PRESENCIA DOMINICANA

Década de oro

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Tony Piña CamporaSanto Domingo

El decenio de los cincuenta en las Grandes Ligas posee características que determinan una situación interesante. Ese periodo representa el final del extenso origen de esta actividad, organizada en diez ciudades que albergaban las 16 franquicias tradicionales. Desde finales de los años cuarenta se habían comenzado a integrar los atletas que el discrimen racial les impedía demostrar su valía en esos niveles, provocando que la calidad del juego que se presentaba en el terreno aumentara extraordinariamente.

Esa limitación de plazas y el desborde de talento que se presentaba, forzaron el inicio del cambio. Comenzó con la mudanza de franquicias, primero los Bravos, ubicados en Boston se trasladaron a Milwaukee en 1953 y al año siguiente los Carmelitas abandonaron a San Luis para instalarse en Baltimore. Luego, en 1961, se inició la expansión. El clímax llegó cuando equipos con tanta tradición como Gigantes y Dodgers abandonaban en 1958 Nueva York para cruzar el continente y ubicarse en el lejano oeste, en San Francisco y Los Ángeles. Hasta ese momento La Gran Manzana había albergado a tres equipos, Yanquis, Gigantes y Dodgers y durante ese lapso señalado tuvieron sus fanáticos la oportunidad de gozar las hazañas de tres de los más completos jardineros centrales de la historia, Mickey Mantle, Willie Mays y Duke Snider.

CERTÁMENES EMBLEMÁTICOS Tres torneos tuvieron una connotación especial. En 1954 los œndios de Cleveland lograron detener la racha de coronas mundiales de los Yanquis en cinco, alcanzaron 111 triunfos durante la temporada regular y aún con los Mulos logrando 103 victorias quedaron ocho juegos detrás. A pesar de esa hazaña, fueron barridos en la Serie Mundial por unos Gigantes que habían acumulado en la Nacional 97 victorias. De esa manera el trofeo de campeón mundial se quedó en la ciudad de los rascacielos, allí permaneció hasta que en 1957 los Bravos lo obtuvieron para Milwaukee.

En 1955 los Dodgers de Brooklyn lograron, al fin, derrotar a sus vecinos Yanquis. Entre 1947 y 1953 se habían enfrentado en el evento culminante cuatro veces y en cada uno los moradores del Bronx los habían superado. En la señalada ocasión, como es usual en este deporte de equipo, se combinaron una sucesión de actuaciones brillantes para llegar a esa conclusión, pero se destacó el trabajo monticular del zurdo Johnny Podres usando un magistral lanzamiento en cambio de velocidad y una jugada defensiva del cubano Edmundo Amorós que alcanzó la espectacularidad. Jugando el bosque izquierdo como reemplazo, convirtió un batazo de Yogi Berra que pudo ser de doble mérito y empatar las acciones, en una doble matanza. Amorós fue el primer hispano en posicionarse como héroe de una Serie Mundial.

Por último se destaca el certamen de 1959. Los Medias Blancas de Chicago rompieron una hegemonía de equipos basados en ofensiva poderosa, bajo la conducción de Al López, obtuvieron el banderín de la Liga Americana apoyados principalmente en una impenetrable defensa compuesta por una línea central de Sherman Lollar-Nellie Fox-Luis Aparicio-Jim Landis como receptor-intermedista-campo corto-jardinero central. Ese tipo de apoyo permitió que los lanzadores lucieran por encima de sus reales habilidades.

DOMINICANOS Finalmente, en ese decenio se originó la presencia dominicana en las Grandes Ligas, en el final de la campaña de 1956 debutó en Nueva York con los Gigantes Osvaldo Virgil, nativo de Montecristi y hechura como jugador de esa ciudad a la que había emigrado cuando niño, y en 1958, con la misma franquicia pero ya ubicada en San Francisco, lo hace Felipe Alou, un atleta desarrollado en la nación.

Confieso que la producción de esta columna ha estado empapada por la nostalgia, no en vano esos años cincuenta fueron los que despertaron en el alma de niños de mi generación la pasión por este maravilloso deporte.

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