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Sin disuasivos contra la delincuencia

La peor debilidad que tiene la lucha contra la delincuencia es que los criminales no les tienen miedo a la justicia ni a las autoridades.

Si no hay disuasivos fuertes, en la forma de penalidades o percepciones de que la autoridad es implacable frente al delito, los criminales sentirán que pueden desafiar a la sociedad con sus desmanes.

Por eso actúan desembozadamente, sin ocultar sus rostros, sin titubear, sin sentir miedo a las reacciones de sus víctimas o de las autoridades, y todo así porque saben que al final, si llegan a las puertas de los tribunales o las cárceles, la expiación sería mínima, soportable, efímera.

La mejor muestra de que para ellos no existen disuasivos es que la mayoría de las personas que apresan o matan durante la comisión del delito ya han pasado varias veces por el fichaje de la Policía o la justicia.

Reincidir, por tanto, no es ningún problema. Iniciarse en el delito, tampoco, porque no existe nada que atemorice al delincuente a la hora de actuar. Y si encima de estas realidades perciben que la justicia es vulnerable al chantaje o la presión, ya saben que a todo le pueden buscar la vuelta.

A estos criminales no les importa, tampoco, que las penalidades por el porte ilegal de armas, por secuestros, por feminicidios, sean relativamente duras. Si así fuera, estas violaciones a la ley no hubiesen sido tan frecuentes. Pero más que nada, tan impunes.

No tener disuasivos fuertes, en el orden penal, es como carecer de diques para contener los desbordes de grandes ríos. La delincuencia, aquí, tiene el camino franco para manifestarse y reproducirse.

Si el delincuente ve que hay pocas barreras que lo disuadan de cometer fechorías, pues irá siempre tras sus perversos y malvados objetivos.

Eso es lo que estamos sufriendo hoy, con la inexplicable ayuda del Código Procesal Penal y los mediocres sistemas de prevención de la violencia y la criminalidad que dejan al ciudadano totalmente desguarnecido para defender su vida, sus bienes o sus mismos derechos, impunemente atropellados por los delincuentes que se han tomado el país para sí.

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