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Vertederos, “buzos” y reciclaje

Sumergirse en montañas de basuras para rescatar objetos que luego venden en las calles es la vida de los “buzos”, llamados ahora con mucha finura “recicladores”, cuyo oficio parece estar amenazado por la mecanización de los procesos de transformación de desechos sólidos de los vertederos del país.

Una comunidad apreciable de 400 “buzos” se ha quejado de que el alcalde de Santiago, Abel Martínez, los desplazó del vertedero de Rafey porque ya la basura que llega allí va a una planta recicladora que divide los desperdicios para clasificarlos y, posteriormente, utilizarlos como elementos potenciadores de energía o materiales de base en la construcción y obras viales.

Pero los “buzos” no quieren que esto ocurra, porque les quita su “fuente” de ingresos, sino que los vertederos a cielo abierto sigan así, aunque sean potenciales fuentes de contaminación ambiental y de epidemias.

El país tendrá que decidir si mantener el status-quo a los “buzos” o proteger el medio ambiente por la vía de transformar los vertederos e impulsar los procesos mecánicos de reciclaje, que predominan en todo el mundo, convirtiendo los montones de desechos urbanos sólidos, orgánicos e inorgánicos en elementos reutilizables.

Esta es la tendencia en boga, más que nada porque la basura adquiere un valor, tanto para el que la vende con fines de reciclaje, como para el reciclador mismo, que aprovecha la fusión de determinados desechos para manufacturas tan diversas como ropas y objetos a partir de los plásticos, que luego comercializan.

Los vertederos abiertos, como el de Duquesa, representan focos de riesgos para la salud humana. Basta solo con observar que en un centro de salud cercano a ese vertedero atienden cada día entre 50 y 60 personas afectadas por problemas respiratorios y estomacales, a causa de las emanaciones contaminantes.

Eso pasaba también en Rafey, hasta que el ayuntamiento de Santiago decidió instalar con una empresa norteamericana una planta modelo de reciclaje, de las cuales solo operan cinco en América Latina, para rentabilizar la basura, pero más que nada para eliminar su depósito abierto, donde justamente los “buzos” hacen su agosto cada día, zambullidos entre desperdicios buscando algo que rescatar para venderlo en la calle.

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