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EDITORIAL

Un negocio criminal

Si perjudicial es vender y aplicar prótesis ortopédicas y traumatológicas de baja calidad, lo mismo cabe para la práctica de falsifi car y comercializar medicinas ilegales.

Estos artefactos y fármacos “carabelitas” representan una vulgar estafa a los pacientes, al tiempo que se convierten en potenciales vectores de daños graves a la salud humana.

Si los medicamentos adulterados y falsifi - cados son en sí mísmos contraproducentes a la salud y un burdo engaño al público, en términos legales se les reputa como crimen y por eso fi gura en la lista de los delitos de “lavado de activos” en la nueva ley sobre la materia que discute el Congreso.

Por tanto, es mandatorio para las autoridades perseguir y condenar legalmente esta práctica, lo que equivaldría a fulminar dos pájaros de un tiro.

Pese a la gravedad del fenómeno, nada extraordinario han logrado todavía las autoridades en el combate de esta perversa y criminal práctica, bastante extendida en el país.

Sabrá Dios cuántos dominicanos, engañados por medicamentos falsos, han muerto o quedado incapacitados por esta causa, amén de los perjuicios que tal negocio provoca a las fi rmas acreditadas de fármacos y al mismo fi sco.

Urge enfrentar estas modalidades engañosas que afectan directamente la salud humana. En un caso, -como el de las prótesis carabelitas-, sometiéndolas a un control más estricto de calidad e impidiendo que se sigan usando en las cirugías ortopédicas y traumatológicas; y en el otro, -el de las medicinas adulteradas o falsas-, que abundan más, eliminándolas del mercado de un tajo.

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