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Grisbel Medina R.Santo Domingo

Un hijo es un milagro. Tenerlo, criarlo, acompañarlo, es un acto que requiere inmensas dosis de valentía. Quien tiene un hijo no le hace daño al hijo de nadie.

Y quien tiene un hijo ve el suyo reflejado en cada muchachito, en cada niño colgado de una cola de motor, en cada estudiante de El Ejido, en cada “loco bajito” que se divierte con cualquier cosa.

Una vez fui invitada por UNICEF para compartir un testimonio sobre mi labor como reportera en temas de infancia. Cuando se trató el tema de la niñez trabajadora, víctima de la amargura en las esquinas, tuve el honor de escuchar a la morena Altagracia Salazar, decir: “no son niños de la calle, son nuestros hijos”. Hoy, con la bendición que supone Amín, entiendo perfectamente lo oportuno, hondo y real de aquella resolución de la querida y admirada periodista. “No son de la calle, son nuestros hijos”, lo tengo grabado. Hoy, República Dominicana es un peligro para nuestros hijos, para nuestras hijas. Quienes están en el deber de protegerlas, las vulneran. Los adultos las asumen como presas. Se aprovechan de la pobreza, raptan, prometen tenis, dulces, para obligar, para violar, para golpear hasta la muerte.

El ejemplo de agresión llega desde el Estado. Recuerden al diputado Julio Romero, acosador de una adolescente, con quien tuvo un hijo y después –asumiéndose víctima- vociferó “cuídense de las menorcitas”.

Y yo me pregunto: ¿quién las cuida de los depredadores? ¿Quién las protege de familiares abusadores, de tíos, de vecinos violadores? Cada día nos despertamos con heridas nuevas. La tragedia sucede tanto en el Sur como en el Norte; en el Este como al Oeste. Son niñas, son jóvenes, son mujeres, las víctimas de misoginia, del odio al ser femenino, del “es mía o de nadie”.

Y a paso gigante, ser mujer se convierte en una causa de muerte en el país. Y nadie se inmuta. Las cifras de muertes de niñas y mujeres aumentan sin que nadie declare emergencia nacional por la sangre que derrama el machismo y la degeneración. Entre tanto importan más Odebrecht y las Princesas de Dios.

#VivasNosQueremos

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