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El problema no es la denuncia

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Grisbel Medina R.Santo Domingo

Sandra trabaja en un salón de belleza. Es madre de tres niñas. Su pareja la amenazó de muerte. Quiere abandonar la casa pero no tiene a donde ir. Pidió apoyo a una compañera de trabajo. “Hasta en el piso yo duermo”, le ha dicho. Sandra sabe que si deserta del infierno con las niñas, su pareja la acechará por el salón, como otras veces, y doblemente enojado podría hacer realidad su condena de muerte. Cada vez que su pareja llega a casa con la pistola al cinto, a Sandra se le enfrían los huesos. Se halla en un laberinto sin salida, por eso no formaliza denuncia contra su agresor.

Amanda es periodista. Su exnovio también la amenazó con llenarle el cuerpo de plomo. Cuando ella se quejó, respondió que era en chercha, que cómo va a ser. Eso no la convenció y ahora es una presa del miedo. Amanda es madre de un niño y por su rol tiene contacto con fiscales, servidores públicos, jueces, policías. Pese a ello no formaliza la denuncia, porque ella sabe muy bien que al hacerlo estará más expuesta a la agresión, pues reside sola con su hijo.

El recién instalado Procurador de la República volvió a rociar agua sobre lo mojado al decirles a las mujeres que denuncien la violencia de género, que no se queden calladas. La frase, trillada hasta el cansancio, vuelve a poner más peso en la mujer víctima de acoso, de amenaza, de agresión. Un sistema de justicia que manda a la víctima a entregar la querella al agresor no tiene moral para insistir en que no escojamos el silencio. ¿Cuántas mujeres no han muerto en la ruta de ver al agresor para entregarle una cita con la Fiscalía? Recordemos a Miguelina Martínez Morel, de Pueblo Nuevo, acuchillada hasta el cansancio por el padre de dos de sus hijos. ¿Cuántas querellas presentó Miguelina? Fueron incontables. Y en el ataúd, 25 puñaladas después, titulamos en un periódico que “Miguelina intentó evitar su muerte, pero retiró la querella”.

Por esta razón es irresponsable publicar que el 80 por ciento de las 77 mujeres que murieron en el 2015, “no denunciaron que habían sido amenazadas o que estaban siendo abusadas”. La estadística del procurador Jean Alain Rodríguez revictimiza a las mujeres, quienes jamás pensaron que quien juró amarlas, cavaría sus tumbas. Adicionalmente, el Procurador culpa a la víctima de su suerte y en gran medida, exculpa al asesino.

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