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EDITORIAL

Mientras más sellada, más porosa

Es una contradicción, pero es la realidad: mientras más “sellada” dicen que está la frontera por el aumento de tropas de vigilancia, más penetrable sigue siendo para miles de haitianos que ingresan ilegalmente al país.

Quiere esto decir, en estricto sentido, que la militarización o los sistemas de control hasta ahora aplicados para impedir el fl ujo ilegal no han dado los resultados esperados, porque hay una fuerza mayor que empuja a los haitianos a cruzar hacia este lado, violentando todos los “sellos” existentes.

La situación de miseria, desempleo, escasa alimentación, carencia de servicios básicos y de atenciones para la salud y la educación, se combinan junto al ingrediente de la desesperanza, para disparar una inmigración masiva e ilegal que ha ido creciendo año tras año.

La aventura de la inmigración ilegal encuentra aliento en la laxitud con que la República Dominicana ha aplicado sus leyes migratorias.

Los últimos gobiernos han sido incapaces de controlarla, por varias razones.

Una, porque los controles militares terminan siendo relajados por los negocios que hacen los contrabandistas o coyotes para dejar pasar individuos o vehículos llenos de haitianos, o porque las postas y el número de militares son insufi cientes para un verdadero e inviolable blindaje de esa línea de demarcación.

Otra, porque hemos aceptado la presencia de una mano de obra barata, sin reparar en las serias consecuencias de su masifi cación y en los modos de vida que estos inmigrantes imponen en todos los lugares donde se asientan o se hacinan.

Y la más relevante de todas, la actitud timorata o miedosa con que los gobiernos han permitido que países y organismos internacionales les tracen pautas de una política de fl exibilidad, acogida e ignorancia de las propias leyes migratorias, para derivar hacia este lado el caudal humano de haitianos que no encuentran en Haití, lo que República Dominicana les ofrece o promete.

Eso ha pasado, con Minustah o sin ella en Haití. Y seguirá pasando hasta que esa marea sin control llegue al mismo cuello de la tolerancia de los dominicanos.

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