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SONAJERO

Suicidio

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Grisbel Medina R.Santo Domingo

Ya no nos morimos de tristeza como ciertos poetas en el destierro. Y fueron desplazados los infartos por colesterol alto o alegría repentina. Desde el año 2003 la República Dominicana se suicida. Estamos ahogando la vida en la horca, a fuerza de plomo o en el precipicio del puente más próximo.

La nación que sonríe aún en circunstancias adversas, está mirando a sus jóvenes avanzar hacia el infortunio de la muerte provocada por sí mismos. Se calcula que por cada 100,000 habitantes el país aporta un trágico promedio de siete y ocho casos de suicidios. David Rodríguez García, arquitecto de la OISOE encierra una historia de inmolación con infinitos dramas de tráfico de influencias y corrupción a alto nivel.

Su origen humilde sobrecoge. Y más grima aportan las evidencias de que la OISOE es un nido de búsqueda y enriquecimiento ilícito a costillas del maltrecho patrimonio estatal. O sea, a costa del erario, que es lo mismo que su dinero y el mío.

La publicidad estatal recalca la aspiración gubernamental de tener una República Dominicana libre de analfabetismo y con buenas notas en materia turística. En una página cercana están las historias de quienes por distintos motivos se quitan la vida, casos que han llegado a sumar 40 en un mes. Demasiadas tumbas para una nación tan chiquita y tan bufona de sus propias calamidades.

Especialistas de la salud mental han identificado causas diversas, desde problemas económicos hasta conflictos familiares, sin que la desesperanza y la depresión dejen de figurar. Algo que tal vez hace falta analizar es el suicidio moral que hace rato asfixia la nación. Esa, la muerte del decoro es intangible pero cava hondas fisuras al presente y al futuro de esta Patria. Lo peor es que a la vez desanima a quienes aspiran desarrollo integral y crecimiento equitativo. Contra ese tipo de suicidio también debemos luchar.

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