Dos pájaros de un tiro

Con la nueva ley de tránsito, así en pocas palabras pese a su extensa denominación (Ley de Movilidad, Transporte terrestre, Tránsito y Seguridad vial), el Estado mata dos pájaros de un tiro.

O, al menos, eso es lo que espera la sociedad, al centralizar en un solo organismo a todas las entidades que intervienen en el sistema del transporte y tránsito público del país, excepto el Metro.

Y al derogar la vieja e irrespetada Ley 241, que se hizo obsoleta e ineficaz, el nuevo ordenamiento introduce nuevas reglas que se orientan al orden y ajuste que necesita el caótico sistema del tránsito, fuente de muchos dolores de cabeza y de sinsabores para la ciudadanía.

En el aspecto estructural, la ley consolida en el llamado Instituto de Tránsito Terrestre las funciones y normativas de siete entidades (primer pájaro), endurece las multas y sanciones, y crea nuevas prohibiciones a los usuarios de las vías públicas (segundo pájaro), en lo que constituye la mayor reforma a este sistema.

El corolario de esta reforma no es otro que el de propiciar una verdadera seguridad vial en un país que figura como primero en el mundo en accidentes de tránsito y saldos mortales y de discapacidad, lo que nos convierte en una pura selva.

De seguro que muchos se resistirán a su rigor. Esa ha sido la historia del fracaso del actual sistema.

Pero la sociedad entera tiene que hacerla valer, porque en esta nueva ley reposa el mecanismo que puede ayudar a modernizar, civilizar y humanizar un servicio que hasta ahora solo representa riesgos, inseguridad, irrespetos y alteraciones al ritmo de la vida humana y la marcha de la economía.

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