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A TIRO DE HIT...

Se repite la historia en Miami

Esta semana, los Marlins de Miami enviaron a sus estelares José Reyes, Josh Johnson, Mark Buehrle, Emilio Bonifacio y John Buck a los Blue Jays de Toronto, efectivamente desmantelando luego de apenas una temporada el equipo que estrenó el Marlins Park. Previamente, ya habían sido negociados Hanley Ramírez, Aníbal Sánchez, Omar Infante y Heath Bell. Los próximos que podrían ser parte de esta limpieza son Ricky Nolasco y Logan Morrison. Esta es una historia que se repite en Miami. Recordemos que luego de obtener el campeonato en 1997, el entonces propietario de la franquicia Wayne Huizenga procedió a negociar a los estelares Kevin Brown, Gary Sheffield, Moisés Alou, Al Leiter y otros. En 1998, los Marlins tuvieron marca de 54-108. Seis años después, se repitió la historia. Con Jeffrey Loria ya instalado como propietario, fueron campeones en 2003 y luego cambiaron a Derrek Lee y dejaron ir en un corto período a estelares como Iván Rodriguez, Luis Castillo y Ugueth Urbina. Con un nuevo estadio de US$515 Millones construido casi en su totalidad con fondos de la ciudad de Miami y del condado Miami Dade, los ciudadanos se sienten traicionados. Y con toda la razón. Con la decepción y desconfianza que se han acumulado en los últimos quince años, es evidente que esta franquicia está en problemas. Loria se ha convertido en un personaje odiado, tan funesto para el deporte como Frank McCourt, antiguo dueño de los Dodgers. Pensar que los Marlins van a mantener el respaldo de una fanaticada que siempre ha visto esta franquicia con recelo es una utopía. Estamos viendo todas las señales de que la supervisión de MLB y su comisionado Bud Selig se hacen necesarias. De hecho, Selig está en el derecho de invocar la cláusula de los “mejores intereses del béisbol” y anular este cambio. Sin embargo, Selig es un hombre cauteloso que seguro está evaluando las ramificaciones de una decisión de ese tipo, tomando en cuenta el precedente que se podría sentar. Y es que, si somos objetivos, este negocio no guarda grandes diferencias con la realizada entre Boston y los Dodgers el pasado 25 de Agosto. La gran diferencia es la confianza que en ese otro caso tiene la “Red Sox Nation” en el destino que darán los líderes del equipo a los millones que se ahorraron. En Miami, la historia es distinta. Esta fanaticada ya ha visto a Loria reducir la nómina a niveles vergonzosos para alzarse con mayores ganancias. Aún así creyó la historia sobre cómo el nuevo estadio iba a generar mayores ingre- sos que permitirían mantener una nómina competitiva. Fue un cuento que tuvo duración de menos de un año. A pesar de que este equipo debiera asumir un compromiso moral con el condado Miami Dade, la ciudad de Miami y los contribuyentes que facilitaron la construcción del Marlins Park. Además, recordemos que este es uno de los equipos que, mediante el sistema de repartición de beneficios, recibe una importante inyección de capital de los equipos de mayores mercados. Revisemos a fondo el cambio: Los Marlins ceden a un potencial as de rotación (Johnson), un consistente abridor zurdo (Buehrle), un dinámico bateador de la punta de la alineación (Reyes) y un jugador en ascenso como Bonifacio, además del receptor Buck. Es cierto que Reyes y Johnson han sido proclives a lastimarse y que Buehrle ha tirado casi 2,700 entradas en GL. De una u otra forma, el futuro de los tres tiene sus interrogantes. Pero aún así, son piezas que cualquier equipo contendor quisiera tener. A cambio, reciben a Yunel Escobar, Henderson Alvarez, Adeiny Hechevarría, Jeff Mathis y tres prospectos. En el caso de Escobar, los reportes indican que los Blue Jays están felices de prescindir de sus servicios. La reputación que le precede no es la mejor. Alvarez deberá ser miembro prominente del cuerpo de abridores de los peces, Hechevarría sería el torpedero y Mathis uno de los receptores. En cuanto a los prospectos, en el grupo no hay un seguro estelar de Grandes Ligas . Mucha proyección, pero poca certeza. Jake Marisnick (jardinero central) había sido recientemente ubicado como prospecto # 2 de Toronto y el lanzador zurdo Justin Nicolino aparecía como el quinto. Hechevarría era el # 8, mientras que el otro jugador que adquieren los Marlins es el lanzador derecho Anthony DeSclafani . Por más que Loria y su grupo quieran justificarse, esta es una transacción financiera, no una decisión de béisbol. Un movimiento concebido para poner más dólares en los bolsillos de un dueño cuyo equipo juega en un nuevo estadio construido con fondos públicos. Es un capítulo más de la relación disfuncional y complicada que han tenido los Marlins con su fanaticada. Por razones obvias, la confianza que los clientes tienen en esta empresa es virtualmente inexistente. Ha sido eliminada por mala gerencia, falsas promesas y tres virtuales desmantelamientos en quince años. Es un círculo vicioso donde los Marlins se quejan de falta de respaldo mientras los fanáticos castigan la incompetencia y las mentiras de sus ejecutivos dando la espalda y buscando otras fuentes de entretenimiento. Por eso el futuro del béisbol en el Sur de la Florida está en tela de juicio.

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