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Porquerías de prótesis

La comercialización e implantación de prótesis de baja calidad, en mal estado o fusionadas con materiales viejos, es un acto deshonesto y punible contra la salud humana.

Los cirujanos ortopédicos que se prestan para colocar estas prótesis a sus pacientes, a sabiendas de su cuestionable utilidad, son tan responsables del estropicio como las autoridades que permiten, sin someterlas a un estricto control de calidad, la venta de estos “implantes carabelitas” en el país.

La realidad de esta engañifa es tan patética que la propia Sociedad Dominicana de Ortopedia y Traumatología ha registrado unos 30 casos de pacientes cuyas prótesis de rodillas quedaron inservibles en menos de tres años cuando su vida útil previsible debería ser de quince años o más, siempre que tengan altos estándares de calidad.

Algo más: la entidad también ha verifi cado que entre el 15 y el 20 por ciento de los pacientes que han sido víctimas al ser implantados por estas “prótesis carabelitas” presentan signos de rotura, torcedura o infección por culpa de estas piezas.

Esta situación ha dado lugar a que muchos médicos ortopedas y traumatólogos que se respetan y que no quieren poner en juego su reputación profesional hayan decidido no utilizar estos implantes de baja calidad en sus pacientes, pese a que el mercado está abastecido de ellos, aparentemente por razones de precios.

Pero como dice el refrán, que en este caso vale aplicarlo “lo barato sale caro”, y fatal le añadiríamos nosotros si se toma en cuenta que se está jugando con la salud y hasta con la vida de los pacientes, ajenos en su mayoría al carácter dudoso de las prótesis que necesitan para restablecer funciones normales de sus extremidades superiores o inferiores.

Un detalle que resulta esperanzador, ante este vergonzoso estado de cosas, es el de que la Dirección General de Medicamentos, Alimentos y Productos Sanitarios del Ministerio de Salud Pública preparó un reglamento técnico, con regulaciones para admitir prótesis de calidad con los debidos procedimientos quirúrgicos y con menos riesgos o efectos secundarios para los pacientes.

Ojalá que ese reglamento, como otros tantos que corresponden a leyes fundamentales, no siga durmiendo el sueño eterno, dejando a los pacientes dominicanos a merced de exponerse a las porquerías de implantes que han llegado al mercado traídos por compañías no muy acreditadas y que se comercializan solo porque son más baratos que los buenos e inobjetables.

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