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CINE

‘Algún lugar’

Chedy García

Chedy García

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Armando Almánzar R.Santo Domingo

En efecto, muchos lugares, porque esta historia es un “road movie” que cuenta como un trío de amigos adolescentes que parten un mal día de su pueblo para darle prácticamente la vuelta al país: desde Santiago pasando por Sosúa llegando a Samaná, pasando a Santo Domingo y arribando a Pedernales, y apenas mencionamos esas localidades para no cansarles con el detalle de todos los lugares donde pernoctan o se detienen por H o por R.

Es un recorrido que apenas dura (diegéticamente) 71 minutos, pocos minutos, pero sí los suficientes para aburrirnos un rato.

Porque, un consejo a los guionistas: si se trata de eso, una “road movie”, si se trata de jóvenes que se andan buscando a sí mismos, si saben que por el camino tendrán que detenerse en buen número de oportunidades, pues lo más elemental es hacer hasta lo imposible por ofrecer escenas que tengan cierta enjundia, que nos dejen algo a la vez que le dejen a los chicos, incidentes que marquen sus vidas de una u otra manera.

Y, primero, hacer el tal recorrido en un auto algo destartalado que se le daña par de veces, meterse en ese mismo auto por un camino de tierra que no conocen, abandonar luego el carro yéndose en bote tal y como si de riquitos se tratara, encontrarse en una “voladora” con un sermoneador político soltando tonterías, detenerse en un lugar donde una exuberante Chedy García inicia al Heningwey en las artes del sexo (lo más trascendente de lo vivido en los 71), parar en un comedor para que suceda un accidente tan mal planificado que casi no nos enteramos de lo que en verdad sucedió, no saber casi nunca dónde durmieron, decir y repetir que no tienen un centavo para luego abordar dos veces las guaguas (esa gente no juega con sus cuartos), pasarse escenas con la cámara viendo pasar carros y motores y camiones, casi una secuencia nadando bajo el Mar Caribe, llegar a Pedernales, cenar bajo el ceño fruncido de los padres de la chica visitada por el novio situación que no se elabora ni se continúa para luego de la cena lavar los platos y dos de los amigos despedirse en la cocina para luego salir de la casa y despedirse de nuevo, montarse en otra “voladora” y, buscando la pista del gran Truffaut tal vez, no dejarles llegar a casa sino soltarles en la llanura para que corran hacia un destino incierto.

Todo eso fue demasiado para nosotros.

Cierto que no es un disparate como muchas otras del patio, pero le falta carga emocional, le faltan diálogos que valgan la pena, le falta... le falta cine.

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