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CINE

‘Buscando un Hogar’

Película. Escena de “Buscando un hogar”.

Película. Escena de “Buscando un hogar”.

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Armando Almánzar R.Santo Domingo

Eso de “Buscando un hogar” es un titulillo ñoño y huero. En realidad, este film del húngaro Kornel Mundruczo se titulada “White God” (Feher istem en su idioma) y, cuando en el subtítulo escribimos “Haciendo cine con...” lo que deseamos implicar es que estos cineastas sin muchos recursos económicos, como los latinoamericanos, como muchos orientales, andan a la pesca de historias diferentes por completo a lo que nos tiene acostumbrado el cine que más vemos por estos lados, el de Hollywood por dos razones: precisamente por ser diferentes y, además, por resultar más económicas en su producción.

Y “White God” es muy, muy diferente. Porque aunque parte de la relación normal de una niña de 13 años con su perro Hagen, cuando ella tiene que quedarse a vivir unos meses en casa del padre porque su madre divorciada tiene que ir a un trabajo fuera del país, cuando resulta que el padre, incómodo por tener que hacerle un favor a su ex, no obtempera con el deseo de Lili de tener al perro con ella y él lo abandona en medio de la calle, lo que se desata a continuación no es una historieta de cariño perdido y desconsuelo de parte de Lili sino toda una extraña, impresionante y simbólica rebelión de Hagen como líder perruno enfrentado a quienes de una u otra manera aburaron de él y de todos los demás perros que le acompañan.

Aunque el desarrollo de esta muy particular historia es, en su parte final, sangrienta, no es exagerada y el espectador sigue los detalles del relato de los perros tras la pista de los represores humanos y hasta los espera con cierto placer morboso cuando llega a comprender lo que está sucediendo.

El título juega con las palabras: “White God” (dios blanco), alude al ser humano, pero, al final, el ser humano y los animales logran una especie de pacto de no agresión a través de la música cuando Lili, al verse enfrentada por Hagen, toca para él y su horda la trompeta un fragmento clásico de Liszt, de no andar muy errados.

Esta película debe haber costado una centésima parte de lo que costara “Everest”. Pero nos gusta más.

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