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CINE

‘Lejos del mundanal ruido’

La historia de Bathseda es hermosa, en la literatura y en el cine. Vinteberg vuelve a sus escenarios de “La casa”, la tranquila belleza de las llanuras enfrentada a las pasiones de los personajes.

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Armando Almánzar R.Santo Domingo

En el presente caso tenemos que aclarar que eso de “hermosa, aguda y moderna” no se refiere única y exclusivamente a esta película de Thomas Vintemberg (La caza), sino también a la novela de Thomas Hardy.

Porque, muy a pesar de ser una obra escrita en el siglo 19, las incidencias que ofrece y, sobre todo, las características psicológicas de sus personajes están muy por encima de lo que era una incipiente clase media en la Inglaterra de ese entonces. Si se piensa en el personaje de Bathsheda Everdene, sobre todo, una joven dueña de una pequeña finca que se siente atraída por un pastor del rebaño de su vecino, que prácticamente se lo deja saber pero que, de todos modos, prefiere continuar con su vida de soltera, que luego, reclamada por un vecino rico, también le desprecia en una época en la que era normal que una mujer soltera se entregara casi al primer solicitante porque ninguna quería quedarse a vestir santos, no es común, sobre todo cuando luego sufre un arrebato pasional inesperado y da un mal paso, rompiendo con su conducta “normal”.

La historia de Bathsheda es hermosa, en la literatura y en el cine. Vinteberg vuelve a sus escenarios de “La casa”, la campiña, la tranquila belleza de las llanuras enfrentada a las pasiones que se mueven en el interior de los hogares. Sus personajes son llevadas con una tersura que arropa con belleza la partitura de Craig Armstrong que, por cierto, tiene momentos formidables pero que en ningún momento embadurna las imágenes y sabe el autor cuándo callar, cuándo dejar que sean las imágenes que se deslizan con morosidad las que nos capten la atención y nos embarguen de emociones. Las vaivenes en la vida de Bathsheda no son bruscos en el film, muy a pesar de sus cambios de actitud en relación a los hombres en su vida. Muy por el contrario, ella es en casi todas las ocasiones la receptora pasiva de los que medran a su alrededor: Mathias Oak, William Bolwood y Frank Troy giran incesantes a su alrededor provocando (o tratando de) sus reacciones que, en la mayor parte de las oportunidades, se reflejan en ella que busca rehuir el enfrentamiento decisivo con cada uno de ellos.

El relato es llevado por Vintenberg a través de la formidable fotografía de Charlotte Brous Christensen y de la suave cadencia de una edición que, en su dinámica, refleja la psicología de los personajes concatenada con la belleza del ambiente.

Carey Mulligan es excelente como Bathsheda, y lo mismo puede decirse de Mathias Schoeneders (Oak), Michael Sheen (Boldwood) y Tom Sturridge (Troy). Un apreciable grupo de intérpretes de reparto redondea el conjunto.

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