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Don Papi

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Grisbel Medina R.Santo Domingo

“Las glorias nacionales se despiden con aplausos” se escuchó en la funeraria segundos antes de que llovieran las palmas alrededor del ataúd con el rostro apacible de Papi Pimentel. El dueño de “La voz que el Cibao quiere” se marchó físicamente de noche, debajo del tronco de mango que tanta sombra y fruto ofreció al vecindario. La muerte le llegó en serenidad, lejos del micrófono que durante años le sirvió para informar, para narrar la vida entre una base y otra, para regocijar la multitud al anunciar los “majaguazos” de las Águilas Cibaeñas.

Cuando la muerte suele abrazar una persona, afloran piropos. Se resaltan bondades que muchas veces no son fieles al expediente terrenal del difunto. En este caso la vida de Don Papi merece las flores verbales que la gente tiene y tuvo para él.

Don Papi Pimentel fue un hombre bueno, de pisada tan silenciosa como la solidaridad que ejercía sin requerir la mínima mención. La información era la vitamina que le sostenía. Leía todo lo que le caía en las manos, asechaba tempranito las páginas de Listín y cuando la vista se le hizo difusa, se valía de una lupa para descubrir la riqueza o la denuncia entre líneas. Escuchaba programas de radio, seguía la pista a las noticias de Cuba, el contenido de TeleSur, el quehacer deportivo del país. Jamás perdió la curiosidad por lo nuevo, siempre quiso aprender. Incluso, siendo un señor mayor, en la cúspide de los reconocimientos que recibió, se sentó como un alumno más en una escuela de informática para meterle mano al Windows, para tocarle la fibra al internet.

De admirable calidad narrativa, Don Papi o “La voz del Cibao quiere”, también fue gerente de una empresa familiar, posición que tampoco varió su condición de humano con los pies pegadito a la tierra. Ramón de Luna, su compañero en diversas trincheras, reconoció en él un camarada leal y locutor original en la narración deportiva.

Cuando los más jóvenes se acercaban a Don Papi, tenían en él un generoso aliado con 40 años de trayectoria. Durante años colaboró con la Asociación de Cronistas Deportivos, entidad que presidió y luego auxilió económicamente rogando anonimato. ¡Ayayay! perdimos físicamente a Don Papi, la voz con alma y con la fuerza de un majaguazo.

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