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Enfermars es pecado

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GRISBEL MEDINA R.Santo Domingo

El carnet de seguro médico, aún sea el plan básico es un privilegio en el país. El seguro no le garantiza atención inmediata pero al menos baja un poco el costo altísimo de las consultas, las medicinas (en caso de que tenga cobertura), las analíticas y cierta liberación de pago en visita por Emergencia.

Por pierna hinchada, cuadro de bronquitis, mareo y sinusitis, he instalado una botica en casa. La cantidad de medicamentos para una o tal cosa pueblan media esquina de la cocina, sin calcular tomografías, placas, analíticas y resonancias. Todo eso ha impactado fuertemente mi bolsillo en los últimos seis meses. He realizado una especie de diplomado entre pasillos médicos, camillas de emergencia y las jeringas de Marcia en el laboratorio.

En la mayoría de los casos he sido bien tratada, especialmente por las jóvenes de emergencia del Centro Médico Cibao. Me causa curiosidad el sello que la secretaria del médico le estampa a mi receta, cuya original debo dejar en la farmacia al adquirir los medicamentos.

¿Por qué dejar constancia de que esa doctora y ese doctor me indicaron esos remedios? ¿A quiénes beneficia que yo ingiera esto y no aquello? Para pensar.

El costo de las consultas es otro tema. Por diferencias económicas, la clase médica se pelea con las aseguradoras y pierde –como siempre- la comunidad usuaria que si no se cantea con dos o tres mil pesos no puede entrevistarse con el especialista que le asista en su dolencia. Eso, para empezar.

Además, muy adrede la mayoría de las aseguradoras no informan sobre el porcentaje de cobertura de las medicinas y “como el que no sabe es como el que no ve”, se ahorran millonarios de recursos que legalmente deberían ayudar al maltrecho presupuesto de la mayoría de los dominicanos.

Enfermarse es pecado en el país.

La medicina es el sistema de negocio más lucrativo actualmente.

Basta mirar el insólito crecimiento de los centros privados (Con estacionamientos eternamente repletos de vehículos), la lujosa vida de la mayoría de los médicos y el despliegue en las carrocerías de los administradores de salud. Con algunas excepciones, el juramento Hipocrático es un texto añejo, inservible, irrespetado.

Hemos perdido la solemnidad de la bata blanca, pues hasta en pasillo de supermercado se topa usted un médico con atuendo quirúrgico y estetoscopio colgando. ¿Leyó bien? No se enferme.

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