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CON LOS CAMPEONES

Virgil sesenta años después

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Mario Emilio GuerreroSanto Domingo

Ayer fue una fecha trascendental para el deporte nacional y en particular para el béisbol, ya que se cumplieron 60 años del debut del primer jugador dominicano en las Grandes Ligas. El 23 de septiembre del 1956, en el antiguo Connie Mack Stadium, de la ciudad de Filadelfia, el montecristeño Osvaldo Virgil se convirtió en el puntal de lo que seis décadas después sería la mayor cantera de peloteros fuera de las fronteras de los Estados Unidos.

Haciendo historia

Con el número 17 en la espalda de su uniforme de los Gigantes de Nueva York, Virgil fue colocado en la tercera base y sétimo en el orden al bate por el dirigente Bill Rigney, trillando un camino que hasta la presente campaña han transitado otros 687 compatriotas. En el histórico partido, el bisoño jugador criollo, que en ese momento contaba con 23 años de edad, bateó de 4-0 ante el zurdo Curt Simmons y a la defensa cometió un error.

Gran significado

Pero su actuación en el terreno era lo de menos, lo realmente significativo fue que de esa forma abrió las puertas de las Ligas Mayores del béisbol, a una nación que al poco tiempo compensaría con creces la oportunidad que se le brindaba de incursionar en ese exigente escenario. Sin embargo, como una primera y contundente demostración de lo que con el tiempo llegaría a ser la casta quisqueyana en el Big Show, en su segundo encuentro, el 30 de septiembre, de nuevo contra los Filis y frente a los envíos del futuro inmortal de Cooperstown, el derecho Robin Roberts, Virgil conectó un doble y dos sencillos en 4 turnos. Eso fue en el primero de un doble juego y en el otro choque también se destacó, conectando triple y single en 4 oportunidades, contra el zurdo Simmons.

Pionero

El destino le tenía preservadas otras primacías relevantes a Virgil y en 1958 se convirtió en el primer jugador negro en militar con los Tigres de Detroit. Luego, once años después, sería el primer coach dominicano en un equipo de Grandes Ligas, cuando ejerció esas funciones con los Gigantes, su franquicia original, que en para esa época se había mudado para la ciudad de San Francisco.

Debut con Detroit

El 6 de junio de 1958, en su primer partido luciendo la camiseta de los Tigres, se fue de 5-5 ante el lanzador cubano Camilo Pascual, en el desaparecido Briggs Stadium, de Detroit. Ese día disfrutó de la mejor actuación ofensiva de su carrera. También llegaría a ser el primer dirigente criollo en las Ligas Mayores, en la campaña de 1984, aunque se debe señalar que ejerció el cargo en forma interina durante diez encuentros, como

sustituto del manager de los Padres de San Diego, Dick Williams, que estaba purgando una sanción disciplinaria.

Jugador versatil

Virgil nunca logró ser un jugador regular en las Grandes Ligas, que para la época sólo contaba con ocho conjuntos en cada circuito y por consiguiente las oportunidades eran tan escasas como las muelas de gallina. Por esa razón tuvo que convertirse en un pelotero polivalente, capaz de desempeñarse con éxito en varias posiciones defensivas. De ahí que en sus nueve temporadas en las Ligas Mayores, que transcurrieron desde 1956 hasta 1968, además de la antesala, su base original, jugó en todas las demás posiciones del campo, principalmente en la receptoría.

Aprendió el juego

Como no hay mal que por bien no venga, el propio Virgil admitió, años después, que como no jugaba con frecuencia, se dedicó a aprender los secretos del béisbol y a descubrir las pequeñas cosas que solamente se captan con la observación detallada del juego. Eso le abrió los caminos de una nueva profesión y después de retirarse, pudo convertirse en un destacado coach. De esa forma, se inicia un año más tarde como entrenador del bullpen con los Gigantes de San Francisco, desde donde nuestro protagonista pasó a trabajar con Dick Williams, a quien asistió como coach de tercera base cuando éste estuvo en San Diego y en sus estancias como piloto de los Expos de Montreal y los Marineros de Seattle.

Regocijo nacional

La fecha del 23 de septiembre, debía ser declarada como día de regocijo nacional en honor a Osvaldo Virgil y a su extraordinaria hazaña. Pero también, por servir de punto de partida para la ocurrencia de tantas proezas realizadas por los peloteros dominicanos en las Grandes Ligas, epopeyas que han enaltecido el nombre de nuestra nación y han sido deleite y orgullo de quienes habitamos estas tierras caribeñas.

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