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SONAJERO

Doloroso, grave y triste

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GRISBEL MEDINA R.Santo Domingo

Exceptuando a personas que sí honran el ejercicio de la medicina, la profesión dedicada a tratar la salud de la gente se ha convertido en un mercado de lujo, en un despacho imposible para la mayoría y un terrible dolor de cabeza aun para los que poseen un seguro médico.

La impotencia es grande cuando el tiempo se diluye en un pasillo de consulta, en la espera larga en Emergencia, en el trote hasta dar -con mucha suerte- con la solución a su problema. Los testimonios por la incompetencia médica son aterradores. Yo, con dolor en los hombros fui a ver un ortopeda que sin ponerme un dedo encima me ®premió® con una receta que en vez de remediar el asunto, me causó otras penas. En Emergencia a las dos de la madrugada, la especialista de turno me recomendó detener el medicamento indicado por el ortopeda porque ®eso es tan fuerte que suele darse a pacientes con cáncer®.

En otra ocasión, interna por intoxicación, el gastroenterólogo me mandó a inyectar un medicamento que me causó una flebitis. Después de cobrar su dinero, el hombre no se dejó ver la placa y yo tuve que invertir más recursos en sanar el otro asunto.

Luego de pagar derecho a sala de cirugía, a mi madre recién operada de un dedo, le cobraron por detrás RD$2,500 que según la secretaria ®es de asuntos que no lo cubre el seguro®. A la paciente, con los pagos en regla, nadie le explicó qué cuestión era lo cobrado sin sustento ni recibo.

Y así, entre estudios innecesarios, recetas sin concluir, cremas caras que no resuelven situaciones, analíticas redundantes, tiempo y dinero perdido en centros públicos y privados, cada quien podría imprimir un catálogo de sufrimientos. Y sin temor a equivocarme, mucha gente tiene farmacias paralelas en su casa, con medicinas indicadas que no se usaron o no cumplieron el objetivo prometido por el doctor.

Lo doloroso es que la clase médica está llamada a trabajar en beneficio de la salud de la gente, que es el bien más importante con que contamos. Lo grave es que el afán de lucro le gana por millas al fin primario de sanar. Lo triste es que los buenos ejemplos de especialistas conscientes y serios, los sigue acorralando el tropel de asesinos silentes vestidos de blanco. Doloroso, grave y triste lo que estamos pasando.

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