Tres casos

El buen ángel que vela por este país metió su mano entera para evitar que la desgracia fuera mayor en el sector La Esperanza de Los Ríos en Santo Domingo, donde una planta envasadora de gas propano estremeció una madrugada apacible, trastornando la vida de toda una comunidad.

La explosión vuelve a poner en primera plana la constante violación a la ley, el desorden y falta de vigilancia en un negocio muy lucrativo que en muchos casos disfruta de complicidad municipal. De Santiago citaré tres domicilios de las 1,495 estaciones de gas registradas en el país cuyas válvulas abren y cierran en las narices de sectores muy poblados.

Pese a protestar desde 2009, La gente de Los Ciruelitos no pudo evitar la instalación de la planta de gas propiedad del diputado Juan de León. La estación funciona en el corazón del barrio de alta movilidad en rutas urbanas, pequeñas y medianas empresas, escuelas y densidad poblacional de análisis. En ese caso, la billetera venció a David.

La otra empresa fue ubicada en medio de las sedes de PUCMM, UTESA, Alianza Francesa y varios colegios; frente al sector La Lotería, al lado de El Portal, a espalda de la Villa Olímpica, o sea, en la médula humana de la zona Sur de Santiago.

En la avenida Bartolomé Colón el caso es igual de peligroso. La gestión de Serulle, sin importar quienes respiran en el reparto Oquet, la dinámica del club Sameji, los diez pasos que le separan del liceo Ulises Francisco Espaillat, el ensanche Julia y El Ejido, le dio luz verde a un depósito de gas que opera -para colmo de males- en la acera del frente de una distribuidora de gasolina. O sea, dos bombas de tiempo metidas en el cuerpo de una enorme vecindad. De nada ha valido la alerta de Santiago Somos Todos, el Grupo Ecológico Suelo Verde y las juntas de vecinos.

¿Seguirán engavetados los procedimientos del Ministerio de Industria y Comercio, la ley 64-00 sobre Medio Ambiente y las resoluciones de DIGENOR? Cuántas tragedias necesitamos para que papeleta no mate a menudo y se cumpla la ley.