado anárquico, despiadado o salvaje. Para bien o para mal, ninguno de los personajes son ahora los mismos que eran cuando la civilización empezó a descalabrarse hace seis temporadas, pensando –irónicamente- que pronto volvería a levantarse.” (p. 78) A primera vista, esta visión tremendista sobre el futuro de la humanidad es la lección fundamental que se desprende de “The Walking Death”. Un mundo donde los conceptos de familia, amistad, lealtad, religión, legalidad, disciplina, ordenamiento, reflexión, amor, odio, certezas y desesperanzas, entre otros muchos, se desmoronan y navegan en la memoria colectiva de manera martillante, hasta crear conciencia de que la humanidad se encuentra al borde del desastre. También parece tomar conciencia en una minoría el criterio extemporáneo que George Romero expresara frente a la teleserie la cual, por la forma de calificarla, parece que no tuvo la oportunidad o el deseo de videarla con mirada profesional: es “un culebrón con un zombi ocasional” (p.78).

Lo cierto es que desde su estreno en 2010 (una temporada por año), millones de personas de cinco continentes se sientan frente a la pantalla chica, no solo a enhebrar sentimientos de temor ante la catástrofe sobrenatural que hace peligrar a la especie humana, sino a pensar sobre la importancia del pasado como referente para la sobrevivencia y el equilibrio de la personalidad individual frente a los desastres. Si la humanidad llega a destruirse no será precisamente por la reencarnación de los muertos, ni por la llegada de seres de otro mundo. Será por la voluptuosa huella de la incomunicación y la debilitación del pensamiento y la inteligencia como vehículos motores de la conducta humana.

La degeneración del hombre a partir de eventos fantásticos y paranormales no es nueva en la historia del cine. Desde la Era Silente (“El doctor Frankenstein”, “Drácula”) hasta la posmodernidad, algunos directores han creado personajes y situaciones con el propósito de mostrar el lado oscuro del ser. Guerras, linchamientos, monstruos, invasiones extraterrestres y catastrofismos han mostrado el rostro degenerativo del hombre, siempre a partir de la desconfianza hacia los demás y la proliferación del imperio del salvajismo para sobrevivir en condiciones adversas.

Una serie de televisión como de “The Walking Death” pudiera responder a esos propósitos para un espectador acostumbrado al cine apocalíptico, salpicado con ciertos elementos convencionales del cine de terror, donde campean los derramamientos de sangre, la salvaguarda del héroe, la victoria de los protagonistas sobre “las fuerzas del mal” y la resistencia humana ante la ausencia de recursos básicos para alcanzar la necesaria dosis de sobrevivencia.

Sin embargo, todas estas “nimiedades” expuestas en teleseries de corte comercial solo han aportado estremecimientos internos y pesadillas a media noche a quienes buscan en ellas la envoltura de un discurso ético que haga revivir la confianza en los demás.

El guion de “The Walking Death” es un contundente documento teórico (lleno de imágenes de gran impacto visual) que retrata, como no lo ha hecho el cine hasta el presente, el principal conflicto de la posmodernidad: El término de un mundo apocalíptico por otro, donde comienzan a imperar, de manera inevitable, las transformaciones morales.

“The Walking Death” es la teleserie que ha revivido a “El Leviatán, (1651)”, del filósofo inglés Thomas Hobbes (1588- 1679) a partir de su frase inmortal: “El hombre es el lobo del hombre”. Las “travesuras” de Rick y sus amigos en medio de un Estado sin leyes y sin reglas nos remite a la invalidez de las ambivalencias dentro de un mundo que ya no puede vivir aferrado a los valores éticos del pasado.

Otra arista que trasciende el simple escarceo aventurezco es el tratamiento al concepto de “Resurrección”, el cual es mirado, incluso, desde la ingenuidad infantil como un acto natural al que no le debe temer porque la mente humana está convencida de que después de la muerte hay una nueva vida en la tierra donde todos los hombres son iguales (“horribles”, hambrientos, manipulables, pero iguales) sin distinguir raza, religión o procedencia social. Este recurso denuncia la doble moral de la Iglesia para sobrevivir bajo cualquier circunstancia sin importar el precio que deben pagar sus feligreses.

Una película no es buena o mala de por sí. Su importancia tiene que ver con el impacto y el poder de permanencia que provoca en sus espectadores. Y las osadías y advertencias éticas expuestas en “The Walking Death”, apuntan a la posteridad.

Esta y otras reflexiones propias del siglo XXI, muy distintas y distantes a las que abrazamos aquellos que todavía creemos en la ilusoria utopía redentora, se pueden encontrar en esta inolvidable teleserie que ya culmina su sexta temporada y que, en cada nuevo capítulo, deja una lección moral a la cual no debemos dar la espalda.

Tags relacionados