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DÍAS DE CINE

Los 33 estrenos de la semana

La primera parte de esta historia posee cierto grado de intensidad y dinamismo, muy a pesar de que sabemos casi todos los detalles de antemano.

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Armando Almánzar R.Santo Domingo

Como bien dice la promoción, ¿Quién no estuvo al tanto, minuto a minuto, de las particularidades del proceso de los 33 mineros chilenos atrapados a una profundidad de 700 metros en una mina del Alto, Atacama, en Chile?

Todos, absolutamente todos vivimos la secuencia de esos hechos y, de paso, personas como nosotros sabíamos a ciencia cierta que de ellos habría de surgir una película.

Y aquí la tenemos, con un reparto que incluye figuras de varios diferentes países incluyendo, por si las moscas, algunos chilenos.

Como también rezan unas palabras de entrada del filme, miles de mineros mueren cada año en accidentes provocados por la inseguridad en las minas. Por supuesto, los propietarios quieren sacar el mayor provecho a su dinero, hacen que los mineros trabajen más y más sin importarles gran cosa la seguridad que pueda ofrecer un trabajo tan arriesgado.

Y eso fue lo que sucedió en 2010, y eso es lo que vemos en la película dirigida por Patricia Riggen.

Para no cansarles con el cuento, sobre todo porque ya lo conocen, podemos decirles que la primera parte de esta historia posee cierto grado de intensidad y dinamismo, muy a pesar de que sabemos casi todos los detalles de antemano. Durante esa más o menos primera hora, el ritmo es manejado con eficacia por la Rigge, y apenas encontramos un tropezón durante su desarrollo: toda una secuencia de alucinaciones para una buena parte de los 33: que varios de ellos, a la vez, deliraran con suculentos platos de comida servidos por esposas y madres, nos luce recargado y rompe con la densidad dramática que llevaba el montaje.

Sin embargo, admitimos que es la mejor parte en lo que se refiere a guión y dirección.

Pero, luego de que el mundo descubre a través de los voceros de todas las naciones que, tanto tiempo después, los 33 seguían con vida y que, a partir de ese instante rutilante habrían de estar bien alimentados y provistos hasta de tenis y I-pods, esa intensidad dramática decae en grado sumo, y prácticamente toda esa segunda parte se convierte en un anticlímax bastante pesado.

Para tratar de remediar esa morosidad que hace caer en letargo al espectador, los guionistas, nada menos que cuatro, se inventan una serie de pequeños dramitas entre los atrapados: el pleito del boliviano con el chileno, los rezos y convertidos, los chismes sobre el liderazgo de Mario Sepúlveda cuando se sabe que le han ofrecido una fortuna por escribir un libro sobre el hecho, etc.

Para terminar, el reparto multinacional: Banderas, Juliette Binoche, Cote de Pablo, Rodrigo Santoro, Lou Diamond Philips, Kate del Castillo, Bon Gunton, James Brolin, Federico Luppi, Gabriel Byrne, la mayoría norteamericanos porque son los más famosos, para el mercadeo en sus respectivos países, mezcla que incluye a la israelí Cote de Pablo cantando “Gracias a la vida”, de Violeta Parra.

No es que sea mala, pero, la verdad, a la hora y media ya deseaba que terminara.

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